El pintor santafesino que encontró su musa en el río
Desde su acercamiento al arte en los cafés hasta su consagración internacional, su obra muestra una vocación por representar el paisaje litoraleño. El recuerdo de una entrevista con El Litoral en enero de 1977.
En el verano de 1977, Molinas recibió a El Litoral en su estudio de calle Francia y contó detalles de su vida y obra. Foto: Archivo El Litoral
Matías Molinas es uno de los grandes artistas santafesinos del siglo XX. Nació en 1911 y falleció en 1994. Fue ilustrador publicitario, luego trabajó para diarios locales. Egresado en la Escuela Provincial de Artes Visuales Juan Mantovani, ejerció la docencia. Es reconocido como uno de los pintores más representativos de la pintura del litoral. Fue integrante del Grupo Setúbal. El óleo y la acuarela fueron sus elementos predilectos. En enero de 1977, cuando tenía 65 años, brindó una extensa entrevista a El Litoral, que fue publicada el día 30 de ese mes. A continuación, se transcriben las ideas centrales que el artista transmitió en aquella charla.
“Rodeado de pinturas y esculturas, en medio de la luz que baña las paredes de su espacioso estudio de calle Francia, se detiene a recordar. Mira hacia atrás serenamente, tanto como cuando se aventura a hablar, sin exaltaciones, de un mañana próximo. Humilde y amplio, generoso en los juicios, demuestra poseer la sabiduría de los justos. Se llama Matías Molinas y es pintor desde siempre. Esa misma sencillez, ese tono íntimo que lo recorre por dentro y por fuera, es lo que también lo hace creer “de otra manera”, tal vez, en los fundamentos del arte”.
Obra de Molinas que pertenece a la colección de Santa Fe Arte. Foto: Santa Fe Arte
“Entiendo al color no sólo en sus valores intrínsecos de luz de intensidad, de gradaciones, sino fundamentalmente en su limpieza. Así, sólo así, entra a mi entender en la categoría de lenguaje o de calificación de las formas”.
“Es artista figurativo y lo seguirá siendo porque necesita la forma que le sugiera un contenido, aún dentro de la síntesis y la estilización. Y ama el paisaje, que para él es una necesidad de espacio. ‘El río me está rodeando siempre, aunque esté lejos de él’”.
Arte de la Argentina
El pasado y sus anécdotas
“Matias Molinas rememora sus mocedades con transparente entusiasmo. Recuerda las largas charlas de café en El Paulista, La Cosechera, entre escritores, artistas, jugadores de ajedrez. Allí conoció a Martín Gelabert, un español llegado a Santa Fe, quien era experto dibujante. La admiración y la simpatía se dieron la mano en esta amistad, por lo cual no fue fortuito que al poco tiempo instalaran juntos una publicidad titulada Argos. Llenaron, por aquella época, la calle San Martín con unos extraños espejos publicitarios”.
Archivo El Litoral
“Paralelamente comenzó a hacer caricaturas con particular gracia y destreza. El aguijón del dibujo ya le había picado. Y se va a Buenos Aires: a ver, a aprender, a conocer mundo. Pero la madre lo hace volver antes del año. Y ya está de nuevo el veinteañero, en la ciudad. Entra como empleado de Obras Públicas de la Municipalidad y durante varios años, entre los planos y bocetos, arrecian las caricaturas, Ilustra por entonces para varios diarios locales, apareciendo en El Orden la mayor parte de sus trabajos”.
Puertas que se abren
“Pero no era eso lo que en realidad quería. Un familiar le trajo un libro sobre el Museo del Prado. Gran deslumbramiento. Pero los días pasaban sin lograr ‘entrar’ en lo que ansiaba y esperaba de sí. Un amigo, Ramón Molinas, lo lleva inconsultamente a la recientemente creada Escuela Provincial de Bellas Artes. Corre el año 1940. Matías Molinas no se decide, pero entre el grupo de conocidos lo obligan a la inscripción. Desde ahí, una sucesión de felices descubrimientos, de días sin tregua en el aprendizaje, de maestros inolvidables”.
“‘Jamás podré olvidar lo que fue aprender al lado de Orlando Pierri, Gustavo Cochet, Casas Ocampo, José Planas Casas. Hombres que daban todo de sí, que enseñaban a dibujar y pintar una manzana, pero no una manzana más, sino precisamente ésa. La escasez de libros sobre arte estaba así generosamente compensada con la entrega de estos maestros de verdad’”.
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“Por otro lado, el joven artista complementó los estudios con mucha lectura, con algunos viajes a Buenos Aires, con la fervorosa práctica en su propio taller. Cierta vez, dibujando una damajuana junto a Sergio Sergi surge un malentendido. El maestro (‘nada blanco, nada negro’), insiste sobre un aspecto del claroscuro. Circunstancialmente interrumpido por visitas, el alumno no termina de hacer lo que le indican. Al final, Sergi, definitivo, remata: ‘No sé cuál de los dos está de más’. Al escucharlo, Matias Molinas no atina a dar una respuesta y se retira anonadado de la escuela afirmando que no irá más. La anécdota concluye esa misma noche, bajo una lluvia penetrante, en que el propio maestro va a la casa del alumno, lo saca de la cama, y terminan en una mesa de café del Mercado de Abasto, hasta la salida del sol”.
Nuevos horizontes
“Llega el día que los estudios terminan con el otorgamiento del consabido diploma. Matías Molinas, que sigue trabajando en la Municipalidad, es impulsado por Planas Casas a que deje aquello y vaya a enseñar a la escuela. La congénita modestia del joven pintor le impide aceptar. Pero los propósitos de quienes creen en él, terminan por triunfar. Y en 1948 entra de profesor en la Escuela Municipal de Bellas Artes, donde continúa durante casi siete años, hasta que después pasa a la Provincial, establecimiento en el que se retira en 1971”.
Archivo El Litoral
“‘Deposité todo lo bueno que había aprendido de mis maestros, tratando siempre de que mi linterna no alumbrara de golpe en los ojos de los muchachos”. Matías Molinas reconoce que aprendió mucho en esta etapa, ya que la enseñanza lo obligó no sólo a leer cada día más, sino también a ver, a respetar lo que hacían los otros. ‘Así-afirma-, uno llega a sentirse dueño de los triunfos de sus alumnos, porque de alguna manera se va creciendo juntos, tanto como juntos se experimenta e investiga’”.
“En la conversación, entre recuerdos y definiciones, entre la memoriosa lista de nombres con quienes conviviera en el largo camino del arte, Molinas descubre su infatigable tesón por pintar cada día más. Desde aquella primera muestra de artistas noveles que hicieron en la Casa del Artista con Ernesto Fertonani y Mario Velázquez, hasta hoy, ha expuesto en más de un centenar de muestras individuales y colectivas dentro y fuera del país”.
Archivo El Litoral
Visión del presente
“Obras suyas hay en Irlanda, EE. UU., España, Alemania, Italia. Por sobre lo circunstancial del destino es sugerente que su obra guste y sea interpretada por sensibilidades e idiosincrasias opuestas. Sin embargo, su paisaje (‘No sé si soy un pintor americanista: somos tan cosmopolitas’), ha recibido el aplauso de diversa crítica extranjera y es disputada por conocedores que visitan el país”.
“Y mientras cuenta su emoción de haber conocido e intimado con Spilimbergo, con Mena, con Gambartes; mientras apunta su última obra: una pintura para decorar una de las salas de la nave Santa Fe II, de la Marina Mercante; mientras descubre su admiración por Goya o define a la pintura como ‘una forma del conocimiento sensorial y sensitivo’, Ia tarde termina de caer sobre el estudio”.
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