El 18 de marzo de 1980 dejó este mundo Tamara Lempicka. Creativa, elegante y vanguardista, fue la artista que sintetizó el glamour, la modernidad y la sofisticación de la era Art Deco.
La artista polaca retrató el deseo, la opulencia y la independencia femenina desde los años ‘20. Hoy, sus cuadros son objeto de culto entre coleccionistas.
El 18 de marzo de 1980 dejó este mundo Tamara Lempicka. Creativa, elegante y vanguardista, fue la artista que sintetizó el glamour, la modernidad y la sofisticación de la era Art Deco.
Pasaron justo 45 años, pero su obra ejerce todavía fascinación por su estilo, eco de su vida intensa. Al punto en que Jack Nicholson y Barbara Streisand, entre otros, admiran y coleccionan sus pinturas.
Lempicka fue, para ser precisos, un ícono de su tiempo: una mujer adelantada y transgresora, cuya estética se nutrió tanto de su experiencia en la Europa de entreguerras como de su incursión en altos círculos sociales.
Nació en Varsovia en 1898, en una familia acomodada. Su infancia transcurrió entre Polonia, Suiza y San Petersburgo, donde absorbió la cultura y la sofisticación de la aristocracia europea.
Su vida cambió drásticamente tras la Revolución Rusa de 1917. Obligada a huir con su esposo, el abogado Tadeusz Lempicki, se instaló en París, donde inició su verdadera transformación.
En la capital francesa, lejos de la vida de privilegio que conocía, se reinventó como pintora. Se formó en la Académie de la Grande Chaumière y con el artista cubista André Lhote, quien influenciará su estilo.
Pronto, su talento la hizo sobresalir entre la élite artística de Montparnasse y Montmartre, donde se codeó con figuras como Pablo Picasso, Jean Cocteau y André Gide.
Consciente de su atractivo y carisma, cultivó su propia figura, como hacían otros artistas de la época. Se vestía en forma llamativa, conducía un Bugatti verde y frecuentaba la aristocracia y la intelectualidad parisina.
Nuria Luis explica que "si Zelda Fitzgerald inmortalizó a las mujeres de los años 20 a través de las letras, Tamara de Lempicka lo hizo a través del pincel".
"Las pinturas de la reina del Art Decó, como se la denomina a menudo, son un fiel reflejo de la figura femenina en la era del jazz", agrega.
Lempicka desarrolló un estilo sostenido en la elegancia clásica y la modernidad industrial del siglo XX. Hay algo en sus trabajos del Renacimiento italiano, del cubismo, del futurismo y del Art Deco.
Sus pinturas se caracterizan por la presencia de figuras esculpidas con volúmenes geométricos, contrastes de luces y sombras (influencia tal vez del cine), composiciones sofisticadas y una sensualidad ambigua y transgresora.
Como sostiene Miguel Calvo Santos, "los retratos, desnudos y otras escenas de Tamara de Lempicka son una ventana a la alta burguesía adinerada y la decadente aristocracia de entreguerras. Casi se percibe el perfume de Chanel y se puede sentir al Gran Gatsby, entre lo underground y el lujo total".
Según Gala Mora, la técnica de la artista evolucionó con el tiempo, fusionando "la abstracción con el rigor clásico".
"En sus retratos, los fondos se construyen con estructuras arquitectónicas rígidas, que contrastan con la suavidad escultural de las figuras", dice.
"El dramatismo de sus composiciones recuerda a El Greco, mientras que sus colores intensos evocan la luminosidad del Renacimiento italiano", añade.
Entre sus obras más icónicas se destaca "Autorretrato (Tamara en un Bugatti Verde)", símbolo de la mujer moderna, independiente y poderosa.
También "La Bella Rafaela", un desnudo de enorme intensidad erótica, inspirado en las odaliscas de Ingres, atravesado por una estética modernista.
Otra gran obra es "Muchacha de verde con guantes", obra en la cual su dominio del color y la iluminación alcanza un punto altísimo.
Sus retratos, estilizados y lujosos, se convirtieron en un objeto de deseo entre la aristocracia y la élite europea. Duquesas, empresarios y celebridades los pidieron.
En la mirada de David Lorenzo Cardiel, "el aspecto que apenas varió a lo largo de la carrera de De Lempicka como pintora fue su elegancia más allá del ámbito personal. Su pintura, suave en su geometría, además de colorida, inspira una frialdad atractiva".
A medida que el Art Deco cayó en desuso tras la Segunda Guerra Mundial, Lempicka vio disminuir su popularidad. Se trasladó a Estados Unidos, donde intentó adaptarse a las nuevas corrientes artísticas, pero sin el mismo éxito.
Su estilo, considerado demasiado ligado a una era pasada, dejó de ser valorado en un mundo que se volcaba hacia el expresionismo abstracto y el minimalismo.
Durante años, su obra quedó relegada al olvido, hasta que en la década de 1970 el revival del Art Deco la rescató del anonimato.
Según Regina Sienra, "esa reivindicación se produjo después de la exposición retrospectiva ‘Tamara de Lempicka from 1925-1935’, en el Palacio de Luxemburgo en París en 1972. Ahora, su trabajo se ha vuelto extremadamente codiciado, especialmente entre las celebridades".
Coleccionistas, diseñadores y críticos comenzaron a reivindicar su legado, y figuras como Madonna, quien adquirió varias de sus pinturas y las usó en videoclips como Vogue, ayudaron a consolidar su lugar en la historia del arte.
Hoy, sus obras se exhiben en museos de todo el mundo, y su estilo sigue influyendo en la moda, el diseño y la cultura visual contemporánea.
Como señala Juan Batalla en un artículo publicado en Infobae, "la estética de Lempicka marcó una época. Es una de esas artistas que no se puede confundir".
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