James Ensor, el pintor de las máscaras y los esqueletos
El pintor belga convirtió el carnaval, la sátira social y las visiones fantasmagóricas en obras inmortales que influenciaron el expresionismo y el surrealismo.
“La muerte y las máscaras”, pintura de James Ensor de 1897. Foto: Musée des beaux-arts de Liège
Hace 75 años, el 19 de noviembre de 1949, murió en Ostende, provincia belga de Flandes Occidental, el pintor James Ensor. Era la ciudad que lo había visto nacer 89 años antes y donde se convirtió en uno de los precursores del expresionismo y del surrealismo.
Los esqueletos y las máscaras fueron dos elementos que reinaron en sus obras. Llegó incluso a autorretratarse como esqueleto, con sus ropas de artista y su pincel. El crítico de arte Fulwood Lampkin lo explica directamente en un artículo de su autoría: “Algo que no falta en la obra de este pre-expresionista belga es la figura del esqueleto, recordándonos la muerte con esa grotesca sonrisa, como ya lo habían plasmado sus paisanos El Bosco o Bruegel, y que después sería explotado hasta la saciedad por todas las formas de expresionismo, desde el cine hasta el teatro”.
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Ensor nació el 13 de abril de 1860 en Ostende. Su familia poseía un negocio de souvenirs, entre ellos máscaras de carnaval, que estimularon su imaginación desde joven. La vida y obra de Ensor están profundamente vinculadas a su ciudad natal, de la que no se alejó por mucho tiempo, salvo en su etapa de formación en la Académie Royale des Beaux-Arts de Bruselas. Según la página del Museo Thyssen-Bornemisza, al principio trabajó con una “gama cromática sombría”, pero luego la luz adquirió más importancia en su obra, influido por el impresionismo.
A partir de la década de 1880, incorporó esqueletos y figuras enmascaradas que le sirvieron como herramientas de sátira social y que, a la larga, lo hicieron célebre. También realizó autorretratos y exploró temáticas religiosas. Su obra gráfica alcanzó las 193 piezas, entre ellas 130 grabados y 60 litografías, y destacó por su gran originalidad. Ensor construyó un mundo repleto de alusiones, símbolos y alegorías, propias de alguien que, según un crítico, “confiaba en los poderes liberadores de la fantasía”.
Royal Museum of Fine Arts Antwerp
Helena Celdrán, en 20minutos, sintetizó bien su estilo: “Máscaras de mirada hueca, representaciones de la muerte, fantasmas, extrañas carnicerías, esqueletos luchando en torno a un hombre ahorcado. Las obras de Ensor combinan la ironía con la agresividad, resultan todavía más turbadoras por los elementos divertidos y fantásticos. Las escenas tienen parte de ingenuidad, comedia y crítica social”.
Ensor fue muy valorado durante el siglo XX, y muchos artistas posteriores, no solo pintores, le rindieron homenaje. Incluso fue admirado por Julio Cortázar, quien lo menciona en un capítulo de su monumental novela “Rayuela”.
Museo de Bellas Artes de Gante
El influjo de un innovador
Felip Vivanco, en La Vanguardia, sostiene: “Decir que Ensor fue el gran cronista plástico de las máscaras y del carnaval es quedarse muy corto; de hecho, no es exagerado afirmar que su Cristo entrando en Bruselas (para admirarlo hay que ir a Los Ángeles, está muy frágil, no viaja) es una de las grandes obras maestras de la Humanidad”. Por su parte, Miguel Calvo Santos destaca que la introducción de máscaras, esqueletos y desfiles de grotescas criaturas en su obra era algo inusual desde los tiempos de El Bosco y Bruegel, confirmándolo como un precursor del expresionismo. También resalta su agresivo sarcasmo y un toque de escatología que influirían en el surrealismo.
Museo Real de Bellas Artes de Amberes, Belgium
Paloma Alarcó subraya que esta inquietante imaginería, heredera de la tradición flamenca de Bruegel y El Bosco, así como de las grotescas visiones de Daumier y Goya, “le ha convertido en un artista inclasificable. En su juventud, Ensor copiaba las composiciones fantasmagóricas de estos maestros”. Además, el poeta belga Émile Verhaeren comparó los teatros de máscaras de Ensor con las fiestas galantes de Watteau. Su peculiar obra marcó tanto a los expresionistas alemanes como a los surrealistas franceses e incluso se percibe su huella en las deformaciones de De Kooning y Dubuffet.
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