Allí estarán los dos, en algún lugar de la eternidad. El "Huevo" Toresani, deprimido, angustiado, decidió acabar con su vida hace más de un año. Ahí esperó a Diego, con el que mantuvo aquél 7 de octubre de 1995 un entredicho adentro de la cancha que se hizo famoso. Todo arrancó con ese foul tremendo y descalificador de Caniggia a Unali, cerquita de la tribuna que da a Casa Amarilla. Lamolina no hizo lo que debía hacer: echar a Caniggia. Toresani se desbordó. No le importó que era Boca, en su cancha llena y justo en la vuelta de Maradona tan deseada y esperada. Fiel a ese estilo frontal, impregnado de coraje, Toresani increpó a todos. No le importó que enfrente esté el jugador más importante e influyente que dio este país. No quiso ser el "pato de la boda". Se fue expulsado el "Huevo". "Me gustaría que Maradona me diga en la cara todo lo que dijo en la cancha. El me hizo echar. El manejó el partido", dijo Julio esa tarde. No tardó demasiado Maradona, en el otro vestuario, para enterarse de esas declaraciones. Y ahí surgió una de sus frases célebres: ""A Toresani: Segurola y Habana 4310, séptimo piso. Y vamos a ver si me dura 30 segundos".