El cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco I, es un jesuita con una sólida formación académica, considerado un hombre dialogante y moderado, amante del tango e hincha del equipo de fútbol San Lorenzo.
Quien hasta ahora era la máxima autoridad de la Iglesia argentina está considerado como un hombre prudente, lo cual no ha impedido que mantuviera fricciones con el actual gobierno del país, en temas como el matrimonio entre personas del mismo sexo.
En 2005, tras la muerte de Juan Pablo II, el arzobispo de Buenos Aires pidió a los cardenales electores que no le votaran.
Entonces quedó en segundo lugar, tras Benedicto XVI, con quien ahora convivirá como Papa emérito, en una situación inédita.
Arzobispo de Buenos Aires y primado de Argentina, Bergoglio ha sido en la Santa Sede miembro de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos; de la Congregación para el Clero; de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica; del Pontificio Consejo para la Familia y la Pontificia Comisión para América Latina.
Nació en Buenos Aires, en el seno de una familia de origen italiano y comenzó su carrera en la Iglesia con 21 años tras estudiar ciencias químicas.
Fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969 y, en plena dictadura militar argentina, entre 1973 y 1979, fue enviado a Alemania, de donde pasó a la iglesia de la Compañía de Jesús de Córdoba.
En 2001, Juan Pablo II lo nombró primado de la Argentina y ocupó la presidencia de la Conferencia Episcopal durante dos períodos hasta que abandonó el cargo porque los estatutos le impedían seguir.
Durante este periodo, fue conocido por la tensa relación que mantuvo con los gobiernos del fallecido Néstor Kirchner y de su esposa y sucesora, Cristina Fernández.
La frialdad que marcó el tono de sus relaciones con el kirchnerismo se transformó en enfrentamiento abierto en temas como la crisis por las diferencias entre el gobierno y las patronales agrarias, la aprobación de la ley que reconoce el matrimonio homosexual y la polémica sobre el aborto.
En 2008, durante el conflicto con el campo, Bergoglio llegó a pedir a Cristina Fernández un “gesto de grandeza” con las patronales agrarias, denunció “homogeneización” del pensamiento y “crispación social”.
En 2010, la cúpula de la Iglesia católica argentina libró una “guerra de Dios” contra el gobierno y trató por todos los medios de evitar la aprobación de la ley que reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Bergoglio encabezó manifestaciones, movilizó a los sacerdotes en defensa de la “unidad familiar” y convocó vigilias frente al Parlamento.
Aunque perdió esta batalla, se apuntó un tanto poco después al conseguir que el gobierno frenara la difusión de una guía médica que repasaba los supuestos de aborto admitidos por la ley argentina: violación y peligro para la vida o la salud de la madre.
Conocido por su sencillez, Bergoglio vivía solo, en un apartamento, en el segundo piso del edificio de la Curia, al lado de la Catedral de Buenos Aires, en el corazón de la ciudad.
Medios locales recuerdan hoy cómo desde la ventana de su apartamento fue testigo de la violencia que se vivió en la Plaza de Mayo durante la crisis de diciembre de 2001.
Indignado, llamó al ministro del Interior para pedirle que diera instrucciones para que los agentes diferenciaran entre activistas y ahorradores que reclamaban por sus derechos.
En 2004, tras la tragedia de la discoteca Cromagnon, recorrió los hospitales de la ciudad para acompañar a los familiares de las víctimas.
Poco amigo de las apariciones en los medios, Bergoglio ha tratado de mantener un bajo perfil público, acostumbra a viajar en transporte público e incluso acude a confesar a la Catedral.
De hecho, fue de los pocos cardenales que cuando llegó a Roma para la elección del Papa no se subió a vehículos oficiales.
Aunque goza de buena salud, sufre problemas respiratorios tras la pérdida de un pulmón en una intervención quirúrgica.
Preocupado por la educación, una de sus prioridades ha sido dedicar los esfuerzos de la iglesia argentina a los centros educativos y no solo a los concertados católicos.
El nuevo Papa es un amante de los autores clásicos, disfruta del tango y no oculta su pasión por el fútbol, en especial por el San Lorenzo de Almagro, hasta el punto de que tiene una camiseta firmada por los jugadores.
EFE