Por Matías Alberto González (*)
Por Matías Alberto González (*)
Se considera de suma importancia revisar lo que subyace a la decisión de irse a estudiar lejos de casa desde una perspectiva psicoanalítica para tener en cuenta al inconsciente como recordatorio de que allí donde un sujeto se cree dueño del control de sus elecciones y decisiones, no lo es. Tarea difícil en una época donde la voluntad parece tener la prioridad para decidir, por ejemplo, dejar el pueblo en el que crecí para ir a estudiar a una ciudad; pero, no siendo así, semejante elección está atravesada por el deseo y sus vicisitudes que por supuesto es del orden del inconsciente mismo y muchas veces es descubierto por los estudiantes durante el proceso mismo de su carrera académica y no antes.
Dicho deseo -no advertido completamente- mayoritariamente se manifiesta a partir de anhelos de aprender, crecer o trascender los límites del pueblo, de la familia tanto sea para obtener un reconocimiento de estos, tanto para ir más allá de lo conocido. Lo cierto es que, por su dinámica misma, el deseo implica la búsqueda de algo que no se tiene; y del mismo modo que para aprender algo es necesario aceptar que no se sabe, para seguir el deseo es importante no solo reconocer que falta algo sino también dejar atrás algo, es decir, perder algo. En el tema que nos ocupa, la pérdida no es completa, ya que la mayoría de las veces los estudiantes tienen el soporte familiar constante y retornan al lugar de origen periódicamente, más o menos según cada caso. Dicha característica amortigua la pérdida sin suprimirla.
Suceden en simultáneo y parcialmente entonces, el aprendizaje de nuevos quehaceres de la vida adulta que acompañan a los desafíos académicos y la pérdida de lo cotidiano y familiar. Dos variables que operan en las dificultades del deseo y se presentan de innumerables formas, como por ejemplo: soledad, nostalgia, desamparo, turbación por exceso de responsabilidades, etc. De la singularidad del caso dependerá poder sortear dichas dificultades y continuar, no sin llevar adelante el importante trabajo psíquico que esto conlleva.
Lo desarrollado convierte a la experiencia de estudiar alejado del hogar en todo un acto psíquico a partir del cual el sujeto ya no será el mismo. La conmoción subjetiva y el trabajo psíquico pertinente suponen un crecimiento y aumento de su "saber hacer" en la vida para aquellos que puedan mantener un deseo decidido (que no abunda en la actualidad). En este punto cabe aclarar que no solo la culminación de la carrera presupone un crecimiento subjetivo sino cada paso realizado. Siendo así, estudiar lejos de casa se presenta como una transición pertinente a la vida adulta siendo progresiva y parcial -ya que por un lado se sigue recibiendo sostén familiar y por el otro lado la pérdida de las costumbres y el entorno no es completa-.
Podemos agregar que tanto la presión académica como la familiar juegan un papel secundario en este asunto, pese a que nos veamos tentados de ubicarlas en primer lugar, ya que este sitio lo ocupa la presión que el propio estudiante ejerce sobre sí mismo, incluso muchas veces disfrazada de las dos anteriores. Desde la familia, principalmente, se hace el mejor esfuerzo según cada caso para acompañar estos procesos. Con la dificultad de tener en cuenta constantemente que los recursos facilitados (tanto emocionales como económicos) no deben ser ni escasos de modo que supongan un supremo esfuerzo del estudiante, ni excesivos de modo de aplastar su deseo. Tampoco parece posible avanzar demasiado en una carrera universitaria o terciaria sin que algo propio del sujeto habite en ese proceso sino el mero reconocimiento familiar, mucho menos terminar dicha carrera o ejercer la profesión que de ella se desprende. En este punto, el psicoanálisis hace su aporte de tratamiento a partir de la singularidad de cada sujeto.
Entonces, del mismo modo que Freud nombra el avance de un análisis a partir del vencimiento de sus resistencias, podríamos pensar en este tema el avance del deseo en el estudio a partir del vencimiento de sus dificultades que siempre están a la orden del día. Muchas consultas llegan a partir de estás dificultades y el trabajo analítico supone el tratamiento de las mismas y la posibilidad de sortearlas de la mejor manera posible siendo la decisión de continuar o no con los estudios responsabilidad del sujeto consultante aunque no se presente mayormente de manera consciente.
(*) Lic. en Psicología. Psicoanalista. Ejerce su práctica analítica en Santa Fe Capital y también en localidades del interior de la Provincia.
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