En Argentina, lo que más crece es el dólar y el fútbol de esta selección
Sin el fantasma de la "Messidependencia", haciendo funcionar el doble "9" y con un grupo empecinado en conjugar estética, belleza y solidez. Estos muchachos cruzan el Atlántico para venir a ponerse la celeste y blanca y se potencian.
El tiro de esquina de Messi casi se convierte en olímpico. La pelota superó el esfuerzo de Coronel y pegó en el travesaño. Después, Messi clavó un tiro libre en el poste derecho. En total, Argentina tuvo tres tiros en los postes (el restante fue de De Paul). Crédito: Agustin Marcarian / Reuters
Dijo Eduardo Galeano: "Me atrae la capacidad del fútbol para la belleza. Cuando se juega bien, el juego es una danza con la pelota". Sé que la perfección no existe, porque si existiera, la selección debería haber ganado por goleada el partido del jueves en el rugiente Monumental. No lo hizo. Y en la virtud estuvo el defecto. El virtuosismo de haber jugado un enorme partido, sobre todo en el segundo tiempo y sin Messi en la cancha con todo lo que eso implica. El defecto de no haberlo traslucido en más goles, en una diferencia en el resultado que no lo transforme en "pijotero" y que lo acerque a la realidad de la distancia abrumadora que hubo entre los dos equipos.
Ya mencioné (la ausencia de Messi) uno de los aspectos para analizar, pero hubo otro:
* 1) El contundente final de la histórica película de la "Messidependencia". Desde que Messi se convirtió en ese fenómeno incomparable (o sea, desde siempre), hablamos de la necesidad de armar un equipo que pueda valerse sobre sí mismo y que no lo obligue a hacerse cargo de todo. Recuerdo aquél partido por Eliminatorias ante Brasil, en Rosario y bajo la conducción de Maradona, cuando Messi bajaba casi hasta detrás de la mitad de la cancha para buscar la pelota e intentar la heroica. El jueves, la selección dio una demostración de fútbol, una verdadera cátedra en la que abundaron toques, lujos, asociaciones en todos los sectores de la cancha, variantes, precisión en los pases y casi todo lo que se le puede pedir a un verdadero equipo. Digo casi todo porque, al igual que Scaloni, entiendo que la única falla fue no convertir más goles. Y todo eso se logró sin Messi en la cancha.
El momento preciso en el que Nicolás Otamendi empalma el tiro de esquina perfectamente ejecutado por De Paul, aprovechando la marcación zonal de los paraguayos en ese tipo de jugadas.
* 2) La muy buena complementación de los dos "9". Es cierto que Julián Alvarez no es igual a Lautaro Martínez. También es verdad que, en sus comienzos, Julián era volante por los laterales en River. Y que es un jugador con el suficiente manejo como para moverse por todo el frente de ataque y no sólamente para habitar el área rival. Pero ha sido una variante muy poco utilizada por Scaloni, quizás porque siempre uno de los dos puntas es Messi. Pero la dupla Julián-Lautaro mostró un nivel de entendimiento, de búsqueda constante y de complementación que abre una perspectiva más que interesante para el futuro.
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Es notable lo que pasa con estos muchachos. Cruzan el Atlántico para venir a jugar con la selección y se potencian. Son campeones del mundo y se "creen" los mejores. No lo digo con arrogancia, todo lo contrario. Es la cabal muestra de esa autoridad y confianza plena que se tienen. El "Gordo" D'Alessandro, aquél ex arquero de San Lorenzo en los 70 y panelista del famoso programa "El Chiringuito" en España, dice que "Argentina es la mejor selección de la historia" y que "el Cuti Romero es mejor que Passarella". Respecto de esto último, puede faltarle el poder goleador que tenía el "Káiser", pero a la hora de defender, "está ahí" de ser ese jugador impasable, fuerte, aguerrido y que no pierde una dividida. Y en cuanto a ser la mejor de la historia, puede ser algo opinable y rebatible como lo es todo en fútbol, pero ese concierto futbolístico que despliega este equipo, no exento de buenos resultados (perdió un solo partido en 50 y es campeón del mundo), exime de mayores comentarios.
Hay una simbiosis futbolera, una comunión humana que se traslada a la cancha. "Estos muchachos son amigos", dice con firmeza el técnico cuando explica algunas cosas que pasan en la cancha, como el gesto de Otamendi de devolverle la cinta de capitán a Messi cuando el "10" ingresó a los pocos minutos de iniciado el segundo tiempo con Paraguay. Y quiénes han jugado o juegan al fútbol saben de la importancia de formar un buen grupo, sin egos, sin divisiones, sin grietas, sin ningún tipo de vedettismo, alejado totalmente de aquéllas fábulas e inventos de otros tiempos, como cuando se decía que era "el club de amigos" de Messi. ¿Dónde quedó aquéllo del "club de amigos"?, ¿dónde están los que lo afirmaban con puntos y comas?
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Por último, otra cuestión que quisiera resaltar: la manera agresiva con la que el equipo se pone el "cuchillo entre los dientes" y va a recuperar la pelota como si se tratara de una presa que no se puede escapar. No sé qué porcentaje de posesión hubo el jueves (supongo que muy alta a favor de Argentina), pero de lo que estoy seguro es que Paraguay no pudo dar tres o cuatro pases seguidos, no tanto por imprecisión o defecto propio, sino porque Argentina no lo dejó. Y no lo dejó a partir de esa capacidad, también notable como la de su fútbol, para ir a recuperar la pelota con una convicción rayana con la obsesión.
(231013) -- BUENOS AIRES, 13 octubre, 2023 (Xinhua) -- Imagen del 12 de octubre de 2023 del jugador Rodrigo De Paul (d), de Argentina, disputando el balón con Iván Ramírez (i), de Paraguay, Rodrigo De Paul fue el que más "ligó" el jueves en el Monumental. Jugó un gran partido, como el resto de sus compañeros. Crédito: Xinhua/Martín Zabala
Scaloni para a los defensores en la mitad de la cancha. Entonces, ellos son el respaldo y los que cuidan las espaldas de los volantes. Cuando se pierde la pelota, van todos detrás de ella. Y el rival que la tiene, se siente rodeado, sometido y reducido a perderla o a largarla sin tener el instante de calma para fijarse hacia dónde tiene un compañero desmarcado. La presión que mete esta selección es otra faceta que la distingue. Y en esa función no hay lugar para distraidos o desobligados: la responsabilidad es de todos.
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En este país, crece el dólar, la inflación, la pobreza y también crece el fútbol de la selección. Es el bálsamo, el momento de regocijo, de alegría (cada vez con más pocos motivos) que tiene un pueblo sufrido. Por eso, cada vez que juega la selección se vive una fiesta. Y no hay nada más lindo, en fútbol, que ver a un equipo jugar bien y también jugar lindo. Es la mayor conjunción, la que reúne belleza, armonía, solidez y convicción. Insisto en algo: estos muchachos cruzan el Atlántico, entran al predio de Ezeiza, se ponen la ropa celeste y blanca y se transforman, se convierten en algo fantástico y de excelencia.
Pueden venir tiempos complicados, pero hay una idea totalmente consolidada. Todavía traemos el empuje de Qatar, pero está claro que si algo no le va a pasar a este grupo, es caer en el error que cometieron otros. No hay aburguesamiento que valga para este plantel. Se juntan para disfrutar, para jugar cada vez mejor al fútbol y para ganar. Nada les quitará la gloria alcanzada el año pasado, pero ellos están empecinados en seguir ganando. Y lo están demostrando.
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