Igual que sobreviviente. Ramón Antonio Reyes, uno de los vecinos que más conoce el barrio. Su amor por el río no tiene límites.
Igual que sobreviviente. Ramón Antonio Reyes, uno de los vecinos que más conoce el barrio. Su amor por el río no tiene límites.
Cómo volver a la normalidad luego de que el río arrasó con todos los recuerdos y los propios bienes puede ser un pensamiento abrumador para muchos. Pero los vecinos de este barrio, tan vulnerable frente a las crecidas, no piensan en la posibilidad de mudarse a una zona más segura. ¿Por qué ocurre esto? ¿Cuál podrá ser el vínculo tan fuerte capaz de unir a las personas a su barrio, aún a costa de perderlo todo? Carlos Barrientos cuenta su experiencia con las crecidas: “Desde que estoy acá tengo vividas seis inundaciones. Las más grandes me taparon la casa. Hay que sacar todas las cosas, y cruzar en la canoa todas las pertenencias al otro lado de la ruta. Cada vez que el agua sube nos vamos a la vera de la 168. La última vez que creció fuimos ahí, pero con los boliches se complicó, sobre todo para quienes tienen hijos chiquitos, por el ruido de la música tan fuerte”. En 2009 se inició el proceso de relocalización de boliches bailables a la vera de la Ruta 168, de ahí los dichos de Carlos Barrientos. Julio, por su parte, explica: “Desde hace 29 años vivo en este barrio. En las inundaciones, el que no tiene canoa se tiene que ir porque de lo contrario no tiene cómo moverse. Sí o sí tiene que trasladarse al otro lado de la ruta. Aunque si hoy sube el agua va a ser un problema por la presencia de los boliches. No pensamos en la posibilidad de una relocalización, porque los que vivimos acá nos conocemos entre todos y vivimos tranquilos. En otro lado, lejos de la costa nos cortan los brazos a todos porque la mayoría se dedica a la pesca o, en tiempos de veda como ahora, a la venta de carnadas”. Mudarse no es una opción para Julio: “Volver a empezar es duro como todo. Pero prefiero empezar de nuevo a tener que vivir en un lugar no inundable pero encerrado entre rejas como se ve en todos lados”. Por su parte, Ramón Antonio Reyes, otro vecino de la zona comenta: “Lo único que se sufre en este barrio es el tiempo de crecientes. La inundación más grande que viví fue la del 82. Y es siempre el mismo mecanismo. Apenas baja el agua volvemos a casa. Siempre es mejor estar en casa. No nos quejamos porque se nos atiende bien cuando estamos evacuados a la vera de la ruta, pero se sufre y se quiere volver al propio hogar”. El desalojo es un fantasma constante en este barrio. Sobre su viabilidad, Ramón explica: “Acá hay gente nacida y criada, es muy difícil pretender sacarlos. Supuestamente nos iba a visitar un fiscal acompañado por la policía para ver si tenemos los papeles de nuestros terrenos. Pero nunca se puede tener escrituras, porque cuando viene la creciente lo primero que uno manotea son los documentos y los chicos. Y lo que quedó, quedó y se perdió”. Entonces, ¿cuál es el vínculo tan invulnerable que hace que perderlo todo sea preferible a vivir en una zona más segura? La respuesta queda en el aire con las palabras de Ramón: “Esta tranquilidad, esta paz no existe en otro lado. La costa del río es impagable. Es lo mejor que hay. Y eso es lo que nos une a este barrio, a pesar de las crecidas y de tener que volver a empezar miles de veces”.
Partido de lujo En enero de 1948, en La Vuelta del Paraguayo, jugó el Seleccionado nacional de fútbol contra Unión. El evento fue a total beneficio del barrio. Jugaron figuras estelares como Diano, Cozzi, Marante, Sobrero, Perucca, Palma, Pescia, Sastre, Boyé, el “Charro” Moreno, Alfredo Di Stéfano, René Pontoni, Cantelli, Yebra, Yácono y Colma, entre otros. “Un equipazo”, según El Litoral de aquellos años.
Centro de salud Hace varios años, en La Vuelta del Paraguayo se proyectó un dispensario. Pero la obra nunca se concluyó y quedó a medio hacer. Contar con un centro de salud es una necesidad para los vecinos, sobre todo por vivir en una zona rodeada de naturaleza y estar permanentemente expuestos a la picadura de insectos. Hoy, en el lugar donde se iba a levantar el edificio, quedan rastros de la construcción del edificio que no fue.
/// Postales
Jugar rodeados de naturaleza. Los clubes y sitios de esparcimiento existentes en la zona son privados. Los niños deben conformarse con jugar en la calle o en la costa. Se calcula que viven casi cien familias en este barrio y que cada una tiene unos cuatro chicos. A pesar de que en su mayoría son tranquilos, los vecinos reconocen que la introducción de la droga al barrio pone en serio peligro a muchos de ellos.
Casas lacustres. En un sector del barrio hay siete viviendas que llaman la atención. Originariamente estaban a una distancia considerable del suelo y sostenidas por unos pilotes. Se construyeron como una prueba contra las inundaciones durante la intendencia de Horacio Rosatti. El proyecto completo, que contemplaba la construcción de más casas y unos paneles flotantes para no quedar aislados, se ejecutó a medias y dio lugar a que los propios vecinos edificaran en la planta baja. Así, las viviendas perdieron el sentido con el que fueron levantadas.
Quedar aislados. En épocas de crecientes del río o abundantes lluvias, el camino que conduce a La Vuelta del Paraguayo se corta y los vecinos quedan aislados vía terrestre. Por ello, con el objetivo de mitigar el riesgo hídrico en la zona, cuando ocurren esos fenómenos, la Municipalidad intensifica trabajos tendientes a levantar el camino y colocar bolsas de arena. Durante el año realiza tareas de mantenimiento.
Se agranda la familia. Julio es uno de los tantos pescadores que vive en la Vuelta del Paraguayo. Pero en los últimos meses, junto a su esposa, además dedica sus horas a preparar todo para la llegada de su bebé. Será una niña y disfrutará de una cuna refaccionada por su propio padre, que también construyó su casa con paja y barro obtenidos en la misma zona. Al no existir centro de salud en el barrio, su mujer debe trasladarse hasta la ciudad para realizarse los controles de embarazo.