En la cuenta regresiva a los ruidosos “100”, esta edición número 91 del clásico de Santa Fe está dominada por algunas cuestiones que lo hacen diferente. Por más que un clásico siempre será un clásico. Pero el hecho que Colón, apenas algunos días antes, se ganó el derecho de jugar la final única de la Copa Sudamericana desvirtuó esa parte tan linda que siempre tiene la previa de cada partido en la ciudad de Garay desde todos los tiempos. Porque más allá que Vignatti “picó” la previa del clásico con esa frase que calentó el derby más tranquilo de los últimos tiempos —
“Para nosotros no es el partido más importante, estamos pensando en la Copa”—, hay algo que es real y no tiene que ver con el famoso “folclore”: toda la semana la gente sabalera se la pasó buscando entradas, visitando sitios, probando tarjetas de créditos de distintos proveedores, intentando comprar por una web paraguaya, espiando hoteles en Formosa y hasta viendo un posible cruce en balsa al Paraguay. Así, la semana se pasó “volando”.
Del otro lado, con Unión sin grandes problemas de promedio —arrancó con 16 equipos abajo y ahora se complicó solo con esas cuatro derrotas al hilo—. , clasificado para la Sudamericana 2020 y en medio de una alevosa sangría (se fueron ocho jugadores titulares-titulares de los últimos años), siempre se supo que el gran objetivo del Tate en este 2019 pasaba por ganar el clásico “como sea” para seguir arriba en el historial.
Hace varios capítulos el clásico esta afectado de “empatitis”, parece la parda y hacer tablas lo que mejor le cae a los dos en los últimos tiempos. Se juegue en la cancha que se juegue. La gente, de los dos lados, tiene la sensación que hay más miedo que ganas y más temor que ideas revolucionarias con la pelota en los pies.
A su vez, al clásico lo juega la gente con frases callejeras: “Que ganen el clásico ellos, que nosotros vamos por una estrella” dice —agrandado— el hincha sabalero. “Están abriendo el paragüas por si pierden, casi siempre les ganamos con Madelón”, responden los tatengues.
Y a la hora de las palabras, muchos suponen algo que es propio de los que nunca pateraron una pelota ni siquiera en un “picado”, sin ningún tipo de sustento. Insisto: es el imaginario popular del que nunca se atropelló ni siquiera con una pelota:
— Frase 1: “Si juegan los titulares de Colón, se van a cuidar, nadie va a arriesgar porque en un mes es la Final de la Copa Sudamericana”.
— Frase 2: “Hay que tener cuidado en las pelotas divididas, porque los de Unión se juegan la vida con el clásico y no tienen otro objetivo”.
El que piense que alguno de los once titulares que ponga Lavallén se va a “cuidar” pensando en la Nueva Olla es porque nunca tocó una pelota. Y el que piense que algún jugador de Unión puede lastimar a alguno de Colón no tiene idea de lo hermoso que es jugar al fútbol.
Nadie se cuida para un partido cuando faltan 33 días, por más que ese partido sea una final continental. Y nadie entra a trabajar pensando en lastimar a un colega. Esa estúpida idea debe quedar desterrada desde el vamos.
Después no hay que recibirse de mago para adivinar que de las piernas y de la cabeza, Colón llega mucho mejor que Unión en todo sentido. Habrá que ver si el dueño de casa lo puede equilibrar con el aliento de su gente y con el corazón de sus jugadores. De los últimos seis partidos, el Tate apenas ganó uno. En ese mismo tiempo, Colón sacó adelante todos los objetivos que se propuso: empezar a sumar en la Superliga, avanzar en la Copa Argentina y meterse en la final de la Copa Sudamericana.
Si bien uno estará en el palco arriba y otro en el banco de suplentes a nivel de césped, bien se podría “vender” el partido 91 del historial diciendo que se enfrentan el presidente más ganador (Vignatti) con el técnico (Madelón) que tiene la receta para casi siempre ganarle a su tradicional rival como jugador primero y como entrenador después. Los números propios de cada uno en el clásico no dejan dudas y son contundentemente reales.
A pesar de la frase picante de Vignatti, quitándole fuego al clásico, Lavallén dispuso —en principio— poner “todo” lo que tiene. Lo mejor de lo mejor. Los once de la hazaña brasilera en el Mineirao, los que escribieron la página más dorada y brillante de la historia de Colón.
Y en el caso de Madelón pone lo que puede poner en una proceso que, se sabía, no sería gratis para Unión: Nereo, los dos Pittón, Fragapane, Zabala, Acevedo, Gamba y los puntas. Del proceso histórico con aplausos rojiblancos sólo sobreviven en López y Planes: Damián Martínez, Yeimar y Bottinelli. ¿Alguien pensaba que sería fácil, de la noche a la mañana, armar un equipo que nuevo y que de una empiece a jugar bien ganando partidos?. Si hubiera pasado éso, hubiera sido un milagro.
Para Lavallén será su debut en el derby local, con esa racha increíble de un año y medio sin poder ganar —en Superliga— un partido en condición de visitante. Por lo tanto, rendirá una materia nueva. Para Madelón será una “bolilla” conocida que casi siempre rinde bien, como si repitiera todo de memoria.
A Colón su gente y el dirigente más importante de su historia —José Néstor Vignatti— lo liberó de las presiones habituales que genera un clásico en la ciudad de Garay. Del otro lado, Unión está obligado más que nunca: porque es local en el 15 de Abril, porque está arriba por uno en el historial, porque su arranque no es bueno en la Superliga y porque es el único objetivo real que le queda en este semestre de 2019. Ojalá no empaten. Porque sino el clásico más parejo del mundo se recibirá de aburrido en Santa Fe capital.