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En un semestre hay 21 mil personas más sin recursos suficientes para pagar la canasta básica total. Los indigentes del conurbano de la capital provincial suman 18.562 personas.
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La pobreza del Gran Santa Fe aumentó del 18,1 % de los hogares y 26,4 % de las personas en el segundo semestre de 2017, a 20,4 % de los hogares y 30,3 % de las personas en el primer semestre de este año, según el informe técnico sobre condiciones de vida que difundió el Instituto Nacional de Estadística y Censos.
Por su parte la indigencia, que abarcaba 2,3 % de los hogares y 3,1 % de las personas en la segunda mitad del año pasado, se mantuvo en 2,3 % de los hogares pero abarcó hasta 3,5 % de las personas.
Del total de 174.170 hogares del Gran Santa Fe, en el que viven 524.295 personas, 35.598 hogares y 158.678 personas carecen de los recursos necesarios para pagar la canasta básica total; ésa es la línea que marca la pobreza estadística en los términos del Indec. De esos habitantes que viven por debajo de la línea de pobreza, un total de 18.562 santafesinos que viven en 4.010 hogares, son considerados indigentes por el Indec.
En el segundo semestre de 2017, la medición oficial registró 137.606 pobres y 16.241 indigentes entre los habitantes del conglomerado del Gran Santa Fe. Es decir que hay 21.072 santafesinos más se quedaron sin los recursos mínimos para pagar la Canasta Básica Total.
En el Gran Rosario la pobreza estadística alcanzó en la primera mitad del año a 17,9 % de los hogares y 24,9 % de las personas; la indigencia marcó 4,3 % de los hogares y 5 % de las personas. 324.105 personas viven en la pobreza en el conurbano rosarino; de ellas, 65.460 padecen indigencia. En el segundo semestre de 2017 había registros para 19,8 % de pobres en el aglomerado mayor de la provincia; la cifra saltó al 214,9 % apuntado en la primera mitad de este año.
La proporción de personas estadísticamente pobres del conurbano santafesino es idéntica a la del Gran Córdoba y sólo es superada por Concordia (34,7 % de personas en la pobreza). La capital santafesina y su conurbano están así con indicadores más gravosos que el promedio de la región pampeana, donde la pobreza marcó 26,6 % de la región pampeana.
Todos los datos muestran un empeoramiento de todas las variables -pobreza a indigencia- si se las compara con diciembre de 2017, pero una mejora en la medición interanual.
Según los datos oficiales, la pobreza escaló en el primer semestre 1,6%, aunque respecto de igual período de 2017, se verificó una disminución del 1,3%. El nivel de indigencia se ubicó en junio pasado en 4,9%, registrando un leve aumento del 0,1% contra diciembre de 2017, aunque si se mide con relación al primer semestre de ese año, el índice registra una baja del 1,3%, en el caso de la indigencia.
27, 3 % en el país
Más de 11 millones de habitantes son pobres en la Argentina, una cifra equivalente al 27,3% de la población, según cifras del Indec correspondientes a junio, por lo que alrededor de 750 mil personas cayeron en esa situación en el primer semestre. La indigencia aumentó en la primera mitad del año del 4,8% al 4,9% de la población, con lo que alrededor de 100.000 personas pasaron a integrar ese conglomerado de quienes apenas tienen recursos para alimentarse.
El Indec informó que en el primer semestre del año se encontraban por debajo de la línea de pobreza 7.581.118 personas mientras que de ese total otras 1.357.923 eran afectadas por la indigencia, aunque las cifras corresponden a los 30 aglomerados urbanos relevados oficialmente.
Por edad
Los indicadores del Indec muestran que en la población de entre 15 y 29 años el nivel de pobreza llega al 32,9%, y entre los 30 y 64 años, es del 23,2%, o sea en los dos sectores donde se concentra la población activa que puede acceder a un trabajo. Para el grupo social de entre 65 y más años de edad el nivel de pobreza baja al 6,9% por ciento, debido a que es un estrato social menos numeroso.
Será peor
Los datos divulgados por el organismo estatal reflejan el impacto de la devaluación, la suba de precios y la fuerte corrida cambiaria que sufrió el país a partir de abril, aunque también son compensados por un primer trimestre favorable. Es decir que el relevamiento del primer semestre sólo toma parcialmente la aceleración de la inflación a partir de mayo: las variables socioeconómicas se continuaron agravando y los indicadores de pobreza e indigencia se prevén más severos en la segunda mitad de 2018.
De canastas y líneas
Cabe recordar que la medición de la pobreza con el método de la “línea de pobreza” (LP) consiste en establecer, a partir de los ingresos de los hogares, si tienen capacidad de satisfacer por medio de la compra de bienes y servicios un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas esenciales.
Para calcular la línea de pobreza es necesario contar con el valor de la Canasta Básica Alimentaria y ampliarlo con la inclusión de bienes y servicios no alimentarios (vestimenta, transporte, educación, salud, etc.), con el fin de obtener el valor de la canasta básica total (CBT).
Por su parte el concepto de “línea de indigencia” (LI) procura establecer si los hogares cuentan con ingresos suficientes como para cubrir una canasta de alimentos capaz de satisfacer un umbral mínimo de necesidades energéticas y proteicas. De esta manera, los hogares que no superan ese umbral o línea son considerados indigentes.
El procedimiento parte de utilizar una canasta básica de alimentos de costo mínimo (CBA) determinada en función de los hábitos de consumo de la población definida como población de referencia con base en los resultados de la Encuesta de Gastos e Ingresos de los Hogares (Engho) de 1996/97 validada con la Engho de 2004/05.
Asimismo, el procedimiento en uso toma en cuenta los requerimientos normativos kilocalóricos y proteicos imprescindibles para esa población (según “Composición de las canastas básicas alimentarias regionales del adulto equivalente” presentadas más adelante).
Una vez establecidos los componentes de la CBA, se los valoriza con los precios relevados por el índice de precios al consumidor (IPC) para cada período de medición.
Dado que los requerimientos nutricionales son diferentes según la edad, el sexo y la actividad de las personas, es necesario hacer una adecuación que refleje las características de cada individuo en relación con esas variables, para lo cual se toma como unidad de referencia al varón adulto, de 30 a 60 años de edad, con actividad moderada. A esta unidad de referencia se la denomina “adulto equivalente” y se le asigna un valor igual a uno.