Darío Pignata | [email protected]
Desde las 17.45, el copero equipo de Domínguez recibe al invicto Unión de Madelón.
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Está instalado y hasta encriptado el fantasma del empate. Vaya uno a saber por qué, pero es lo que más se escucha en las recovas futboleras de la ciudad de Garay por estas horas previas al derby. Y no sólo lo dicen los parroquianos sino que además lo justifican desde cada culto que profesan. “Colón anda con la historia de la Copa Sudamericana, no arrancó bien el torneo y no perder es empezar a pensar tranquilo en el Junior de Barranquilla”, dicen unos por el sur. “Unión tiene claro que debe sumar. Arrancó bien Madelón, a pesar de la salida de un jugador que parecía irreemplazable como Gamba y es visitante el domingo. O sea, le sirve no perder en la cancha de ellos”, afirman del otro lado sin nombrar el rival.
Entonces, con el respeto y el cariño de dos queridos “fierreros” amigos de esta redacción centenaria —hablo de ese folclórico “Lobo” Ricardo Pallero y del inolvidable Daniel “Puppet” Monticelli—, es como si el clásico de los últimos tiempos apareciera con el mismo diagnóstico de crítica que hacen los agoreros históricos que tiene el condado. Esos refutadores de leyendas que trajo por estos pagos don Juan de Garay, se quedaron a vivir por siempre en la Cordial y sentencian: “En el Callejero no se puede acelerar, no hay sobrepaso”. Con el derby, lo mismo: “No se van a ganar, no les conviene perder”.
El repaso de los números (hasta eso fue cambiando con los tiempos nuevos, ahora aparecen partidos de todos los tiempos y colores en el respetable revisionismo de colegas especializados) dice que empataron 14 de los últimos 24 clásicos que se jugaron en la comarca cervecera, mosquitera y calurosa. ¿Hay o no sensación de “empatitis” aguda?
Es cierto que la continuidad lograda por cada entrenador (Domínguez local en Colón y Madelón visitante en Unión) en los respectivos banquillos técnicos generan conocimiento mutuo de estilos, dibujos tácticos, defectos o virtudes. Saben de cada lado quién le pega en cada pelota quieta “de los otros”, quién cabecea mejor, a quién hay que marcar. En fin, como si todos tuvieran la letra escrita para la crónica de un final empatado.
Eso sí, cuidado con los empates... No sea cosa que la gente piense que ya no hay rebeldía, frescura, gloria de potrero y terminamos matando de aburrimiento al tipo que le pone nafta para que esto funcione. De paso, no hace falta que le diga por estas horas el valor que tiene la nafta.
Porque en el fútbol de Santa Fe también nos pasa que “si no hay galope se nos muere el corazón”. Entonces, en medio de esta “empatitis” aguda santafesina, ¿quién puede romper el clásico? El pelotazo largo para “el Animal” Correa o la pelota quieta en la cabecita de oro de Franco Soldano asoman como posibles recetas caseras.
En la famosa previa —acaso la más corta de los últimos tiempos con apenas un puñado de fechas como referencias en la Superliga—, a Colón le duele no tener a su guerrero insignia en la mitad de la cancha, ese Matías Fritzler que siempre juega bien y se compró un tiempo compartido en la historia sabalera con el misil del Morumbí. Y a Unión le generó inseguridad todas las dudas en torno a su arquero histórico, récord, líder y capitán con guantes: Nereo Fernández.
No es lo mismo con Fritzler que sin Fritzler. Y no será lo mismo con Nereo Fernández que sin Nereo. Y esta idea va más allá de como pueda rendir Bastía o quien juegue, por un lado. Y también, por el otro, del arquerito-hincha Joaquín Papaleo.
A la hora de las valoraciones futbolísticas, ninguno ve enfrente un “cuco” en el rival de ocasión. Y, por lógica deducción, tampoco se sienten todopoderosos ni indestructibles mirando hacia adentro.
¿La verdad? Sería bueno que aceleren y que haya sobrepaso. No está mal “pegarse” un palo, siempre hay revancha. No está prohibido empatar, lo que está prohibido es aburrir. Mucho más ahora que jugamos “un solo clásico” en cada temporada de la Superliga.
En la ciudad de Garay, el tiempo quedará muerto desde las 17.45 y hasta que don Fernando Rapallini —capitán y justicia mayor en esta conquista y población del Paraná y Río de la Plata— así lo quiera.
En esta religión sin ateos, Dios es redondito y de cuero. Está sentenciado: se puede cambiar de mujer, de partido político, de cultos... pero no de colores. Es por eso que hoy más que nunca soy devoto y creyente de Eduardo Galeano: “Mendigamos buen fútbol, una jugadita por amor de Dios...”.
Se exige aceleración y sobrepaso. En el nombre de la Santísima Trinidad y de la Virgen Santa María y de la universidad de todos los Santos. En nombre de la real majestad del rey don Felipe, nuestro Señor, y del ilustre señor Juan Ortíz de Zárate, gobernador, capitán general y alguacil mayor de todas las provincias del dicho Río de la Plata. Por virtud de los poderes de Martín Suárez de Toledo, teniente de gobernador que al presente reside en la Ciudad de la Asunción, en el nombre y forma que dicho tengo, fundo y asiento y nombro esta ciudad de Santa Fe.
Que sea Santa Fe sin empates. Y si es con empates que no aburran. En esta provincia de calchines y mocoretás, por parecer que en ellas hay las partes y cosas que conviene para la perpetuación de la dicha ciudad, de aguas y leña y pastos. Que no se perpetúe el miedo a ganar ni el dolor de perder en la ciudad de Garay.