(Enviado Especial a Qatar)
(Enviado Especial a Qatar)
Dirán que soy monotemático y tienen razón. Dirán que no hay nada que me conforme y puede que también tengan razón. Cuando hacía calor en serio, el aire acondicionado era una salvación, una necesidad más que un confort. Pero ahora se convirtió en un suplicio.
El tema es que no hay nada ni nadie que prescinda el aire acondicionado. Debe ser bravo el verano por estos lados. Los autos tienen, todos, vidrios polarizados para que el sol no los abraze (porque de abrazarse con 45 grados, ni hablar). Y el aire a full, aún cuando, por estos días, las temperaturas no suben de 28 grados y a la tardecita-noche sopla un vientito y el clima se torna más que respirable.
En las salas de prensa, el aire a full. En los Metro, el aire a full. En los Uber, el aire a full. En los vagones del Metro, más o menos. En los estadios, también hay aire. En mi pieza, también hay aire y no lo sé regular. Quizás allí esté el problema, ¿no? Y preguntarle al qatarí que nos alquiló, es un tsunami de estrés al que deberé prepararme para afrontar. Porque las charlas son como alguna vez el gran Alejandro Dolina nos dijo, a Adrián Brodsky y a quién esto escribe, en una entrevista radial que intentamos hacerle, él en su casa y nosotros en la cancha de Sarmiento de Junín, sin un buen retorno… Bah, sin casi nada de retorno. “Muchachos, no se hagan problema. Esta es una charla coordinada. Ustedes preguntan lo que quieren y yo, como no los escucho, les respondo lo que se me antoja”.