Daniel Monticelli
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A medida que pasa el tiempo, la madurez que adquiere un ser humano permite ver y analizar los hechos y acontecimientos con otra perspectiva, quizás más certera y/o con mayor profundidad. Para nosotros, los que vivimos de, por y para el automovilismo deportivo, el acontecimiento que sucedió aquel 17 de octubre de 1981 (del cual mañana se cumplirán 30 años), cobra cada día, a cada momento, mayores dimensiones... ¿Quién puede imaginar hoy a un argentino disputando una carrera de autos que dependiendo del resultado, tenga la gran posibilidad de coronarse campeón del mundo de la Fórmula Uno? Como mencionan los más chicos: es algo groso, ¿no? Y eso fue lo que realmente pasó con un santafesino, Carlos Alberto Reutemann.
Sí, el “Lole” de Santa Fe. Ése que después de Juan Manuel Fangio (con sus cinco títulos de campeón como estandarte), fue sin ningún tipo de dudas, el mayor representante que tuvimos los argentinos en el máximo deporte motor universal. Los más puristas coinciden, asumen y opinan que fue en la “época más dorada de la F-1”, la de la década del ‘70 y principios de los ‘80, que no es poco.
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