Después del naufragio ante Ecuador, es hora de que la Selección Argentina pise tierra firme
El “Capitán Dibu” nos salvó de un retorno anticipado. Ahora viene la semifinal ante un equipo al que Argentina le ganó, pero del que no hay que confiarse a pesar de que somos candidatos. Hay que salir de esa mediocridad que desluce a los campeones del mundo.
Lionel Messi y una noche lejana a su mejor versión en los futbolístico y lo físico. Crédito: Maria Lysaker-USA TODAY Sports
Cualquiera sea la suerte de este equipo en esta Copa América, nadie le podrá quitar lo logrado ni tampoco le restará ese pedazo enorme de gloria conseguida. El desarrollo de este torneo y el camino que nos ha tocado transitar en esta fase final, nos ha puesto en condiciones de aspirar a jugar la final. Distinto es lo que pasa del otro lado de la llave, donde ya se “mataron” Uruguay y Brasil (entre los dos acumulan 24 ediciones ganadas), mientras que ahora será el turno de algo similar entre Uruguay y Colombia. A la selección argentina le ha tocado un camino más fácil en los pronósticos previos. No lo fue tanto en la realidad, porque estuvo muy cerca de quedar eliminada ante una Ecuador que la puso en serios problemas.
Scaloni se refirió a las dificultades que le podía plantear el rival de antemano, es cierto. Pero al margen de aceptar que los ecuatorianos fueron más de lo que muchos suponíamos, hay algo que debe ponerse por encima de todo en el análisis: la actuación de Argentina. Y Argentina jugó mal, le faltó solidez atrás, fue imprecisa en el medio, atacó poco y por momentos se la vio extremadamente lenta, muy parada, demasiado estática. Eso le quitó sorpresa. La hizo totalmente previsible y muy pocas veces pudo aprovechar alguna ventaja que el rival pudiera darle. El español Sánchez Bas, que ya es historia al frente de la selección ecuatoriana, planteó bien el partido. Rodeó a un Messi apagado, visiblemente reducido en su condición física. Tapó a los que podían generar algo de juego y atacó más de lo pensado. Esos quince minutos iniciales del partido, ante un rival de más jerarquía a la hora de definir, se hubiesen lamentado mucho más de lo que se lamentó. Ecuador le perdonó la vida a Argentina en ese momento y también en el final del partido, cuando con el empate justicieramente concretado, tuvo un par de situaciones extremas que no terminaron en gol porque no fueron precisos para definir. Y después, lo ya sabido de ese monstruo que tiene Argentina en el arco y que se llama Emiliano Martínez.
¿Es mejor que haya tocado Canadá a que el rival hubiese sido Venezuela?, francamente, cualquiera de los dos debiera ser menos que Argentina. Bastante menos, me animo a decir. Claro que hay que preguntarse comparada con qué Argentina. Si es con la de Qatar, si es con la de algunos partidos de Eliminatorias ganados de manera sobrada o si es con este equipo que ha ganado bien los tres partidos de la fase de grupo, pero todavía sin jugar con el nivel que está en condiciones de encontrar.
Lautaro Martinez, el goleador de la Copa América. Crédito: Maria Lysaker-USA TODAY Sports
Ya con Canadá tenemos un antecedente en el que hay algunas cosas que se deben tener en cuenta: 1) que es un equipo que no tiene temores en atacar y no va a regalar tan fácilmente la supremacía del partido; 2) que tiene una interesante fortaleza física que intentará hacer que prevalezca; 3) que son inocentes para defender; 4) que se preocupan mucho por Messi, tratan de cercarlo poniéndole dos o tres jugadores muy cerca y que eso tiene que ser aprovechado por el resto en la generación de espacios; 5) que tienen un muy buen jugador (Alphonse Davies), que se proyecta bastante y aparece por sorpresa (lo sufrió bastante Molina en el primer partido); 6) que esa inocencia defensiva también se basa en la desconcentración que tienen por la marca y que Argentina aprovechó para meter pelotazos que dejaron solo a varios de sus jugadores (Messi fue uno de ellos e increíblemente marró en los dos mano a mano que tuvo en el partido).
Scaloni no piensa mucho en la modificación del esquema, pero aspira a un cambio de nombres que mejore el rendimiento del otro día. Montiel y Acuña (si se recupera), podrían tener la chance de pelear el puesto con Molina y con Tagiafico; Paredes surge como una alternativa para el opaco Enzo Fernández en el medio (con De Paul y con MacAllister confirmados), mientras que a Messi habrá que ver si lo acompaña Lautaro Martínez o vuelve Julián Alvarez para ser el “9” del equipo y si Di María ingresa desde el arranque con Nicolás González, algo bastante factible de darse.
Nicolas Gonzalez y el duelo con Ángelo Preciado. Crédito: Maria Lysaker-USA TODAY Sports
Mencioné a Messi. Es de esperar que estos días y la prueba del otro día (jugó todo el partido), le permita jugar con más confianza y sin tantos temores. No quedan dudas de que él hizo todo el esfuerzo, que quería estar y posiblemente haya pedido estar. Como también pidió que no lo sacaran, cuando, en realidad, era un cambio que Scaloni debía arriesgarse a hacer, teniendo en cuenta la intrascendencia infrecuente en la que se movía Messi, deambulando sin encontrar la pelota. No sólo que no hubo plus de Messi, sino que Messi terminó siendo una figura decorativa que no le dio ninguna utilidad al equipo. El mismo Scaloni dijo luego del partido que “Messi jugó a la altura del equipo”, o sea, admitió que Messi jugó mal. Y esto no es algo que se pueda tomar con naturalidad, porque casi nunca ha pasado.
“Estos muchachos pueden aparecer en cualquier momento…”, dijo Scaloni. Es cierto. Y es hora también de que esto ocurra. Argentina no puede permitirse otro partido de mediocridad como el del otro día, con jugadores deambulando por la cancha, sin respuestas ni tampoco correcciones desde afuera para cambiar la historia. Todos, incluido el técnico, tienen que tomar el partido ante Ecuador del jueves en Houston como un tirón de orejas para que despierte, un llamado de atención, una “tarjeta amarilla” que recibió el equipo y que debe evitarse que se repita, porque allí aparecerá la “roja”. Y chau, a otra historia.
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