(Enviado Especial a Doha, Qatar)
(Enviado Especial a Doha, Qatar)
Parece que vale más que el mismísimo pasaporte. Cuando se saca, arrancan los problemas. Si a alguno se la aceptaron de arranque, sin objeciones, es un verdadero afortunado. En mi caso, el principal obstáculo fue que no era visible la foto de la página del pasaporte que contempla los datos principales (foto, número, vencimiento y nombre completo). Es la famosa “Hayya”, vital en Qatar y motivo de escenas de hondo dramatismo en la madrugada de Dubai.
Es cierto que el que avisa no traiciona. Y son ellos mismos los primeros en aclarar que los datos de la tarjeta Hayya deben guardar estricta coincidencia con los del pasaporte. La alarma se encendió cuando el pasaporte dice “Cruz, Enrique Eduardo” y la Hayya replica: “Enrique Eduardo Cruz”. Evidentemente soy el mismo, pero no es lo mismo.
Dubai era la escala de antesala a la llegada a Qatar. Pero fue el lugar en el que se suscitó el primer problema. Zafó quién esto escribe, más allá de algunas deliberaciones que no llegaron a mayores, pero no así un colega y compañero de viaje. ¿El motivo?, la tarjeta Hayya no decía su segundo nombre, sólo el primero y el apellido… Pero el pasaporte, sí. El problema no fue del colega, sino de quiénes otorgan la tarjeta. El nombre completo surge del propio pasaporte. Y si no estaba, no era porque lo desconocían o porque no se había informado, sino porque lo habían obviado.
“Lo lamento, pero usted no viaja”, balbuceó el hombre que controlaba el check in, casi a manera de “sentencia definitiva”. Era la madrugada. Confieso haber visto cómo se empezó a mover cielo y tierra, por parte del colega y también del señor, que de a poco fue cambiando su firme e inflexible decisión de impedir el viaje por la de ponerse en sus propios hombros la posibilidad de solucionar el problema, algo que ocurrió entre las 3 y las 5 de la mañana.
El colega, como yo, habla poco y nada de inglés. Casi diríamos más nada que poco. En un momento, el señor del no inicial, que a esa altura ya tenía más ganas que nosotros de cambiar el no por el sí y dejarlo subir al avión, le pasó el teléfono para ponerlo en contacto con alguien de Qatar. Nos miramos todos sin entender. Lo que quería, era corroborar que la persona verdaderamente existía. Sólo atinó a decir “yes”… “Yes”, luego de decir “sí”, prueba irrefutable de su desesperación.
Cuando le dijeron que el problema estaba solucionado y le permitieron subir al avión, el colega gritó como si fuera un gol de Messi… Y nos abrazó… No tuvo en cuenta que las demostraciones de afecto no son bien vistas por estos lares… El final de la historia lo ameritaba… Ah, perdón, ¿saben cuál fue el final de la historia?, que luego, en Qatar, nadie pidió la Hayya para entrar… Aunque sirve… Y parece que mucho.