Este lunes, Sergio Ferrer, periodista de El Litoral, presentará de manera formal el libro titulado "Leyla y Carlos" (Carta a un hombre libre antes de decirle adiós). En esta, su tercer obra, después de "Monzón nunca estuvo solo" y "Maidana, el peleador de la década", están reflejadas las vivencias y vicisitudes por las que debió atravesar Leyla Merit, la persona que acompañó a Carlos Monzón en una de las etapas quizás menos difundidas de su vida, entre principios de 1993 y finales de 1994, cuando era un recluso del penal de Las Flores de la ciudad de Santa Fe.
En realidad, Leyla había conocido a Carlos mucho antes. Ella era una joven basquetbolista de una tradicional y emblemática institución santafesina cuando tuvo su primer encuentro con Monzón, a quien conoció casi por casualidad. Fue el 7 de enero 1977, en el marco de una velada de boxeo, cuando Carlos todavía era un pugilista activo y ostentaba el título de campeón mundial de los medianos (renunciaría al mismo el 29 de agosto de aquel año).
Ese primer contacto, que fue tranquilo y ameno, fue seguido por un segundo encuentro entre ambos, apenas semanas más tarde en Buenos Aires, en las oficinas de la Geramo, la agencia de ventas de automóviles de José "Cacho" Steinberg, por aquel entonces nuevo representante del pugilista, en reemplazo de Juan Carlos "Tito" Lectoure. Allí, Leyla, a raíz de una promesa incumplida por el deportista, terminó enojándose mucho con éste y hasta se despediría de él con un grosero insulto.
Tenés que leer¿Es posible que la muerte de Carlos Monzón no haya sido un accidente? Leyla, quien, entre otras cosas, fue modelo y promotora de concursos de belleza, se reencontrará con Carlos en la cárcel, a fines de 1992. Había ido a la penitenciaría con la idea de entrevistarlo para un nuevo ciclo televisivo, del que formaba parte. Y así fue el reencuentro, en el que Monzón nunca pudo recordar lo que había sucedido entre ellos en aquel "acalorado" segundo encuentro de 1977. A partir del acercamiento en Las Flores todo cambiará entre los dos.
Ya en 1993, el ex boxeador invitará por teléfono a Leyla a tomar un café y ella accederá, iniciándose con el paso de los meses una relación de pareja para nada convencional (especialmente por la situación personal de Monzón), que fue fortaleciéndose en la intimidad. Así es como se fue edificando un vínculo sentimental muy fuerte, que hasta será reconocido y aceptado por la familia de él, aunque no podrá trascender mediáticamente, porque ella atravesaba por una etapa de separación conyugal.
Este libro habla también de los primeros encuentros solos y de las salidas transitorias de Carlos. Del trabajo del ex campeón en el predio de UPCN y de su incursión en la organización de festivales de boxeo junto a su hijo Abel, una experiencia para la cual Leyla terminará cumpliendo un papel fundamental. Asimismo, brinda detalles de la relación de la protagonista con Maximiliano (el hijo de Carlos con Alicia Muñiz), a quien quiso conocer personalmente para poder transmitirle cuánto anhelaba volver a verlo su padre, cuánto lo quería y cuánto extrañaba tenerlo a su lado.
Durante el tiempo que pasó junto a Carlos, Leyla experimentará una serie de situaciones (algunas llamativas), en la que aparecerán directa o indirectamente involucrados personajes célebres como Alain Delon y Mickey Rourke, o figuras conocidas del ambiente artístico argentino, como Susana Giménez, Beba Bidart, Ivo Cutzarida y Adrián "Facha" Martel. Por supuesto, esas situaciones también están narradas en estas memorias, como otros episodios de la vida de Leyla, en la que aparecen personalidades como Gerardo Sofovich y Nelly Raymond, de quién fue una estrecha y eficiente colaboradora.
"Leyla y Carlos", que tiene un marcado carácter testimonial y ha sido fielmente documentado, también refleja los últimos días de la relación de la pareja y los motivos de su distanciamiento (que ella inicia con la carta de despedida que completa el título de la obra), que ocurrirá pocos meses antes del sorpresivo y trágico desenlace del sanjavierino (8 de enero de 1995). Allí nacerá otra historia, cuyo final aún está por vislumbrarse, ya que unos días después del deceso de Monzón, Leyla recibió una llamada anónima que le decía: "Averiguá cómo fue lo de Carlos, tenía que pasar dentro de la cárcel".
Ella intentó denunciar el hecho pero no pudo hacerlo porque no era familiar directo del ex púgil. Décadas más tarde, cuando uno de los grandes amigos dilectos del boxeador puso en tela de juicio la versión de la muerte accidental, asegurando que "a Carlos lo mataron", Leyla recordó aquel llamado y volvió a hacerse la pregunta que se hizo hace más de veintiséis años: ¿Es posible que la muerte de Carlos no haya sido un accidente? Aún sigue buscando una respuesta.
La presentación de "Leyla y Carlos", que se llevará a cabo en un hotel de la ciudad de Sauce Viejo, estará reservada a los medios de prensa y por invitación, de acuerdo a un expreso pedido de la protagonista de esta historia. El libro contó con la labor de edición de Natalia Jaime, diseñadora y editora de Concordia (Entre Ríos), quien aceptó el desafío de trabajar a distancia, a través de las distintas alternativas que brinda Internet.
Nació el 7 de agosto de 1942 en una vivienda humilde del barrio La Flecha de San Javier, con muchas carencias, siendo el quinto hijo de Amalia Ledesma y Roque Monzón. Cuando era niño, su familia se trasladó a Santa Fe donde se afincó en el barrio Barranquitas Oeste, cuando cursaba el tercer grado en la Escuela República del Uruguay abandonó sus estudios para comenzar a trabajar. De chico tuvo que pelear para subsistir, al igual que sus cuatro hermanos mayores. Fue sodero, lechero, albañil y canillita.
Como boxeador aficionado, se inició en el club Cochabamba, y debutó el 2 de octubre de 1959, prolongándose su labor en el campo amateur hasta el 12 de diciembre de 1962 cuando venció en cinco asaltos a Bienvenido Cejas. Su primera pelea en el profesionalismo fue en el Club Sportivo Ben Hur de Rafaela, en febrero de 1963, oportunidad en la que derrotó a Ramón Montenegro en dos vueltas.
Pero fue el 7 de noviembre de 1970, cuando el pupilo de Amílcar Oreste Brusa, el rey indiscutido de los medianos entre 1970 y 1977, tocó con sus puños el estrellato al erigirse en el amo en forma absoluta en la categoría de las 160 libras (72,575 kilogramos), en aquel recordado combate en Roma ante el campeonísimo Nino Benvenuti.