La lista de nombres posibles para el ministerio de Economía se caracteriza menos por quienes se postulan que por aquellos que eluden la posibilidad. La dura disputa de poder entre el débil presidente y la persistente vicepresidenta, tiene por telón de fondo una bifurcación decisiva para el país.
Alberto Fernández tomó la determinación de "mantener" el ¿programa? económico. El director por el Cono Sur ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), Sergio Chodos, no presentó su renuncia; si el hombre de confianza de Guzmán no se fue con el ministro es porque la Casa Rosada busca preservar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y, con él, el acuerdo de Facilidades Extendida por US$ 45.000 millones a condición de revisiones trimestrales de las metas fiscales y monetarias.
Cristina Fernández en cambio, entiende que hay que emitir y redistribuir. Hizo votar en la última semana un proyecto de ley para extender jubilaciones a quienes no completaron aportes, lo que incrementa el gasto en unos $200 mil millones. Y habló de un salario universal que escala el poder del gobierno sobre bolsillos civiles, tomando de ya agobiados sectores productivos para repartir entre los postergados.
Son posiciones diametralmente opuestas. Excepto que las usen para negociar improbables acuerdos sostenibles, Alberto y Cristina no se hablan y dan señales de que, quien asuma como ministro de Economía, deberá gestionar entre las amenazas de espiralización inflacionaria y crecientes demandas sociales y productivas.
Según ha trascendido, el jefe de Estado sólo mantuvo contacto con sus colaboradores más cercanos: el canciller Santiago Cafiero y el secretario General de la Presidencia, Julio Vitobello; el jefe de gabinete de asesores, Juan Manuel Olmos o la vocera Gabriela Cerruti. El grupo no hace masa crítica para gestionar una salida.
No hubo reuniones febriles en Olivos, ni con economistas ni con legisladores que esquivan mostrarse al lado del presidente. Apenas intercambios por Whats App con Sergio Massa, que terminó de ver el partido de Tigre antes de darse por enterado del discurso de Cristina o de la renuncia del ministro de Economía.
El presidente de Diputados -si se lo impusieran- no podría encarar una gestión con pretensiones estabilizadoras sin que mediara, al menos, un acuerdo de no agresión entre el jefe del Estado y la dueña del Frente de Todos. Pero el Frente Renovador viene amenazando incluso con irse del Frente de Todos.
Junto a Guzmán renunciaron el viceministro Fernando Morra; el secretario de Hacienda, Raúl Rigo; el de Finanzas, Rafael Brigo, y de Legal y Técnica, Rita Tanuz. También se fue Melina Mallamace, la jefa de gabinete del ministro.
Dos símbolos del “vacío”
Dos renuncias clave -ante la falta de aval del presidente para enfrentar a Cristina y resolver los caminos bifurcados- explican de manera explícita la salida de Guzmán.
Una es la del subsecretario de Planeamiento Energético, Santiago López Osornio. Quien diseñó la fallida segmentación de tarifas nunca pudo superar al secretario de Energía, Darío Martínez -otorgó beneficios adicionales a la Patagonia- y al camporista Federico Basualdo; ambos se encargaron sistemáticamente de esmerilar el incremento en consumos de gas y luz, una de las condiciones decisivas para achicar el déficit según exigencias del FMI.
Ramiro Tosi, subsecretario de Financiamiento encargado de negociar con los bancos que operan en el país el “crédito en pesos” también exigido por el Fondo, es el otro nombre que mucho explica sobre el alejamiento del ministro.
Guzmán le reprochaba a Miguel Pesce por la suba de tasas que enfrían la economía pero, además, dejaban sin “atractivo” a los bonos emitidos por el Tesoro, indispensables para financiar el déficit.
Los bancos prefieren las Leliqs del BCRA; los bonos del Tesoro se desplomaron desde que el camporista Agustín Gerez, gerente de la estatal Enarsa, salió a vender mucho y tarde los títulos para pagar el gasoil importado que aún no llega. ¿Impericia o acción deliberada? Fue el inicio de la corrida que terminó con la renuncia de Guzmán.
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