MIAMI, Estados Unidos (Enviados Especiales)
La misa del Inter de Miami tiene muchas cosas argentas. Pero no quitan esa costumbre americana de la salida social. Lo viven a su manera: vieron el gol comiendo y bebiendo.
MIAMI, Estados Unidos (Enviados Especiales)
Así como Las Vegas se encontraba en el desierto de Mojave, en el que existían sólo una serie de zonas húmedas que el aventurero español Antonio Armijo fundó en 1829 (zona escasamente habitada por indios Paiutes) y se armó una ciudad de la nada misma, este Mundo Messi en el Inter de Miami es lo mismo.
Así como los primeros blancos en asentarse fueron los mormones hacia 1855, fecha en la que pasó a formar parte de los Estados Unidos ya que hasta entonces Las Vegas pertenecía a México, acá el primer blanco que les enseñó lo que es una pelotita de fútbol se llama Lionel Messi.
Para llegar a la Casa Rosada del Inter (JP Morgan le compró el naiming por dos años al ahora Chase Stadium), hay que recorrer una hora desde Miami. La cancha, lindante con un campo donde bajan avionetas, se armó en el medio de la nada.
Y así como en Las Vegas en 1864 el ejército construyó el Fuerte Baker dando un impulso al asentamiento de población que se armaría como tal el 15 de mayo de 1905 con la llegada del ferrocarril (es cuando de hecho nace la ciudad), acá el año pasado llegó el GOAT argentino para construir esta fortaleza.
Entonces, acá también en Fort hubo legalización del juego (en Las Vegas fue en 1931 y en 1941 se empezaron a construir grandes hoteles con casinos), desde la llegada del “10”.
Ponen las banderas en la tribuna como las hinchadas argentinas, tienen barra brava, cantan como en nuestro país y hasta se animaron a cambiarle la letra a “Muchachos…” Los trapos tienen leyendas argentas y se cuelgan, desordenados a la manera criolla. Los que cobran los estacionamientos (el parking), gritan como los trapitos de Argentina.
Se ven camisetas de Messi, algunas de Maradona y el estadio se viste de rosa. Sale el equipo y hay un show de fuegos artificiales que parece no terminar. En la tienda oficial, donde en las primeras 48 horas que llegó el “10” se vendieron 750.000 camisetas, la alternativa negra del Inter está “sold out” como dicen ellos. La rosada, con el número del GOAT, se vende a 199 dólares con 99 centavos. Eso sí, “el que es socio o tiene abono le hacemos un 10 por ciento de descuento”.
Una pelotita rosada de souvenir se vende a 15 dólares; un imán con el escudo a 12. Más allá de la marca verde que sponsorea, desde que llegó Messi el Inter vende su propia cerveza que se llama “La Tropical” en una lata rosada.
Cuando el Inter tiene la pelota, así como en la NBA gritan “defense…defense” cuando lo atacan al Heat, acá los hinchas hacen un zapateo sobre el montaje donde están las butacas para hacer ruido con los pies. Increíble pero real (me hizo acordar en los Inter-Facultades de la Católica cuando le pegábamos a la tribuna de Banco Provincia).
En la tribuna, atrás del arco, una barra brava en miniatura. En el mismo arco, pero arriba, una experiencia Hard Rock, donde cenan mientras se juega el partido, con pases VIP que son obscenos.
En el entretiempo, para quienes “tienen la pulserita” (así explican los empleados ante la consulta) que habilita, hay algo poco entendible. Y está bien que habiliten con una “pulserita”, porque es lo más parecido a un All Inclusive del Caribe. Parece un casamiento. Comida, dulce y salada, de la que imaginen. Bebidas para ir a la guerra.
Entonces, justo allí donde El Litoral se encontró con Facu Farías (los jugadores tienen un identificador que dice “Family”), arranca el complemento y las pantallas (hay TV LED colgado por todos lados) muestran que casi un mes después vuelve a jugar Lionel Messi con la “10” del Inter. No sólo que unas 500 personas no ven su vuelta en “Las Garzas” sino que además vieron su gol y su asistencia cenando. “Lo disfrutamos desde acá, porque estamos en familia”, nos dicen sin ponerse colorados.
En eso, por más que el montaje artificial parezco argento, no dejan de ser americanos. En cuerpo y alma; en hambre y sed. En ese “Good Show” que nunca para-
Otra rareza: por momentos le dan más bolilla a las pantallas gigantes que al partido en sí. Explotaron mucho más cuando vieron que estaba Daddy Yankee a que cuando entró Messi a cambiar la historia de un partido que estaba perdido antes de arrancar (el “Tata” cuidó a los titulares para la revancha en Monterrey). En cuanto a las personalidades, cada partido con Messi parece la alfombra roja de los Oscars. “Siempre algún muñeco aparece”, dicen.
Así, una noche volvió el “10”, con golazo y asistencia. Hizo de un equipito, un equipo en apenas un ratito. Lo que Messi muestra en campo ya lo conocemos todo; lo que Messi generó en el medio de la nada es una experiencia increíble. Como en Las Vegas, donde no había nada en el medio del desierto y hoy es todo juego, dinero, hoteles imponentes, casinos, luces y glamour, la historia del Inter con el GOAT en Miami (por ahora en Fort) es igual. De la nada, armaron un equipo al que no lo iba a ver casi nadie. Hoy conseguir un ticket es más complicado que un billete de dos dólares. Ese “Good Show” de Messi es una experiencia digna de ser vivida. Porque encima, ahí abajo, sigue haciendo de las suyas.
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