Los datos: Título original: “Argentina, 1985”. Año 2022. Duración,140 min. País Argentina. Dirección: Santiago Mitre. Guion. Santiago Mitre, Mariano Llinás. Música Pedro Osuna. Fotografía, Javier Juliá. Reparto: Ricardo Darín, Peter Lanzani, Alejandra Flechner, Carlos Portaluppi, Norman Briski, Héctor Díaz, Alejo García Pintos, Claudio Da Passano, Gina Mastronicola, Walter Jakob, Laura Paredes, Gabriel Fernández.
¿Quién puso la moneda? Compañías: La Unión de los Ríos, Kenya Films, Infinity Hill, Amazon Studios. Distribuidora: Amazon Prime Video.
Género: Thriller. Drama. Basado en hechos reales. Drama judicial / Abogados/as. Años 80. Dictadura argentina.
El comentario. Una película que paga una plataforma internacional debe verse como corresponde: en el sofá. En mi caso en el sofá del living. Sólo y con el pocillo de mate cocido, otros usarán gaseosas y habrá quien introduzca en las cercanías del sofá algún líquido más espirituoso. No se acepta el maíz pisingallo en el hogar, excepto en los cumpleaños.
Una película de la plataforma Amazon Prime Video es eso, una manera de pasar bien un rato tranquilo con algo que determine el estado de ánimo que nunca será el peor, el más alterado, el que intranquilice. No están pensadas para intranquilizar las películas que se sostienen con las muchas visitas a la mismísima plataforma. De eso se trata, de visitar la plataforma que para eso cobra y para eso pagamos. Punto.
Cuando terminó este filme, pensado para video, llamado “Argentina, 1985”, me encontré con varios mensajes que no pensé que recibiría, mucho menos en el sofá.
Hay un jovencito, no más de 12/13 años, que es la representación del esperanzado porvenir, que le dice al padre que le meta y le meta, que siga su laburo. Es el que deja atrás la historia. Inocente conciencia liberada. Charla como un adulto y tal vez lo sea; claro que, puesto en el año en cuestión (1985) el pibe es un adelantado sobre relaciones de padres a hijos. Es un mensaje de los autores. Esperanzado porvenir pre adolescente.
Hay una mujer joven, hija del protagonista que, en el diálogo más profundo, el que corresponde, le dice que sí, a su padre, que ella sabe que mantiene relaciones con un hombre casado y que no es una niña ni se engaña. Un mensaje de mujer liberada que es, sin dudas, una precursora de la igualdad de género y el fin de los prejuicios. No tiene una relación directa con el eje de la historia (ya hablaremos sobre el nudo argumental) pero define: la hija del protagonista dice: soy una mujer liberada.
Hay una madre afligida y una amante esposa que es la conciencia del marido (detrás de todo gran hombre, etc.) que en el momento culminante sostiene: me casé y vivo con un héroe. Hay un abrazo y un beso.
Hay una madre muy empingorotada, la mamá del segundo protagonista, el coprotagonista, que en un audio (no se la ve en esa escena) sostiene que los militares son unos asesinos, que ella vivió engañada y cómo torturaron a esa pobre mujer que ni siquiera pudo parir decentemente. Es un mensaje demasiado obvio. Tome o deje. “Prefería no hacerlo”...
Hay un protagonista (Darín) que sostiene como mensaje que ellos son funcionarios. Funcionarios del Estado. Si la consideramos una película de tesis ese es el planteo trascendente.
Si la consideramos una película testimonial entonces digamos que el testimonio que oferta Darín sobre el personaje es pobre, una actuación quieta, sin matices, tal vez el menos histriónico de los personajes creados por Darín y uno no puede quitarse de encima dos discursos. Los nueve minutos del alegato en esta película de plataforma, acusando a los militares genocidas, y los del alegato en Luna de Avellaneda.
Es notoria la diferencia entre este discurso demasiado formal y sin vuelo y aquello más visceral y cabe preguntarse si el eje diferencial no está en dos sitios. Guión y director. Aquello conmovía, esto conmueve a quienes tienen, previamente, su propia historia de secuestro, tortura y muerte en la familia y que, por tanto, están en llaga viva sobre el tema.
Considerémosla una película destinada al living, con un tema conocido sobrevolando aquellos años y aquellos días (1985) con un libro que dice lo que quieren que diga y está bien, es el derecho de guionista más director... y empresarios que la produzcan.
Detengámonos. La película es sobre el Juicio a las Juntas, una vez retornada la Democracia de 1.000 años, como decía Alfonsín. La película abunda en textos, pero no en imágenes. No hay escenas de tortura, hay narraciones de torturas. Todo hablado. ¿Debo decir que no es lo mismo ver una violación y tortura a que alguien dice, mirando a cámara, “me violaron y torturaron...”? Y, sí... debo indicarlo.
Quisiera escaparme de “mirar” la película de la plataforma Amazon con la memoria de quien estaba vivo y trabajando periodísticamente en aquellos años.
Una película de guerra sin escenas de guerra es rara. Puede ser. Una película de torturas, crueldades y asesinatos sin eso: crueldades, torturas y asesinatos es lo que se ve. Se cuenta y ya se sabe, contar no es mostrar.
El nudo de “Argentina, 1985” es un juicio ordinario a criminales de guerra. Ni Nüremberg ofertaba tanto (la derrota como sustento, la derrota, ésa es la diferencia, aquí se juzgó antes de la rendición y la derrota, un punto de cruce que no es posible quitar de la historia, así se la re invente… algo que es posible y necesario, al cabo)
El nudo desatado es que el Presidente de los Argentinos, con el ejército aún con presupuesto, soldados, armas, servicio secreto, dominio del territorio, aceptó, finalmente promovió ese juicio y en el filme no existe ni tiene el valor histórico que, sin dudas, todos los historiadores le asignan. En “Argentina, 1985” el presidente Alfonsín es una voz en off detrás de una puerta abierta que deja en misterio, detrás, sin detalles, una habitación iluminada. Demasiado poco.
Véala donde corresponde. Sofá, living. Ponga “pause” al control automático si se le enfría el agua del termo o la taza de mate cocido está poco azucarada. Tiene buen audio. La imagen es la que corresponde con los adelantos técnicos de tercera década del siglo XXI, y parecería, solo parecería, que el guión debió adaptarse a un total de minutos, como si fuese necesario reducir, recortar, cerrar. Variante: que no se creyese necesario ampliar, porque distraería del sujeto central, pero, en este caso, ¿Cuál sería el objeto central? El Juicio… y… no hay demanda y contra demanda. No se enfrentan el Bien y el Mal. Ya está decidido, parecen advertirnos con la trama tan obvia, como sobreentendida y declamada. Los protagonistas centrales “son el Bien”. Es cierto, pero acaso era necesario convencernos.
Ahí está; es una película para convencidos.
Una película sobre tiburones asesinos sin tiburones asesinos no es una película, es un cuento que entusiasma… si uno conoce de tiburones, pero no atrapa si no se sabe nada de los escualos convertidos en “killers”.
No hay un buen Darín. Sonrisas para Norman Briski. Cariñoso respeto para el rescate del dramaturgo y periodista Carlos Somigliana, a quien muchos textos sobre aquel acontecimiento no ponen en superficie. Elogiamos el rescate.
Hay un guion que es eso. El guión de una película de tribunales y juicios que promete, a los argentinos que estuvimos, más de lo que concreta y a los que no estuvieron, porque la vida los puso en la cancha después, una versión redonda según entendieron guionista y director. Premiarla es siempre una confrontación: comparada a qué.
Hace años que, cuando enfrento una película, una obra de teatro, una novela donde lo argumental se cruza con lo biográfico surge una pregunta: ¿cambia mucho mi vida...? La respuesta en este caso es no.
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