“No recuerdo una escena en particular dado que los libros me han llegado de una forma casi natural”. El padre de Nicolás estudió periodismo y es un gran lector. “Había mandado a hacer unas largas tablas de madera para amurar a la pared. Los estantes rodeaban toda la habitación. De modo que un cuarto entero estaba dedicado a la literatura y al periodismo”. Así comienza a relatar sus inicios con la literatura. Luego continúa “La recuerdo enorme: solía treparme a los estantes buscando los libros más gruesos. Recuerdo uno en especial “Y Dios entró en La Habana”, de Manuel Vázquez Montalbán.
Luego de la separación de sus padres la biblioteca fue desapareciendo dice Nicolás; “mi viejo se llevó varios libros a la Patagonia, donde se fue a vivir; mi vieja donó muchísimos a la biblioteca municipal de Rufino, la ciudad en que nací; y otros tantos fueron a parar a la casa de mi abuela paterna en un pueblo de la provincia de Córdoba”. Con su propia biblioteca tuvo que empezar casi desde cero. “Me gusta pensar que con cada libro que adquiero estoy reconstruyendo esa biblioteca familiar, media fantasmal por supuesto, que a su vez es otra porque a mi padre no le gustan los mismos autores a mí, lo cual me parece lo más natural del mundo”.
Sus inicios con la escritura se remontan escribiendo cuentos de fútbol que publicaba los fines de semana en la contratapa de un diario local. “Tenía 7 u 8 años. Era una especie de novela por folletín”. Su relación actual con la literatura es tardía dice Marcucci, “si la pensamos desde la posición de dedicarle el mayor tiempo posible”. Trabaja 8 horas diarias como técnico dental desde hace casi nueve años. “Hoy en día trabajo de eso en Berlín” y el resto del día se lo dedica a eso en mayor medida. “Incluso en el laboratorio, donde nos permiten trabajar con auriculares y estar distendidos, escucho charlas, entrevistas que para mí es otra manera de seguir ligado a eso aún sin estar delante de un escritorio o leyendo. Trato de sacarle provecho también por ese lado. Así he llegado a leer a muchísimos autores que de otra forma hubiera descubierto más tarde o ni siquiera lo hubiera hecho” cierra Nicolás.
-¿Que proyectos literarios estás llevando adelante?
-Apenas llegué empecé a escribir notas para un diario que sale para una parte de la provincia de Santa Fe, El impreso del Oeste se llama. Eran crónicas sobre mis primeros meses que trabajé como delivery y limpiando casas. Contaba algunas experiencias mezcladas con las lecturas que estaba haciendo en ese momento: Un viaje en tren a las afueras de Berlín y Pavese; el policial de Chandler y un viejo que vive en una parada de bondi, rodeado de muchísimos libros, leyendo a una distancia milimétrica, muy encima de la página.
Ahora estoy tratando de escribir algunos relatos aunque soy alguien poco constante, al menos con la escritura de ficción. Después sigo escribiendo en el diario que llevo hace casi 5 años, al que va a parar cualquier tipo de anotación: citas, traducciones salvajes, ideas de cuentos, vida rutinaria, lista de supermercado, etc.
Volviendo estrictamente al proyecto literario podría decir que son una serie de cuentos situados en algún lugar de la pampa húmeda. Actualmente estoy transcribiendo mis primeros diarios, muy lentamente, y estoy trabajando en un cuento del que solo tengo el título y algo más: “Tres milímetros de misericordia”.
-Vas al taller literario del escritor argentino Alan Pauls ¿Qué nos podés contar sobre esa experiencia?
-El hecho de asistir a un taller literario impartido por un autor que uno ha leído y admira es ya de por sí una motivación. Nos centramos en la producción y el posterior debate de textos propios. Lo hacemos en una librería en español que se llama Andenbuch. Alan suele dar algunas puntadas para que la charla se encamine y se llegan a dar debates muy interesantes. Los que asistimos somos de diversos países de Latinoamérica y también de España. Hay momentos en que la discusión es muy acalorada porque son debates principalmente estéticos y de ataque y defensa de los textos; ósea que no hay vanidad en las devoluciones sino por el contrario, todos estamos con el chuchillo entre los dientes, lo cual me gusta mucho, y también con una gran predisposición a la crítica, lo cual es muy importante porque sino todo lo demás sería en vano.
Las lecturas que hace Alan, que es además de un gran escritor, un gran lector, abren caminos nuevos y conducen a autores prácticamente desconocidos para nosotros. La referencias a películas -otro gran escenario donde Pauls se mueve fenomenalmente- son también de una importancia muy alta porque allí también se aprende como narrar una historia.
-¿Que autores lees asiduamente?
-Cuando llegué a Berlín me traje muy pocos libros porque no tenía pensada una estadía prolongada, pero la cosa fue cambiando. Me traje digamos, mi propio canon personal: Borges, Saer, Piglia, Giordano, Aira, Pavese, Chandler, Faulkner, Benjamin. Hace poco comencé a leer a Ernaux en una bella edición en inglés, y rápidamente me capturo ese estilo confesional, irónico, muy sagaz y por momentos de un patetismo que me encanta. Es alguien que me interesa muchísimo.
-A la hora de escribir ¿Sos de reiterar procesos de escritura con temas recurrentes?
-Comienzo tomando notas en mi diario o en los márgenes de los libros que estoy leyendo. Nunca termino escribiendo sobre eso, aunque es algo que sigo haciendo de todas formas. Después quitás sí introduzco algunas ideas en los relatos, pero que de ya no forman parte del núcleo del relato sino más bien como algo que hace avanzar -o no- la trama. Es como salir a caminar- cosa que amo-: uno traza imaginariamente un recorrido y de golpe se encuentra yendo en la dirección contraria a la que esperaba. De ninguna manera me parece contraproducente sino al contrario, me entusiasma. Es como si uno se sorprendiera de los caminos que toma pero que se da cuenta una vez que vuelve a leer el texto. Recién ahí para mí empieza a construirse el relato. Lo anterior es solo un bosquejo. Con eso no digo nada nuevo la verdad.
-¿Cómo llevas tu vida de argentino residiendo en Berlín? ¿Que hábitos y costumbres nos separan y nos acercan?
-Por suerte tengo un muy buen grupo de amigos con los que comparto mucho. También gente muy valiosa que conocí gracias a la literatura. En cuanto al día a día el tema principal es el idioma, el cual estoy estudiando. Por más que Berlín sea una ciudad cosmopolita y multifacética el (intentar) aprender el idioma es algo que ayuda y mucho, sobre todo cuando se tiene una conversación con gente mayor o, en mi caso, en el laboratorio donde trabajo.
Creo que lo que nos acerca es el ejercicio de la memoria activa, cosa que tristemente está nuevamente en discusión. No es algo exclusivamente de Argentina eso. Hace poco hubo una gran manifestación en contra del partido de ultraderecha alemán (AFD) que fue masiva. Eso es algo muy saludable para cualquier sociedad, y Berlín en particular tiene mucho de eso. Lo que nos separa es quizá que los argentinos, como la gran mayoría de latinoamericanos, tendemos a ser más sociables y tener mas contacto físico, incluso con gente que no conocemos. Me han sucedido un par de situaciones graciosas por no saber, por ejemplo, como saludar a la otra persona. También el silencio en el transporte público, donde nadie habla. Es el mejor lugar para leer.
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