El transhumanismo es un movimiento intelectual y cultural que promueve el desarrollo de tecnologías para el mejoramiento u optimización del ser humano, a nivel psicológico, físico y moral.
Qué es y qué postula este movimiento promovido desde las principales empresas tecnológicas como Google o Amazon.
El transhumanismo es un movimiento intelectual y cultural que promueve el desarrollo de tecnologías para el mejoramiento u optimización del ser humano, a nivel psicológico, físico y moral.
Los principales objetivos son fomentar el auto-diseño humano (la capacidad de modificarse a discreción según el propio deseo), ampliar la capacidad de autonomía, eliminar la enfermedad, el envejecimiento e incluso superar la condición mortal.
Sin embargo, el profesor de Filosofía Leandro Gaitán, egresado de la Universidad Católica de Santa Fe, y actualmente docente en la Universidad de Navarra, explica que no es un movimiento homogéneo, sino que en él coexisten diversidad de tendencias, como el transhumanismo libertario, el transhumanismo democrático, el extropianismo, el singularismo (o singularitarianismo), el transhumanismo de inspiración "cristiana", el anarco-transhumanismo, el posgenerismo, etc.
"Más que hablar de transhumanismo en singular lo más apropiado sería hablar de transhumanismo(s). Algunas de estas tendencias son más moderadas, defienden un mejoramiento sujeto a ciertos límites. Otras son más extremas porque proponen un mejoramiento radical, sin restricciones, apelando al concepto de "libertad morfológica", según el cual toda persona debería gozar de una libertad absoluta para hacer con su cuerpo (o, mejor dicho, con su "yo") lo que quiera", comenta el magister en Cognición y Evolución Humana.
Con todo, más allá de las diferencias que se observan entre las distintas corrientes, existe un núcleo duro de ideas compartidas que se resumen con claridad en la Declaración Transhumanista del año 2002. A estas propuestas subyace el axioma según el cual el ser humano es soberano y se autodetermina.
Algunos de los representantes más eximios del transhumanismo son Nick Bostrom (Universidad de Oxford), Anders Sandberg (Universidad de Oxford), Raymond Kurzwail (Director de Ingeniería de Google), Max More (fundador de la organización transhumanista "The Extropy Institute"), David Pearce (director de BLTC Research), Kevin Warwick (Universidad de Reading) y Aubrey de Grey (Universidad de Cambridge).
El profesor aclara que "las ideas transhumanistas son también apoyadas y promovidas por grandes empresas trasnacionales como Google, Amazon, Apple, Facebook, y por multimillonarios como Elon Musk, a través de su empresa Neuralink".
Algunos de los principios rectores de este movimiento son que la humanidad es apenas una fase de transición en el desarrollo evolutivo de la inteligencia, y compete a la ciencia acelerar la transición. La tecnología tiene un papel clave, y debe favorecer la fusión entre el hombre y la máquina, y pasar así del Homo sapiens al Homo cyberneticus.
"El ideal moderno de dominar la naturaleza tiene como estación de llegada la búsqueda de un control total, no sólo del ecosistema, sino también de la propia naturaleza humana. Es necesario que la humanidad se haga cargo tecnológicamente de su destino", explica Gaitán.
Otro de los componentes de las ideas transhumanistas refiere a la dimensión corporal del ser humano. Sostienen que el ser humano no posee la morfología particular de una especie biológica puntual, sino que es un sistema físico manipulable, un mero flujo de información.
En este sentido, entienden el cuerpo como "intrínsecamente precario (se estropea fácilmente), desordenado y sucio; que trae caos y decadencia a nuestras vidas, nos esclaviza porque es la causa de todos nuestros sufrimientos. La cosa más importante de cada persona son los datos y las combinaciones entre datos que están en el cerebro. La inteligencia está «desencarnada»", expone.
Ligado a lo anterior, los transhumanistas defienden que el hombre es autónomo, de manera que puede autodiseñarse, y debe poder liberarse de todo, incluso de sí mismo, ya que las identidades son fluidas y modificables.
Gaitán señala que "el transhumanismo puede ser considerado una ideología porque asume las características de un gran relato, de una utopía salvífica que busca la auto-trascendencia definitiva del ser humano a través de la tecnología".
"En su versión más radicalizada, el transhumanismo se basa en el desprecio del "yo" en tanto que vulnerable y finito, y apuesta por llevar hasta sus últimas consecuencias la tendencia natural del hombre a desarrollar nuevos medios para incrementar su poder y su control sobre la realidad", explica.
"El desprecio de la condición humana y las aspiraciones prometeicas del transhumanismo se expresan en el deseo de transicionar hacia el posthumano con la ayuda de la tecnología", señala Gaitán y añade que, para Nick Bostrom, estos posibles seres futuros, los posthumanos, tendrán capacidades básicas que excederán tan radicalmente a los humanos presentes que no coincidirán con ellos prácticamente en nada.
"El transhumanismo implica, en definitiva, toda una concepción de la naturaleza, del ser humano, del sentido de la vida y de la historia, una escatología -una idea sobre el destino último del hombre y del mundo- e incluso una soteriología -una idea de la salvación- en clave secular".
Ante este panorama, un temor posible es el surgimiento de un nuevo tipo de sociedad o sistema de clases, ya que el acceso a las tecnologías de mejora humana estaría, en principio, solo al alcance de unos pocos. Este tema es motivo de fuertes debates en diversas áreas como antropología, psicología, sociología, ética, política y economía.
La nueva sociedad estaría compuesta, como mínimo, por dos estratos: "El de los posthumanos que, dotados con capacidades superiores, controlarían la sociedad y gozarían de privilegios y nuevos derechos; y el de los humanos, es decir, aquellos que no habiendo accedido a las tecnologías de vanguardia quedarían rezagados y a expensas del poder de los primeros", describe Gaitán.
"Es difícil predecir cómo sería vivir en esa nueva sociedad de castas tecnológicas, pero cabe sospechar que acarrearía nuevas formas de esclavitud, desigualdades, abusos, y corrupción", comenta.
El politólogo Francis Fukuyama, uno de los más notables críticos del transhumanismo, es especialmente enfático en este punto. "Sostiene que la completa alteración de la naturaleza humana podría tener consecuencias nefastas, ya que esta constituye un punto de apoyo clave para definir los modelos de regímenes políticos y para distinguir lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo importante y lo intrascendente. Los transhumanistas son, desde luego, muy conscientes de esa problemática y proponen algunas soluciones a esa situación potencial de desigualdad, marginación y abusos", concluye Gaitán.
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