Miércoles 21.4.2021
/Última actualización 10:48
“Amores bárbaros” es el último libro del docente, investigador y escritor Abelardo Barra Ruatta, editado por Prometeo. La metáfora del título que eligió es significativa: analiza los amores libres que se erigen en las fronteras de la norma dominante, en busca de formatos más inclusivos. Entre las ideas del autor, no exentas de polémica, aparece una central: “es un error creer que la monogamia heterosexual es la forma que la naturaleza estableció para el vínculo amatorio”. Algo que ya había comenzado a esbozar en una publicación anterior llamada “Ética erótica. Política, tecnología y gestión de los placeres” y que ahora profundiza más. “Lo que trabajo es una especie de filosofía de la cultura y del erotismo. Son libros conceptuales, no para todo público. No proporciono recetas ni trabajo sobre casos concretos. Intento más bien una reflexión conceptual. Siempre los pienso como insumo para psicólogos o profesores universitarios”, aseguró en una entrevista.
Ya de lleno en el tema que desanda en su último trabajo, sostuvo que una conclusión evidente es que hay “una fuerte ligazón entre la monogamia y la prosecución de un sistema económico y político basado en la propiedad privada”. Incluso apuntó que en una parte de su libro se refiere a un fenómeno actual que tiene que ver con la apropiación de la belleza. “Cómo los ricos escogen, dentro de lo que se podría llamar belleza hegemónica, que proporciona un status. Hombres antes buscaban una mujer culta, hoy eligen a una mujer bonita que asegure una prole bella, en una idea eugenésica de que lo se siga multiplicando a través del nacimiento. Y eso lo asegura la monogamia, que es la apropiación de una mujer. ¿Cómo se sostiene?, a través del dinero”, remarcó.
Gentileza del autorFoto: Gentileza del autor
-De modo que estas nuevas formas de expresar el amor, estos “amores bárbaros” vienen a problematizar esos espacios hegemónicos.
-Si. La elección del título “amores bárbaros” se me ocurrió porque me puse a pensar en la vieja categoría de barbarie que utilizaban los griegos para todo lo que no fuera griego, hegemónico o institucionalizado. Todo lo que no fuera el idioma griego era bárbaro, balbuceo. Y estos son amores que ponen en jaque la institucionalización del amor bajo una sola forma. Tampoco mi libro es un ataque absoluto a la idea de que alguien pueda amarse por mucho tiempo y que una pareja pueda tener una continuidad significativa en el tiempo. Simplemente estoy diciendo que esa mononormatividad hegemónica descalifica todo lo otro. Si bien es cierto que se van produciendo enormes conquistas. Con 67 años, he visto enormes transformaciones. Tengo una hija de 16 años que no puede creer cuando le cuento cómo era en el pasado y le digo que, por ejemplo, había homosexuales que eran objeto de burlas en el barrio.
-Algo que, en términos históricos, fue hace muy poco tiempo.
-Exactamente. Y fijate las transformaciones que hubo. Hoy las parejas del mismo sexo pueden adoptar niños. Son progresos extraordinarios. Y pienso que estos amores libres, estos amores bárbaros, también van a ir alcanzando mayor visibilización. De todas formas, mi libro conserva una eticidad. Una ética erótica es una ética de la libertad, de la no imposición. Pero no deja de ser una ética, es decir que hay un tope final, por ejemplo no hacer daño al otro. No dañar al otro es un límite infranqueable. Pero he visto que hay mucha gente que a través de estos argumentos busca el modo de tener más sexo y la cosa no va por ese lado. Mi visión es la de un amor ampliado. He hablado mucho de la idea de conversación. ¿Qué quiere decir? A modo de ejemplo, si estoy con mi esposa, podemos hablar de muchas cosas. Pero si fuéramos tres, cuatro o cinco, hay otra conversación que se amplía. Hay otros puntos de vista, un enriquecimiento. Puede ser que se vea como una forma de amistad con permiso, donde si la sexualidad si llega o no, pasa por otro lado. La idea es ampliar este registro tan pobre que es lo binario. Es decir, ese “tú y yo” para siempre. Incluso hay muchas iglesias que casan “hasta que la muerte los separe”.
-Siguiendo tu línea de pensamiento, esas imposiciones hacen que muchas personas que muchas personas que quieren vivir amores más libres y ampliar sus horizontes lo hagan con sentimiento de culpa.
-Por cierto. Culpabilidad. Y hasta a veces cierto ilegalismo. Por ejemplo, todavía no hay ninguna normatividad que permita que alguien tenga simultáneamente dos o tres personas viviendo juntas. Creo que no estaría mal que, con el tiempo, exista algún tipo de protección jurídica para esos casos. Son cosas que, me parece, van creciendo. El progreso moral de la Humanidad es muy interesante y rico. ¿Cómo denominar moral a aquello que parece transgredir principios fundantes de la sociedad occidental? ¿Cómo puede ser moral tener dos mujeres o dos hombres? La moralidad, insisto, es la libertad. No hay moral cuando hay constricción o cuando hay un respeto ciego a una normatividad impuesta.
-Pero hasta la posibilidad de hablar o poner en discusión estos temas temas tiende a ser descalificada.
-No te quepa la menor duda. Yo lo siento de esa forma. Inclusive el libro anterior que escribí, “El animal que calza, erotismo del pie y del zapato”, me trajo muchas descalificaciones. Gente que me acusó de fetichista, como si eso fuera una cosa espantosa.
-¿Estas temáticas sobre las cuales reflexionás tienen alguna particularidad en sociedades como la Argentina o más bien tienen que ver con lo occidental en general?
-En toda Latinoamérica hay un dejo o un atraso. La impronta católica ha sido muy fuerte en cuanto a la fijación de estos límites morales de lo permitido y lo no permitido. Creo que el protestantismo en algunos lugares de Europa y Estados Unidos es bastante más libre. Por lo que uno ve a través de las series, hay una mayor libertad. Hay más parejas homosexuales que se muestran en público. Daría la impresión, si bien es cierto que son ficciones, que no hay cosas que alteren demasiado. En Argentina, si vemos a dos personas del mismo sexo besándose en público todavía molesta a muchos.