Inspiró un cuento de Julio Cortázar. Fue la aparición en escena de Alain Delon como promotor de boxeo y motivó una de las frases que Amílcar Brusa no pudo olvidar hasta el último de sus días. “Ay Brusita, Brusita... Si no lo sacaba a mi negrito, el tuyo me lo mataba”, le dijo Angelo Dundee, el hombre que acompañó a Cassius Clay al estrellato, quien decidió ponerle punto final a un combate absolutamente desigual.
Fue en París y organizada por Delon. Uno se imagina, de inmediato, que estuvo rodeada de glamour. Error. Salvo si se miraba al ring side para observar a grandes estrellas, no sólo del deporte sino también del espectáculo. Monzón, aquel hombre que se crió en la marginalidad y las carencias, que sufrió raquitismo y que encontró en el boxeo su única manera de abrirse paso a la vida, ya era un hombre que conquistaba al mundo entero.
Ese año, justamente luego de aquella pelea, comenzó el rodaje de “La Mary” y el inicio del romance con Susana Giménez. Cuenta Cherquis la historia de la pelea posterior a la de Nápoles, cuando Monzón le pidió a Lectoure que colocara en lugares diferentes del ring side del Luna Park a Pelusa, su esposa, y a Susana, cuando Monzón le ganó a Tony Mundine, en la segunda y última pelea que hizo aquel año.
Tenés que leerLa noche en que Monzón retuvo el título que luego el CMB le quitóFue famoso aquel enfrentamiento con Mantequilla, que había subido dos categorías para pelear a Monzón, porque se hizo a orillas del Sena, en la majestuosidad de París, pero en una carpa montada a tal efecto. Había llovido. Y tanto la gente como los mismos boxeadores, llegaban a sus lugares a través de tablones de madera colocados para evitar que se embarraran los pies... Poco creíble pero real.
Monzón lo medía a Mantequilla con el brazo izquierdo bien extendido y le pegaba con la derecha. Mantenía la distancia exacta para evitar cualquier golpe de su rival. Y así fue durante todo el combate. La pelea se tendría que haber realizado un par de meses antes, a fines de 1973. Entre las anginas de Monzón y el pedido de Mantequilla de evitar que, por ejemplo, la pelea se haga en el mes de enero para distanciarla de las fiestas de Navidad y Año Nuevo, se llegó a esa fecha del 9 de febrero.
La historia cuenta que, cuando terminó la pelea, Monzón fue a festejar al Lido de París. Y que no cumplió con el control antidóping, que esperaron su regreso en horas de la madrugada y que el Consejo Mundial le quitó posteriormente el título (mantuvo el de la AMB), que lo llevó a disputar, en el 76 y 77, las dos peleas con Rodrigo Valdez, quien había logrado dicha corona del Consejo cuando venció a Bennie Briscoe, aquél que dejó tambaleando a Monzón en el Luna, con la famosa reacción de Carlos: mirar el reloj para ver cuánto tiempo faltaba para terminar el round.
Tantas historias se sucedieron a partir de aquella pelea, que hasta Julio Cortázar la inmortalizó con un cuento. Una perla más en el trayecto de un grande de verdad: Carlos Monzón.