La leyenda de la gimnasia rumana cumple hoy 60 años: aquí, un repaso por una carrera que inspiró multitudes y batió las adversidades dentro y fuera del deporte.
Archivo Vuelo a la gloria: la salida de las barras asimétricas en el compulsory exercise de la competencia por equipos, la primera de sus puntuaciones perfectas.
Los presentes en el Montreal Forum estaban expectantes ese 18 de julio de 1976, 45 años atrás, como así también los afortunados en ver la transmisión en directo (eran otros tiempos). La pequeña rumana de la coleta de doble cinta roja y blanca acababa de redondear un ejercicio excepcional en las barras asimétricas con una combinación de elementos que cortaba la respiración, con soltadas al límite y una salida desde la barra baja con rotación desde la cadera, volando como un ave con el torso arqueado (en el ejercicio complementario por equipos y en el all around individual desmontó desde la barra alta, con mortal y pirueta).
De repente se hizo un silencio: el cartel de Swiss Timming tenía un número entero y dos decimales, y no estaba preparado para lo que vendría. De repente apareció un “1.00”, que parecía una puntuación fatídica. Por un segundo cundió una sensación rara en los estómagos, empezando por el de la pequeña de 14 años. Enseguida se explicó que eso era en realidad un 10, la nota perfecta que el sistema de puntuación de la gimnasia de entonces no tenía previsto.
Archivo Con el cartel que decía 1.00 porque no estaba preparado para el 10 .
Con el cartel que decía “1.00” porque no estaba preparado para el “10”.Foto: Archivo
Ese fue el comienzo de la leyenda de Nadia Elena Comăneci, la adolescente nacida el 12 de noviembre de 1961 en la ciudad que desde 1458 se había llamado Oneşti pero que por entonces era conocida como Gheorghe Gheorghiu-Dej, desde que que el presidente Nicolae Ceaușescu la rebautizó con el nombre de su fallecido antecesor.
Heroína de dos mundos
Ahí nada más impidió el romance del público occidental con esa embajadora deportiva del socialismo de Estado, algo que había amagado a pasar cuatro años antes en Múnich, cuando Olga Korbut lloró al fallar precisamente en las asimétricas, mostrando que las soviéticas eran seres humanos con sentimientos. Nadia repitió ese puntaje seis veces más durante los Juegos Olímpicos de Montreal, pero también lo alcanzó Nelli Vladímirovna Kim, la ruso-kazaja de ojos rasgados, de padre coreano Sajalín y madre tártara.
Archivo Compartiendo el podio con la talentosa soviética Olga Korbut.
Compartiendo el podio con la talentosa soviética Olga Korbut.Foto: Archivo
Nelli también se quedó con el oro en suelo, pero todo el mundo se quedó con la imagen de Nadia (ganadora de la plata) haciendo su ejercicio al ritmo de “Cotton's Dream” (la composición de Barry De Vorzon y Perry Botkin Jr., que pasaría a ser rebautizada “Nadia’s Theme”), rematando con el “gusanito” de brazo derecho y la pose final de la mano izquierda, creación del coreógrafo Geza Poszar, ex bailarín de etnia húngara al igual que los entrenadores que lo convocaron.
Que no eran otros que Bela y Marta Karolyi, que estaban revolucionando la gimnasia desde la en un principio ignota escuela que montaron en Oneşti (donde habían descubierto a una Nadia niña haciendo volteretas con sus amigas) y terminarían siendo los patriarcas de la gimnasia estadounidense desde el rancho texano que fundaron tras su defección en 1981: por sus manos pasarían desde Mary Lou Retton, la “campeona capitalista” de Los Ángeles 84, amiga del matrimonio Reagan, hasta Simone Biles y el resto de las “Final Five”.
Archivo Con su entrenador, Bela Karolyi, y su compañera y mejor amiga de entonces, Teodora Ungureanu.
Con su entrenador, Bela Karolyi, y su compañera y mejor amiga de entonces, Teodora Ungureanu.Foto: Archivo
Altibajos
Para ese 1984, Nadia ya había pasado por una montaña rusa: había sido distinguida como “Heroína del Trabajo Socialista”, convertida en emblema de Estado, vinculada a Nicu Ceaușescu (el temido hijo del mandatario); había atravesado los cambios hormonales de la pubertad, sufrido desórdenes alimenticios, experimentado algunos excesos y amagado a suicidarse cuando la separaron de Bela. También había pasado por el mundial de Fort Worth del 79, al que llegó con una infección en la mano izquierda, producto del roce de los herrajes de los “cueros” de asimétricas. Tras la caída de Emilia Eberle en la viga de equilibrio, Bela Karolyi usó una cláusula de ese tiempo que permitía rehacer el peor ejercicio, y se lo encargó a Comaneci, que en la cumbre de la épica hizo un rutina en la que apoyó solo tres veces la mano, cada vez con un dolor indescriptible. Obtuvo 9.995, le dio a Rumania su primer oro mundialista, y se fue al hospital a ser intervenida.
Había tenido su segunda cita olímpica en Moscú 80, con una actuación satisfactoria pero que había dejado con ganas de más: esa Comaneci del corte taza fue plata con su nuevo equipo, oro en viga y oro compartido con Kim en suelo.
En el 84 Nadia era parte del “equipo residual” que el nuevo head coach, Adrian Goreac, le había encargado mantener a su asistente, Octavian “Tavi” Bellu (años más tarde, gestor junto a Mariana Bitang de la camada gloriosa de Andreea Răducan, Simona Amânar, Maria Olaru, Catalina Ponor, hasta llegar a Larisa Iordache). Como nadie sabía bien qué hacer con Nadia la llevaron de espectadora a Estados Unidos (Rumania fue el único país socialista que no boicoteó esos Juegos), para ver cómo Ekaterina Szabó se convertía en la nueva figura de la gimnasia de su país.
Parte del mito
Más tarde pasarían los largos años del retiro como “heroína prisionera”; el escape de Rumania poco antes de la caída del socialismo, de la mano de un oscuro personaje; la incomprensión de los estadounidenses de esta mujer adulta que ya no era aquella virginal atleta; y el reencuentro con Bart Conner, aquel gimnasta que la había besado tímidamente en la mejilla en la American Cup, en otra postal icónica, y que terminaría siendo su marido, socio y padre de Dylan, su único hijo.
Con esas instantáneas elije quedarse Comaneci hoy, residente en Norman (Oklahoma), donde funciona la Bart Conner Gymnastics Academy, pero reverenciada por una Rumania a la que nunca abandona. El vuelo en el Montreal Forum, el saludo junto al “1.00” del cartel, la pose con la mano doblada, entre tantas imágenes emblemáticas con las que hoy celebra sus 60 años. El resto se lo deja al mito, o a quien quiera investigar; como Lola Lafon, autora del monumental libro “La pequeña comunista que no sonreía nunca”.
Archivo Los dos 10: Nadia con Diego Maradona.
Los dos 10: Nadia con Diego Maradona.Foto: Archivo
Así lo definió ella su viaje: “La gimnasia me dio la libertad de volar,de aprender , de perseguir mis sueños”; “Los días buenos y los días malos, lidiar a diario con la presión, el miedo, el bloqueo mental, perderse en el espacio... es parte de un viaje que la mayoría de los atletas afrontamos. Es mucho más difícil cuando todo esto está sucediendo mientras el mundo entero está mirando...”. Y cerró, a manera de consejo: “Da pequeños pasos hacia adelante. Encuentra la fuerza y el coraje para seguir adelante. Ese es nuestro mayor logro en la vida”.