"La civilización occidental y cristiana": el arte como un arma contra la barbarie
Nacido en 1920, Ferrari fue un creador que comprendió al arte como una herramienta de denuncia. Su obra, controversial y provocadora, no deja de resonar a la luz de la coyuntura.
Creada en 1965, “La civilización occidental y cristiana” es una de las obras emblemáticas de Ferrari. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
“Lo único que le pido al arte es que me ayude a decir lo que pienso con la mayor claridad posible, a inventar los signos plásticos y críticos que me permitan con la mayor eficiencia condenar la barbarie de Occidente; es posible que alguien me demuestre que esto no es arte; no tendría ningún problema, no cambiaría de camino, me limitaría a cambiarle de nombre: tacharía arte y lo llamaría política, crítica corrosiva, cualquier cosa”. Estas palabras las escribió el artista León Ferrari, quien este 3 de septiembre hubiera cumplido 104 años. Fue uno de los referentes del conceptualismo local, integrante del Grupo de Artistas de Vanguardia en la década de 1960.
Museo Nacional de Bellas Artes
Se lo reconoce, y hay consenso al respecto, como uno de los creadores más importantes y controversiales de Argentina, sobre todo a través de su obra “La civilización occidental y cristiana” (1965), una denuncia visual contra la violencia, la opresión y la complicidad de la religión con el poder político y militar. Andrés Duprat escribió en una oportunidad que Ferrari, en su trayectoria, puso en juego su aptitud en diversos oficios. “Artista multidisciplinario, era pintor, grabador, dibujante, escultor, también un gran teórico y polemista. Fue, definitivamente, un humanista, una personalidad de estilo renacentista en la contemporaneidad, interesado por todo aquello que atañe al hombre y su circunstancia”, señaló.
En términos estilísticos, Ferrari fusionó técnicas modernas y conceptuales, utilizando la figuración y la abstracción para transmitir mensajes. Uno de los rasgos distintivos de su trabajo era su capacidad para mezclar objetos cotidianos con símbolos religiosos y políticos, obligando así al espectador a revisar convenciones sociales y culturales. El año pasado, se realizó la muestra “Recurrencias” con obras de Ferrari en el Museo Nacional de Bellas Artes. En la oportunidad, los curadores Cecilia Rabossi y Andrés Duprat explicaron: “a lo largo de más de medio siglo de prolífica producción, una serie de preocupaciones recurrentes, como la religión, la intolerancia, el poder y la violencia, acompañaron a León Ferrari. Su posición crítica sobre la matriz cultural occidental y cristiana estuvo atravesada por la ironía y el sarcasmo. Buscaba despertar conciencias; planteaba el arte como un ‘altavoz’, un instrumento para transmitir y amplificar ideas, y reivindicaba su valor cuestionador”.
Una denuncia visual
Entre todas sus creaciones, se destaca “La civilización occidental y cristiana”. Realizada en 1965, es un collage de fuerte carga política donde coexisten un bombardero estadounidense B-52 con la figura de Cristo crucificado. Esta yuxtaposición generó impacto, ya que simboliza el papel de la Iglesia Católica en la legitimación de la violencia y la guerra, especialmente en conflictos como la Guerra de Vietnam, que estaba en pleno auge en los ‘60.
Museo Nacional de Bellas Artes
El bombardeo y la cruz, símbolos de poder y sacrificio, se funden en una imagen que cuestiona la moralidad de las instituciones que, bajo la bandera de la civilización y la fe, perpetúan la opresión. Ferrari utilizó esta obra para criticar la hipocresía de Occidente, mostrando cómo las justificaciones religiosas y morales encubren actos de barbarie. Esto no es antojadizo: como señaló Marina Oybin en un artículo publicado en Clarín en 2020, “el artista fue un gran estudioso de la religión: escribió ensayos sobre el tema que expuso en ponencias de congresos internacionales. En sus obras también aludió a Miguel Ángel, Giotto, El Bosco y Durero, artistas que escenificaron las amenazas y los castigos a quienes no seguían los preceptos de la fe”.
Archivo
La obra fue presentada en el Di Tella, punto clave del arte de vanguardia en Argentina en los ‘60. Causó rechazo en los sectores más conservadores, lo que llevó a su censura en varias ocasiones. Un artículo de Ernesto Ramallo en el diario La Razón en contra de la obra, motivó a Ferrari a publicar “La respuesta del artista” en la revista Propósitos. “Lo único que le pido al arte es que me ayude a decir lo que pienso con la mayor claridad posible, a inventar los signos plásticos y críticos que me permitan con la mayor eficiencia condenar la barbarie de Occidente; es posible que alguien me demuestre que esto no es arte; no tendría ningún problema, no cambiaría de camino, me limitaría a cambiarle de nombre: tacharía arte y lo llamaría política, crítica corrosiva, cualquier cosa”, esgrimió.
Esta censura incrementó la visibilidad de la obra y la convirtió en símbolo de resistencia contra el autoritarismo. A lo largo de los años, Ferrari y su denuncia visual sirvieron para dialogar con cada nueva crisis política o social, sea en Argentina o en el mundo. En 2007, cuando la obra fue expuesta en el Centro Cultural Recoleta en Buenos Aires, otra vez fue blanco de ataques y protestas. Pero, a la vez, recibió el apoyo de quienes veían en ella una crítica necesaria.
Un artista vigente
El arte de Ferrari se caracteriza por su compromiso con las problemáticas sociales y políticas de su tiempo. El uso de imágenes fuertes y contrastantes, como en “La civilización occidental y cristiana”, fue una de las herramientas más poderosas en su obra. También utilizó esculturas hechas con alambre, en las que elaboraba complejas estructuras que parecían representar jaulas o cárceles, ecos de su preocupación por la libertad y los derechos humanos.
A lo largo de su vida, León Ferrari fue galardonado con varios premios, entre ellos el León de Oro en la Bienal de Venecia en 2007. A pesar de las controversias, su obra sigue siendo estudiada en el contexto del arte político de América Latina. Sus trabajos son una referencia obligada para quienes analizan la intersección entre arte y activismo. Hoy, más de un siglo después de su nacimiento, su obra sigue siendo incómoda, pero eso es precisamente lo que la hace relevante.
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