Enrique Cruz (h)
(Enviado Especial a Concepción, Chile)
Nuestro compañerito Enrique Cruz sigue del otro lado de Los Andes... molestando.
Enrique Cruz (h)
(Enviado Especial a Concepción, Chile)
Es muy divertido uno de los compañeros de ruta, sobre todo cuando hay que compartir casi 600 kilómetros por estas autopistas excepcionales que tiene Chile y de las que uno siente envidia, más allá de la fortuna que hay que pagar de peajes. Es muy divertido porque comienza a hablar de su mujer con mucha ternura, cariño y también realismo. Es que falta poco para el retorno, ya uno siente muchísimo el trajín, el físico empieza a pasar factura y cuando la temperatura es tan rigurosa, peor todavía. Sé que “algunas” no la pasarían nada mal, porque ahí nomás se tomarían una caipirinha, un buen pisco o cualquier bebida espirituosa que caliente rápidamente el cuerpo. Lo que sea, con tal que contenga alcohol. Las conozco muy bien. Y no doy nombres para que después no anden pateando puertas por el Diario pidiendo el derecho a réplica. ¿Qué derecho a réplica quieren si lo único que me piden es que les lleve licor de oro?... Algo que, dicho sea de paso, aún no vi, pero me tomé unos buenos vinos para estar cerca de ellas, de alguna forma.
Volvamos a lo nuestro y a lo divertido de uno de los compañeros de ruta. Divagando y mechando fútbol con temas de la vida en el largo viaje desde Concepción, me hizo reir a carcajadas. El tipo respiró profundo, largó el aire violentamente, juntó los labios, miró al frente y tiró el primer concepto: “Con mi mujer estamos teniendo diálogos realmente muy afectuosos, casi me animo a decirte que de amigos. Me pregunta por el trabajo, me cuenta que escucha mis envíos, que lee mis artículos, que en casa está todo más que bien, que a los partidos van los novios de las chicas y arman unas comilonas de aquellas... Me trata como a un amigo”.
Eso fue sólo el comienzo, porque después vino todo el repertorio. “Yo sé lo que va a pasar ahora, cuando vuelva. Me van a dar pelota media hora, hasta que desparrame los regalos... En realidad, cuando llegue a casa, me van a acompañar hasta que abra las valijas. El trámite podrá durar cuánto, veinte minutos, media hora exagerando; seguramente a la hora que llegue estarán todos, mi mujer, las chicas, los yernos, mi suegra, los parientes, todos. Pasará la media hora citada y retornarán a sus actividades normales, las cuales, naturalmente, a mí no me contemplan, ni siquiera las de mi mujer. Y ahí quedaré, probablemente con el perro si es que todavía le quedan ganas de soportarme después de tantos días sin verme...”.
Un fenómeno. Y aclaro que no le creo demasiado, pero seguramente el domingo a la noche o el lunes, lo voy a llamar para preguntarle si todo lo que presagiaba, ocurrió. Él dice que no tiene dudas. Y que la respuesta será la de un sí rotundo.
Réplica directa
por Romina Santopietro
Mire, no muy estimado Cruz: nadie va a patear ninguna puerta en la redacción.
Probablemente sí sea pateada su humanidad, si se atreve a volver sin los -prometidos por usted y frente a testigos- regalos.
Pero viendo el tenor de todas sus anécdotas de viaje, se puede presuponer que traerá un bolso lleno de ... ¡excusas! y cocodrilos en los bolsillos.
Dicen que el verano en Chile es muy hermoso. ¿No quiere quedarse a comprobarlo?