Una novela, una distinción y un puñado de reflexiones
La escritura, una acción que hace de la vida una aventura
Paula Pérez Alonso obtuvo el Premio Nacional de Novela por “Kaidú”. Allí, la escritora analiza el vínculo afectivo entre una mujer y el perro que dejan a su cuidado. En 2021, este medio entrevistó a Pérez Alonso por la publicación del libro a cargo de Tusquets. El recuerdo de una charla sobre los interrogantes humanos sobre los cuales se edifica la literatura.
Además de Kaidú, Pérez Alonso escribió las novelas “No sé si casarme o comprarme un perro”, “El agua en el agua”, “Frágil” y “El gran plan”. Foto: Gentileza de la autora
Evocar las circunstancias de una conversación telefónica, sus resonancias, sus giros y las marcas que deja, suele ser una labor espinosa. Sin embargo, la entrevista con la escritora Paula Pérez Alonso realizada para este mismo medio a mediados del año 2021 resulta, por el contrario, muy fácil de recordar. Por varias razones que se pueden sintetizar en su afabilidad, su transparencia, su respeto y, sobre todo, en su claridad conceptual. El eje de la charla fue la novela “Kaidú”, por entonces recién editada por Tusquets. Pero, como suele ocurrir, derivó hacia cuestiones más profundas y heterogéneas.
Este inicio diferente de una nota periodística obedece a que esta semana, Pérez Alonso resultó galardonada, precisamente por su novela “Kaidú”, en la segunda edición del Premio Nacional de Novela Sara Gallardo. De acuerdo al veredicto que elaboró el jurado, se valoró la “libertad conceptual” y “las preguntas implícitas que plantea sobre las relaciones, el amor, el duelo y la comunicación”. “Kaidú”, que resultó seleccionada sobre otras diez novelas que también fueron finalistas, describe el vínculo que se forja entre Aína y Kaidú, el perro que Juan deja a su cuidado. Surgen, entonces, interrogantes de compleja respuesta en la medida en que ella reconoce su deseo de compartir más tiempo con él.
Foto: Gentileza Tusquets
La razón no es todo
Entre los conceptos que esgrimió Paula Pérez Alonso en la mentada entrevista para referenciar el marco a partir del cual construyó su novela, aparece la idea de las inesperadas formas que pueden adquirir los vínculos y el escaso dominio que tenemos sobre lo que nos pasa con ellos. También la idea de que el ser humano no puede ser la medida de todo en un mundo hiper complejo.
“La novela señala que con la razón y el conocimiento puro no llegamos a todos lados. En realidad la mayoría de las cosas nos exceden y controlamos muy pocas. Tenemos que correr al humano de ese lugar de centro del universo, es solo una parte más. Eso es lo que la protagonista va descubriendo en la relación que se forja con el perro Kaidú”, había precisado.
La vida y las preguntas
Al desplegar sus ideas sobre la acción de escribir y sus múltiples derivaciones, Pérez Alonso había sido muy precisa al describir a la escritura como aquello que pone en movimiento el pensamiento y lo va articulando de una manera que, previamente, no estaba tan clara. “La escritura es lo que lleva de una pregunta a otra. De hecho, la vida está llena de preguntas que tal vez nunca vamos a contestar y es bueno que así sea, de lo contrario sería muy aburrido”, había remarcado.
Esta postura recuerda una famosa frase de otro escritor, el uruguayo Mario Benedetti, quien alguna vez señaló: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”.
Foto: Gentileza de la autora
Lo que se dice y lo que se calla
Particularmente interesante fue escuchar a la escritora referirse a cómo el texto habla, pero también los huecos, los espacios en blanco, lo que no explicita ni se dice del todo. Algo así como el “fuera de campo”. “Lo que está por fuera de la frase es muy importante. Las novelas que son muy asertivas y concluyentes no me atraen tanto. Me gusta más la literatura que deja un margen para la ambigüedad”, había sostenido la escritora.
Otorgar ese grado de relevancia a los “espacios en blanco” está en línea con las teorías desarrolladas por el teórico literario Wolfgang Iser en “El acto de leer”, quien propuso que esos “blancos” deben ser completados por el lector a través de su imaginación.
Foto: Gentileza Tusquets
Una tradición literaria
Desde Argos, que acompañaba a Ulises en “La Odisea”, la literatura universal fue prolífica en personajes caninos. Toto en “El mago de Oz”, Flush en la novela homónima de Virginia Woolf, Buck en “La llamada de la selva” de Jack London, Jip en “David Copperfield” de Charles Dickens son solo algunos. Kaidú se integra a esta tradición. “Es un personaje que quiero muchísimo, me emociona que llegue así a los lectores. Hay mucha literatura dedicada a perros. Y sentí que tenía otra cosa para decir y otra manera para decirlo, que no se parecía a nada de todo lo leído”, había resaltado la autora.