Un informe de Idesa que pone la lupa sobre los impactos a largo plazo de las medidas de restricción a las exportación de carne, revela que revela que desde el primer cepo exportador de carne en 2006 hasta 2015, “los precios del asado aumentaron casi el 1800% mientras que la inflación lo hizo en torno al 800%”.
El fenómeno se produjo por cuanto al impacto de corto plazo en la baja de precios al mostrador -la medida electoralista que se repite por estos días- le siguió una costosa recuperación del stock ganadero, ya que la medida restrictiva es como “matar la vaca” al estilo de la “gallina de los huevos de oro.
El centro de estudios que dirige el economista Jorge Collina recuerda que en la actualidad, el gobierno prorrogó hasta el 31 de octubre los cupos a las exportaciones de carne vacuna,”que limitan los embarques a un máximo del 50% del promedio despachado durante el segundo semestre de 2020”, medida que se suma “a la ya establecida prohibición de exportación de siete cortes populares que rige hasta el 31 de diciembre.
“Estas medidas se dieron luego que el gobierno tomara nota de la situación actual de los hogares argentinos, en donde, desde el comienzo del mandato los salarios de los trabajadores estables pasaron de poder comprar más de 180 kg. de carne a menos de 130 kg (una caída del 30%), a la vez que el consumo actual de carne vacuna se encuentra en 45,5 kg. por habitante, un tercio menos de lo que se consumía hace 15 años”.
Señala el informe que “no es la primera vez que se acude a este tipo de medidas en Argentina. En particular, entre los años 2006 y 2015 se ejerció un fuerte cepo exportador con el mismo argumento: defender la mesa de los argentinos. Sin embargo, los resultados terminaron yendo en el sentido opuesto de lo inicialmente planeado”, con el precio de la carne subiendo 1000% más que el 800% de inflación en el período.
“Luego de una caída inicial de precios que se dio entre 2006 y 2008, el precio de la carne comenzó a tener presiones a la suba llegando a un pico interanual del 123% en noviembre de 2010.
“Este incremento desmedido en el precio se dio por la respuesta natural del ciclo ganadero en donde, por las perspectivas a la baja de los precios derivadas de atender un mercado más pequeño, se entró en un periodo de liquidación de vientres, es decir de descapitalización del sector, que terminó con cerca de 10 millones de cabezas de ganado menos”.
Expone que “el efecto más difícil a revertir que dejan cupos de este tipo a las exportaciones es la pérdida de confianza de los mercados internacionales. En un mundo globalizado de elevada productividad y compromiso, los países competidores penetran rápidamente en aquellos lugares donde Argentina incumple. Argentina pasó de ser el cuarto exportador mundial en 2006 a no formar parte del top 10 en los años posteriores”.
La solución en otro lugar
“La mejor manera de llevar tranquilidad a la mesa de los argentinos es con una política macroeconómica sana que termine con la destrucción sistemática del valor de nuestra moneda”, dice Idesa. Sostiene que “cualquier política específica abocada a determinar el precio de la carne va a fracasar con el tiempo si no se solucionan los problemas con el peso, para lo cual hace falta una reorganización del Estado que permita terminar con el secular déficit fiscal”.