Cuántos recuerdos al evocar aquellos años tan ligados a la Liga Santafesina de Fútbol. Cómo olvidar que mis comienzos en el periodismo local, como el de tantos colegas, estuvieron vinculados con el deporte. Y en mi caso, más allá que los vaivenes de la tarea me llevaron por varios caminos (judiciales, interior, política y hoy la economía), nunca dejaré de lado que aquella primera síntesis, aquel primer cotejo para la cobertura de LT 10 en cancha de Sportivo Guadalupe, en la fría sombra de añosos árboles, me terminaron de marcar el camino.
Era la década del '70 cuando comencé a conocer la Liga, a llegar avanzada la tarde a la vieja casona de calle Corrientes, a referenciar a los dirigentes, a los árbitros, a los jugadores. A esperar que el Tribunal de Penas se expidiera sobre los inhabilitados para el fin de semana, a compartir el programa de partidos de sábado y domingo. Todo eso era parte de la rutina de cada semana.
Los 90 años de la Liga Santafesina en fotos
Fui conociendo y me fui entusiasmando. Disfruté de la amistad de enormes dirigentes, aquellos hombres comunes que llegaban a la Liga después de concluir su tarea diaria en sus negocios, sus fábricas, sus emprendimientos, sus almacenes. Siempre entendí que ese esfuerzo por el club del barrio valía la pena. Porque ese club era indispensable para cada barrio, porque abría sus puertas para que entraran los pibes de la zona a practicar deportes luego de finalizar la tarea de la escuela, porque sociabilizaba, porque a los pibes seguía la familia. Hoy, es cierto, cumplen (o intentan al menos cumplir) la misma función. Pero qué distinto era aquello... qué distinto. Es como hoy querer explicarle a un pibe que aquella pelota se pinchaba en las púas colocadas al tope del alambrado para que la gente no ingresara a los campos de juego; como pretender que un chico hoy se imagine que si el 9 pateaba fuerte y desviado, la pelota iba a casa de los vecinos o terrenos baldíos, y que por ese motivo comenzaron a aparecer los chicos que iban corriendo a recuperar el balón porque el club no tenía más que media docena y las necesitaban las divisiones para entrenar. Si hubiesen visto la cantidad de vidrios de puertas y ventanas rotos que había cada semana.
Tenés que leerPara Gustavo Pueyo, en el aniversario más difícil, no queda otra que "poner el pecho" En la memoria aparecen figuras recordadas que hicieron grande a la Liga. Y como se señala muchas veces, si los clubes crecen es porque alguien fue tomando las decisiones correctas. Como seguramente las tomaron los recordados Miguel Franconieri, Eladio Rosso, Eloy Vulpetti, Olindo Carreras, Desiderio Gesuitti, Lionel Cosentino, Edel Colla, y otros tantos en San Justo, en Gálvez, en Coronda, en Laguna Paiva, en el distrito La Guardia, por nombrar lugares donde el fútbol nos convocó por un cotejo decisivo. El desarrollo institucional fue también importante. Como no volver la mirada a aquellas prolongadas reuniones del fútbol del interior cuando Rubén Caprio intentaba que a las ligas se las escuchara en Buenos Aires. O antes, el equipo que integró Francisco Cueto para el impulso renovador que tuvo la Liga. Seguramente habrá decenas de valiosos dirigentes que no he nombrado y pido disculpas anticipadas por ello, pero los que trabajaron en aquella época en una institución recordarán que esos nombres eran reconocidos. Cuántas veces esos dirigentes estaban en la puerta recibiendo las entradas de los hinchas, atendiendo que los vestuarios estuviesen limpios, cargando heladeras o detrás del mostrador del bar cuidando la recaudación porque el lunes había que cancelar deudas.
Algo de esa mística se fue perdiendo con el tiempo, pero es lógico que suceda. Aquello, al menos para mí, fue parte del ensayo inicial en mi carrera. Fui creciendo acompañado por el respaldo de mis compañeros en la radio, desde Cacho Roteta, Julio Jeanney, Enzo Volken, Hugo Palermo, Chilín Eusebio, Lucho Catania, Eduardo Gómez Gálvez y otros que hacían sus aportes atendiendo el teléfono cuando llamaba esa troupe de colaboradores "de fierro" que hacía que nuestra labor al aire fuese con una completa información. Ellos, como yo, caminábamos cuadras y cuadras hasta un teléfono público para pasar la síntesis del cotejo. Y muchas veces, si el cotejo era importante para la audiencia, especialmente del interior, íbamos y veníamos para adelantar formaciones, pasar el resultado del final del período inicial y luego sintetizar el comentario. Allí nacieron amistades que hoy perduran y recuerdos, como los momentos compartidos con el querido colega Juan Carlos Romano, infaltable compañero de tardes pegados a los alambrados o viajes a un pueblo cercano.
Como sostengo, el tiempo pasado pudo ser mejor o no. Pero no tengo dudas que ese tiempo fue diferente, porque la amistad y el respeto era una moneda de uso corriente; porque no interesaba la vida privada de nadie sino lo que el dirigente hacía por su institución y el jugador por la camiseta. Seguramente llegaron después tiempos mejores. Pero lo que debemos rescatar para valorar es que los clubes siguen en los barrios, los pibes y los jóvenes siguen entrenando y defendiendo su camiseta todos los fines de semana o cuando la pandemia los deja. Eso, seguro, va a pasar. En cambio, quedarán esas historias que se fueron armando desde aquellos hombres, desde aquellos tiempos.
En este aniversario número 90 de la Liga, el agradecimiento a los que siguen dedicando horas de su tiempo a fortalecer los principios sagrados del deporte y, especialmente, del fútbol. Aunque pocos se los reconozcan, créanme que vale la pena.