Por Clare Byrne
DPA
El largo camino de Nelson Mandela en busca de una vida mejor para todos en Sudáfrica y más allá de sus fronteras llegó a su fin: quien fuera uno de los principales líderes de la historia moderna falleció hoy a los 95 años.
El primer presidente elegido democráticamente en Sudáfrica se convirtió en un icono global del autosacrificio y la lucha de resistencia contra el régimen de segregación racial del Apartheid durante los 27 años que pasó en prisión y en un ejemplo de reconciliación y perdón tras su puesta en libertad.
Pese a que se sabía hacía tiempo que estaba enfermo, la noticia de su fallecimiento supone un duro golpe para muchos sudafricanos. El hombre que tuvo la dicha de ser testigo y supervisor de un final pacífico a 350 años de dominación blanca en Sudáfrica continuaba teniendo una gran autoridad moral tanto dentro como fuera de su país.
Nacido el 18 de julio de 1918 en Mvezo, en la Provincia Oriental del Cabo, la historia de Rolinhahla (que significa ‘el que sacude el árbol‘) Mandela es el cuento de un príncipe africano que renunció a su título en búsqueda de la emancipación de su pueblo y se convirtió en el rey de los corazones durante el proceso.
Hijo de un jefe tribal del clan Tembu, uno de los que hablan lengua Xhosa, Mandela fue preparado desde una temprana edad para seguir los pasos de su padre, por lo que fue enviado a la única universidad del país para negros del momento, Fort Hare.
Al llegar a Johannesburgo en búsqueda de trabajo a comienzos de los años 40, la injusticia de la segregación le sacudió con dureza. Blancos y negros viajaban en autobuses diferentes e incluso bebían de diferentes tazas de té en el bufete de abogados en el que aprendía la profesión.
Mandela se afilió al partido Congreso Nacional Africano (CNA) en 1943 y un año después era uno de los conocidos como jóvenes leones que fundaron su radical Liga de la Juventud para transformar el entonces movimiento de liberación de la élite negra en un movimiento de base popular y masiva.
Y el fiero boxeador amateur de maneras suaves ascendió rápidamente. Fue el jefe organizador de la Campaña de Desafío del CNA de desobediencia civil de 1952 y uno de los 156 activistas acusados en 1956 de deslealtad por redactar la Carta de la Libertad del CNA. Todos fueron exonerados.
Pero Mandela aprovechó el juicio contra los activistas para devolver algunas de las críticas legales que estaba recibiendo del gobierno blanco minoritario. Junto a su socio activista Oliver Tambo, fundó el primer bufete de abogados negros para representar a la mayoría oprimida.
Y mientras su carrera política y profesional ascendía, su primer matrimonio con la enfermera Evelyn Mase, madre de cuatro de sus hijos, se rompía. La pareja se divorció en 1958, el año en que vio por primera vez a la trabajadora social Winnie Madikizela, con la que tendría dos hijos.
La pareja se casó al final de aquel año tras un breve noviazgo, pero su luna de miel fue muy breve: en 1960 el partido CNA fue prohibido, lo que obligó a Mandela y a otros líderes a pasar a la clandestinidad.
Y mientras la cuerda se tensaba en torno al partido, el movimiento rompió con sus décadas de doctrina de resistencia pacífica y formó un ala militar con Mandela como comandante en jefe. Pero Umkhonto we Sizwe (la Lanza de la Nación) apenas había comenzado a tomar las armas cuando el gobierno se echó encima de su cúpula.
Mandela se armó de valor y declaró desde el banquillo que el fin del Apartheid era un ideal por el que ‘estaba dispuesto a morir‘. En 1964, junto a Walter Sisulu y otros seis condenados, fue condenado a cadena perpetua por sabotaje.
Durante sus largos años en la olvidada Robben Island y otras prisiones que siguieron a aquella, el preso 46664 se convirtió en símbolo mundial de resistencia, al tiempo que iba perdiendo el parecido con el líder guerrillero de barba de las pancartas, ante el desgaste físico producido por años de trabajo en las canteras de piedra.
La separación de Winnie, su familia y amigos y la pérdida de su madre y de su primogénito Tembli mientras estaba en prisión fueron como ‘un dolor constante en el corazón‘, según escribió a un amigo. Pero también fue durante su estancia en prisión cuando el hombre de Estado nació.
En Robben Island afinó su estrategia de superar a sus adversarios, comenzando por los guardias de prisión.
Con la Guerra Fría recién terminada a finales de los 80, los líderes del Partido Nacional PW Botha y FW de Klerk comenzaban también a ver al ‘líder terrorista comunista‘ como la única salvación para superar el creciente malestar en el país tras décadas de aislamiento político y económico por la comunidad internacional.
Horas después de salir en libertad tras 27 años en prisión el 11 de febrero de 1990, Mandela comenzó a atraer a sus antiguos detractores con un mensaje de perdón, al tiempo que hacía que la comunidad negra perdiera el impulso violento de venganza. Entonces acordó compartir el poder con el líder del Partido Nacional durante los primeros cinco años.
Durante su liderazgo, Mandela ganó el Premio Nobel de la Paz en 1993 junto con De Klerk, y un año después el CNA fue aupado al poder en las primeras elecciones democráticas y multirraciales del país.
‘Nunca, nunca, nunca más puede ocurrir que este hermoso país vuelva a experimentar la opresión de unos sobre otros‘, dijo en su discurso de toma de posesión ante líderes de todo el mundo en Pretoria.
Y la euforia prevaleció durante su presidencia, pese al aumento de la tasa de infectados con el VIH y la pobreza en el país, que obligó a abandonar sus promesas de izquierda por una agenda neoliberal de deuda y privatizaciones. Para muchos, la apoteosis llegó durante el Mundial de Rugby de 1995, cuando Mandela se puso un jersey de rugby verde de los Springboks, una vez símbolo de la dominación blanca, para entregar el trofeo de la victoria a la selección nacional.
En lo personal, sin embargo, fueron años tumultuosos al romperse el matrimonio con Winnie Madikizela. Mandela volvió a encontrar el amor y se casó con su tercera esposa, la activista Graca Machel, en su 80 cumpleaños.
Tras dejar el poder en 1999, Mandela continuó viajando e influyendo en cuestiones nacionales e internacionales, pero a partir de 2004 limitó sus apariciones públicas principalmente a campañas por los niños afectados de sida y evitando opiniones políticas.
Sin embargo, siguió siendo un hombre de su partido y apoyó al actual presidente Jacob Zuma en las elecciones generales de 2009. Su última aparición pública tuvo lugar en julio de 2010 en un estadio de fútbol en Johanesburgo durante el Mundial.
En noviembre de 2012 comenzaron a emitirse billetes bancarios con su retrato.
Mandela deja tras él a su viuda Graca, también viuda del ex presidente de Mozambique Samora Machel, tres hijas y más de 30 nietos, bisnietos e hijastros.