Con Praga pintada tras de si, el fulano extiende su estandarte seductor sin perder la estirpe de varón triste. Allí se encuentra con los amigotes en rueda, alardea a la muerte, recuerda a los que se fueron, advierte al desamor con la navaja del rencor, admite lidiar con sus consuelos y embelece a la puta como princesa.
Cada vez que tiene la oportunidad rinde el mote de cazador y sin más armas que los sonetos escritos la noche anterior, pisotea y dispara con sus manos un sinnúmero de bichos que sobrevolaron la tertulia gran parte de la noche. Pero este grillo sale del frac con una sonrisa ofreciendo su canto de peña a los encubridores musicantes.
Lejos quedaron los pronósticos reservados, por eso viaja recorriendo más de treinta años la carretera; por eso despliega su presente a flor de piel, se recrea y además lo comparte. Lo disfruta. Ese es su arte.
Primera vez… quizás fue la última, pero los congregados saben al dedillo que este elefante de bombín no quiere vender discos póstumos, por lo tanto fue única.
Diego Sponton
(Especial para O sea)