"Pero tuteame, por favor", dice al teléfono Emilce Méndez, Dra. en Ciencias Biológicas (FBCB-UNL). Antes, por WhatsApp, había pedido -casi como pidiendo disculpas- postergar por unas horas la entrevista: estaba en un Zoom dando clases. Méndez tiene 70 años ("soy la mujer de las siete décadas", bromea y sonríe) y se recibió recientemente de Máster en Bioética, en medio de una pandemia quizás sin precedentes históricos. Es experta en microbiología clínica y dedicó su vida a esa área tan específica, llena de fórmulas complejas y horas eternas de laboratorio.
Nacida en la ciudad capital (ver Perfil de vida), hoy habla desde ese privilegiado lugar que da lo que algunos llaman la "juventud amplificada", con la sabiduría que otorgan los libros y el "haber vivido", pero cuidado: lo hace sin jactancias. Para ella la ciencia está siempre primero, más allá de cualquier lauro personal.
Y aunque en su CV -además del título de Doctora- ya contabiliza unos 12 másters, su "berretín" era la bioética. Y lo logró: Méndez es la primera magíster en esa área del país, y es santafesina. Su directora fue la Dra. Liliana Siede, la única Dra. en Bioética de toda la Argentina. Y es ésa bioética, que tiene una estrecha ligazón con la filosofía, "la disciplina del futuro, y es apasionante", afirma entusiasmada en diálogo con El Litoral. Es ese futuro que acaso ya esté aquí y ahora.
"Bioética" es la ética como categoría filosófica aplicada a las ciencias de la vida y de la salud. "Esto me fue apasionando porque además, las nuevas tecnologías se fueron incorporando a la microbiología, y muchas veces estas incorporaciones no se hicieron respetando un principio ético de justicia; esto aún lamentablemente ocurre en la actualidad. De hecho se está viendo con el coronavirus", agrega.
Pero, ¿qué cambió, siguiendo esta conceptualización? Antes, la ciencia pretendía conocer la naturaleza humana. "Pensemos, ¿qué intenta hacer hoy el hombre y el científico? No sólo conocer la naturaleza humana, sino dominarla y hasta sustituirla. Hasta tal punto el hombre quiere dominar la salud y la vida (cita el libro "Homo Deus", del escritor israelí Yuval Harari), que hasta quiere resolver la muerte. ¡O sea que se quiere resolver la inmortalidad! El hombre se quiere transformar en Dios", advierte.
Y así como cambió la ciencia, el concepto de salud también se modificó. En este línea de argumento, muchas veces una sociedad no sólo se puede dominar por una ideología (lo más común), "sino también a través del manejo del cuerpo de los individuos", completa la idea. "Con el coronavirus, nos manejaron el cuerpo; no discuto si para bien o mal; esperamos que para bien, pero, ¿cuánto daño se le hizo a los niños, a los adultos mayores? Ya hay adolescentes que comenzaron ataques de pánico (como consecuencia de los efectos del confinamiento por la pandemia). Estamos ante un cambio impresionante".
Méndez cuestiona la mercantilización de la medicina, algo que está justamente en las antípodas de la bioética. "Hay que tomar con mucha precaución respecto de lo que se informa sobre las vacunas contra el coronavirus", pide.
-En este contexto de la mercantilización de la medicina y las vacunas contra el coronavirus, ¿qué lugar ocupa la bioética?
-Es un lugar muy importante, porque en el actual contexto se generan escenarios inéditos, y ahí es donde hay que poner la mirada bioética. Tal es así que en lugar de seguir todas las etapas (de producción de una vacuna efectiva contra el virus Sars-Cov-2), se acudió a que la OMS las habilite enseguida para que se pueda vacunar a la gente. Y aún no sabemos si las vacunas generan anticuerpos suficientes, porque para eso hay que esperar dos años. Tampoco sabemos si tal o cual vacuna será efectiva, y qué tiempo de inmunización tendrá en el organismo humano. Todo depende de la cantidad de anticuerpos que generen las personas.
La bioética tiene que intervenir en todas estas fases, y tiene que imponerse ante el lobby del poder (las farmacéuticas, por caso). Es decir, intervenir ante quienes quieren ganar mucho dinero con esta pandemia. Eso es lo que yo quiero transmitir a mis alumnos, a los futuros científicos y a todos los colegas que pueda: debe haber siempre un proceder bioético en cada disciplina científica.
-En lo personal, ¿qué representa este nuevo máster?
-Es un logro más dentro de mi trabajo como microbióloga. Porque me fui encontrando con la microbiología que se presentaban muchos dilemas bioéticos. Estos dilemas aparecen cuando uno tiene que elegir entre una cosa y la otra, y debe recurrir a principios y normas, incluso a veces tomar decisiones propias. Y las tecnologías tienen que incorporarse también de una forma ética.
Fue un desafío que me había propuesto y que pude obtener. Haber obtenido esto es un gran logro para mí, y siempre que desde mi lugar pueda hacer algo por mejorar la salud o la ciencia de mi ciudad o de mi país, allí estaré.
En septiembre de 2017, la Dra. Méndez recibió en Buenos Aires el Premio a la Trayectoria "Dr. Roberto Cacchione", que entrega la Asociación Argentina de Microbiología (AAM). Esta distinción se otorga el Día del Microbiólogo (todos los 28 de ese mes) y el reconocimiento se dio en el marco de un Congreso Argentino de Microbiología de ese entonces. La AAM reúne a todos los microbiólogos del país, tiene filiales y hay una en Santa Fe: Méndez fue una de sus fundadoras.
Emilce Méndez nació y se crió en Candioti Norte: hoy vive en otro barrio. Se casó y no tuvo hijos, "lo cual me permitió dedicarme de lleno a mis estudios y profesión", dice. De muy jovencita se iba del hospital a la facultad, y de ahí a su casa. Sus padres eran profesionales: su papá abogado, su mamá odontóloga. "Entonces, ellos me dieron un gran estímulo para estudiar". Si algo no faltaba en su casa eran libros. Asistió al Colegio Adoratrices, "al cual le debo gran parte de mi formación", agradece.
Estuvo un año de su vida estudiando en España, haciendo otro máster; hizo pasantías científicas en Estados Unidos, y siempre que había algún congreso internacional asistía, para estar actualizada. Fue Jefa de Laboratorio Central del Hospital José. M. Cullen, y hoy está a cargo de la cátedra de Bacteriología Clínica de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB) de la UNL. Hace poco se recibió de Máster en Bioética: egresó de la Universidad del Museo Social Argentino de Buenos Aires.