"En la escuela primaria me costaba mucho repetir las letras, los chicos se burlaban de mí y eso me daba menos ganas de leer, me refugiaba en mí mismo y no quería aprender porque pensaba que cada vez que quisiera intentarlo se iban a reír".
Especialistas apuntan a la ausencia en las aulas de un método sistemático, estructurado y científico de enseñanza. La historia de Nahuel, un joven santafesino que empezó a aprender a los 10 años, pero no en la escuela.
"En la escuela primaria me costaba mucho repetir las letras, los chicos se burlaban de mí y eso me daba menos ganas de leer, me refugiaba en mí mismo y no quería aprender porque pensaba que cada vez que quisiera intentarlo se iban a reír".
El autor de ese relato es Nahuel López, un joven santafesino de 19 años, que aprendió a leer cuando tenía 10. En realidad, a esa edad se animó a empezar a descubrir las letras, a unir las vocales con las consonantes, a iniciarse en la lectura; pero el proceso llevó varios años más. Hoy, Nahuel cuenta con orgullo que ya ha leído tres libros; la Biblia fue el primero.
No lo logró en la escuela. Reconoce que al principio no le daba importancia al estudio, y como pasaba de grado, llegó a creer que no valía la pena el esfuerzo: "Ya iba a 5to. y seguía sin aprender, me lo empecé a tomar como que no pasaba nada porque total seguía", cuenta. Sus padres tampoco sabían leer: "Ellos no podían ayudarme y eso me alejaba cada vez más del objetivo".
Sus primeras palabras las leyó en el apoyo escolar que aún hoy brinda la Fundación Mundo Pequeño, en barrio Alfonso, al suroeste de la ciudad de Santa Fe, donde una fría tarde de invierno recibió a El Litoral para contar su historia, que identifica a la de muchos chicos que buscan en ese lugar, o en otros, la misma ayuda que le brindaron a él años atrás. "Acá me dedicaron tiempo y amor, no me sentía presionado. Cuando me equivocaba cerraba los ojos porque creía que todos se estaban riendo, pero cuando los abría eso no sucedía, me entendían y me decían que era parte del proceso de aprender".
Sin ser docente, Rocío Ecclesia hace malabares con los 20 chicos que llegan al apoyo escolar cada martes para hacer las tareas escolares. Y ve realidades muy parecidas a las que contó Nahuel. Como la de Mishael, que va a tercero pero ni siquiera reconoce las letras y escribe su nombre por inercia. O la de una mamá que vive enfrente y le insiste para que ayude a su hijo: "pero ya tiene 13 o 14 años y no sabe leer ni escribir. Es difícil enseñarle a un nene de esa edad", reconoce Rocío que no es docente y ejerce esa labor de forma solidaria, porque le gustan los chicos y quería ayudarlos. Para enseñar toma las recomendaciones que le acercan algunas maestras amigas, imprime libros de internet, usa videos de Youtube o revisa los cuadernos de la escuela: "Me fijo cómo les está enseñando su maestra y copio, porque cada una tiene su propio método. Si no los chicos reclaman enseguida que así no les enseñan en la escuela".
Al apoyo escolar llegan niños de todos los barrios cercanos: Santa Rosa de Lima, San Lorenzo, Chalet, Centenario. "Hola seño", le dicen a Rocío, y se acomodan en una larga mesa. Los reciben algunas letras pintadas en una pared que forman una frase: Si crees, todo es posible. "Vienen acá a hacer la tarea, pero tienen que hacer algo de geografía y no saben leer, no pueden interpretar lo que les piden. Cuando empecé hace 5 años había dificultades, pero no como ahora que veo un nene de 4to. grado que no sabe escribir su nombre, o que están en tercer grado y no saben lo que es un renglón ni identifican la letra cursiva ni la minúscula".
El que llega a leer "no interpreta; pedirles comprensión de texto es demasiado. Leemos un párrafo y les pregunto ¿qué entendieron, qué pasó? Y no saben. Perdieron la imaginación, no pueden describir ni redactar. Si les digo que armemos un cuento, no se les caen ideas… es muy difícil", lamenta Rocío, que ya tiene lista la merienda para compartir con los chicos.
En medio del contexto adverso, la satisfacción llega cuando se logran avances. "Más allá de que tienen dificultad para aprender y que les faltan recursos, la mayoría necesita que le estemos al lado ese ratito y de a poquito van progresando".
Lo de Nahuel sucedió hace muchos años pero no es un caso aislado. Ya no todos los alumnos terminan el primer grado sabiendo leer como era regla hace unas décadas. Y peor aún: en tercer grado, cuando se supone que todos los chicos ya lo hacen con fluidez, casi la mitad no maneja las nociones elementales de lectura, según los resultados de distintas instancias de evaluación nacionales como las Pruebas Aprender, o latinoamericanas como el Estudio Regional Comparativo y Explicativo (Erce).
Aunque la situación es peor en estratos más humildes, esta falencia se observa en todos los niveles sociales, con lo cual la pobreza y la exclusión no son el factor que determina que los niños no aprendan a leer.
Esto dispara algunos interrogantes: ¿Qué pasó con los chicos que ahora necesitan tres años para aprender a leer? ¿Los métodos de enseñanza que se están utilizando retrasan la alfabetización? ¿Cuál es el más conveniente para lograr la lectoescritura? ¿Cuál es el que impone el Ministerio de Educación en Santa Fe?
Investigadores del Conicet, docentes y reconocidos profesionales de la educación vienen estudiando la problemática y hasta han diseñado distintos programas basados en evidencia científica sobre el proceso de alfabetización, que incluso han sido probados en terreno. La evidencia muestra que en tres meses un niño puede aprender a leer y a escribir.
Además, el propio Ministerio de Educación de Santa Fe, atento a esta problemática, ha convocado a especialistas para elaborar un nuevo diseño curricular para que apliquen las escuelas, que incluye la lectoescritura con un enfoque equilibrado. (VER NOTA 3) El objetivo es actuar fuertemente para que en primer ciclo, con una enseñanza muy sistemática, rica y organizada, los niños logren leer y escribir con corrección ortográfica un conjunto de palabras de uso común y algunas de uso específico; puedan leer con fluidez textos adecuados a su nivel, cada vez más extensos y complejos; puedan organizar oraciones con corrección, con las palabras separadas, y que tengan un modo de revisarlas, con ayuda en principio y luego con autonomía, para ver si están bien escritas.
Nahuel logró aprender. Fuera de la escuela, en un apoyo escolar, gracias al tiempo destinado por personas generosas y solidarias. Logró terminar el secundario y ya piensa en estudiar una carrera universitaria mientras conserva su trabajo de repartidor de pedidos en bicicleta. "Recién pude leer bien a los 14 años. Me costó un montón pero es fundamental, sin leer no podía desarrollarme en el trabajo ni en la vida, me estaba perdiendo muchas oportunidades, por eso animo a todos a que lo intenten".