(Enviado Especial a Buenos Aires)
Ni aquél partido con el Resto del Mundo lleno de figuras para la del 78, ni la plaza llena para la del 86 logran igualar el increíble fervor por este equipo. Se podrían haber llenado 30 Monumental.
(Enviado Especial a Buenos Aires)
No existe ningún punto de comparación. En absoluto. Acá sí, con semejante fiesta y convocatoria, no hay con qué darle a esta selección. El “Gordo” D’Alessandro, aquél arquero de San Lorenzo que creció a la sombra de Buttice, Irusta, Kadijevich o Anhielo y aprovechaba cualquier “lugarcito” que le daban para mostrarse, hoy es uno de los columnistas de “El Chiringuito”, el famoso programa de la TV española. Y D’Alessandro dijo sin ningún tipo de dudas que “este equipo de Argentina fue el mejor de la historia del fútbol mundial”, inclusive por encima de muchas selecciones que llegaron a la cima y ya no en la comparación con la del 78 y el 86. Es su opinión y se la respeta, aunque muchos puedan discutirla y hasta el propio Lionel Scaloni se quiso apartar de esa comparación, calificando a la misma (la comparación entre los tres campeones) como una “tontería”. Pero si algo no se puede discutir es el increíble fervor popular que ha despertado este logro, demostrado cabalmente en esta impresionante expectativa que generó este jubileo de los campeones del mundo. Incomparable con lo que pasó en los otros dos.
El festejo de Argentina campeón de 1978, exactamente un año más tarde de ese logro, tuvo el beneficio de haber sido en el marco de una costumbre que hoy se perdió: enfrentar a un equipo denominado “Resto del mundo”. Y esa selección, que fue dirigida por el italiano Enzo Bearzot, tenía jugadores consagrados. Gobierno militar, fervor popular por la coronación mundial, utilización política del regimen y la costumbre de que los campeones jueguen ante un combinado mundial de figuras, confluyeron para que a la Argentina vengan jugadores de la talla del brasileño Leao, el alemán Kaltz, el holandés Krol, los italianos Cabrini, Paolo Rossi, Causio y Tardelli, el francés Platini y el polaco Boniek, entre otros, para jugar ante una Argentina que se recitaba casi de memoria, que no tuvo a Kempes aquella noche (gran figura el año anterior), pero que contó con la participación ya protagónica de un tal Diego Armando Maradona, que ese día convirtió un golazo.
Argentina perdió aquél partido por 2 a 1. Obvio que el resultado fue lo de menos, pero la presencia de tantas figuras estelares (hoy imposible de conseguir) le dio un marco de calidad y jerarquía inigualable al jubileo, que tuvo un lleno total de un Monumental con menos capacidad que el actual. Fue días después de un partido que se jugó en Berna, celebrando los 75 años de la Fifa y que tuvo otra vez, frente a frente, a los dos equipos de la final del año anterior. Ese partido entre Argentina y Holanda terminó 0 a 0 y ganamos por penales, sólo a los efectos de levantar el trofeo. La particularidad, con fuerte tinte santafesino, es que aquella gira de la selección campeona del mundo en 1979 tuvo como presidente de la delegación a un santafesino. Fue el doctor Eugenio Daniel Marcolín, por entonces un joven máximo dirigente de Colón, que era el hombre que representaba al fútbol de la provincia en las reuniones de comité ejecutivo, en tiempos en que Unión, Colón, Newell’s y Central tenían un solo representante que iban rotando, hasta que Julio Humberto Grondona, que días antes había sido ungido presidente de la Afa, resolvió que cada uno de los clubes tuviese su propia voz en la mesa de las decisiones.
En el ‘86 se dio algo también muy particular pero que resultó la antítesis. La selección de Bilardo no generaba mayúsculo interés en el público, al punto tal que ni siquiera en los partidos de Eliminatorias (salvo el último con Perú), la cancha se llenaba. Recuerdo los partidos previos que se armaron al viaje a México, cuando Passarella y Maradona se tomaban un avión luego de jugar sus partidos en Italia para venir a ponerse la celeste y blanca y retornar de inmediato al Viejo Continente, cuando se hacían amistosos ante selecciones sudamericanas con medio estadio vacío.
Ese panorama no varió a pesar de la locura desatada con la obtención del título mundial y aquél apoteótico regreso al país, llenando la Plaza de Mayo para saludar a Maradona y compañía, que coparon el histórico balcón para recibir el agradecimiento y llenarse de gloria con el clamor popular. Se fueron acallando los ecos y al año siguiente, cuando la selección volvió a jugar en nuestro país, fue en un amistoso ante Paraguay con ¡apenas 10.000 espectadores en un semi vacío estadio de River!
También aquél partido terminó en derrota. Argentina cayó 1 a 0 con un gol en contra de Oscar Garré, con un equipo que tuvo varias caras nuevas, como la aparición de un por entonces muy jovencito Claudio Paul Caniggia, como así también “Mandinga” Percudani, Hernán Díaz, Juan Gilberto Funes o un Oscar Dertycia que había quedado afuera del plantel de 1986 y que retornaba para formar parte del proceso posterior con vistas a Italia ‘90.
Ese partido de 1987 fue también una antesala de la Copa América de ese año, en la que Argentina salió tercera. Maradona no jugó el partido con Paraguay (quizás pudo ser condicionante para que muchos no vayan al estadio), pero estuvo en la Copa América. Y Argentina tampoco llenó la cancha en ese torneo que se disputó en la Argentina y que ganó Uruguay.
Otro dato que, quizás, resulte curioso para muchos: en ese equipo de Paraguay que venció a Argentina campeón del mundo, había tres jugadores que años después vistieron la camiseta de Colón: Gabriel González, Adolfino Cañete y Buenaventura Ferreyra.
Los tiempos pasan. Argentina estuvo 36 años sin ser campeón, apareció Messi y se formó un equipo que enamoró a la gente. Más de un millón y medio de personas se encolumnó en esa fila virtual para adquirir el ticket y ser uno de los privilegiados en estar y participar de una gran fiesta. ¡Un millón y medio de argentinos!… ¡Casi 30 Monumental se podrían haber llenado!...
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