El pueblo borrado “de un plumazo” y una mujer frente a sus recuerdos
“Cuando nadie nos nombre” es la nueva novela de Luciana Sousa. Allí desarrolla una trama familiar, que se construye en torno a una anciana que transita un progresivo deterioro y le confiesa algo a su nieta. El contexto es un rincón de La Pampa donde existió un pueblo que duró apenas una década.
Luciana Sousa, periodista, redactora y narradora, publicó su primera novela, “Luro”, en 2016. En 2017 fue elegida entre los 39 mejores escritores latinoamericanos menores de 39 años. “Cuando nadie nos nombre” es su segundo libro. Foto: Gentileza de la autora
“Cuando nadie nos nombre” es la segunda novela de Luciana Sousa, que editó Tusquets. Se desarrolla en torno a una mujer llamada Ana que regresa al pueblo de su infancia (que casi no existe). Allí, el reencuentro con su madre y su abuela, la impulsa a desarmar su propio pasado y el de su pueblo, para poder construir desde ahí su nueva vida. La abuela, que vive un progresivo deterioro, le confiesa un secreto y le pide ayuda.
“Inicialmente, empecé a trabajar con la figura de la abuela. Me interesaba el caso de muchas personas mayores que están en esa situación, cansadas de vivir, con ganas de terminar, en el umbral de la vida. Eso fue lo primero. Estaba segura de que quería que eso estuviera en la novela. Después se fue armando la trama familiar, los demás personajes y su ubicación en relación a la abuela. También los personajes que están mencionados pero no están físicamente como el padre y el abuelo, que a pesar de estar ausentes tienen un peso grande”, explicó Sousa en una entrevista concedida a este medio.
Foto: Gentileza Tusquets
El pueblo que no está
Una vez diagramada la historia familiar, la escritora se propuso encontrar el lugar donde ubicar la trama. Fue en ese punto cuando se cruzó con la historia de Mariano Miró. Un pueblo que nació en La Pampa a partir del tendido de las vías del tren, creció durante algunos años y fue borrado de un plumazo por los dueños de las tierras. Sus habitantes empezaron a desperdigarse en los pueblos cercanos. “Me fui hasta la Pampa, para ver si ese paisaje, ese territorio, podría integrarse a la trama para darle algo más que no fuera solo un lugar donde transcurren las cosas, sino que tuviera que ver con la historia de lo que se hereda, de lo que cambia. Así surgió la idea de trabajar sobre la historia del pueblo, que no está demasiado extendida en la novela, pero me permitía darle una vuelta más a la saga familiar”, precisó Luciana.
“Tomé contacto con una maestra que me ayudó a entender cómo había sido ese proceso. Al lado de la escuela, empezaron a encontrar cosas y con ellas reconstruyeron la historia del pueblo, hasta que se toparon con los registros oficiales. Ni siquiera estaba en la memoria colectiva. Ella es de una localidad llamada Hilario Lagos, que se fundó al lado de donde estaba Miró. Y no es que entre ellos corre la historia de Miró. Todo volvió a surgir cuando se encontraron las piezas. Ella me decía que no podía creer que nadie se hubiera ocupado de preservar cosas que tienen un valor antropológico. Lo interesante es cómo se limpia tan rápido la historia. Me decían que las cosas salen y siguen saliendo porque las máquinas revuelven la tierra. Entonces, cuando van a sembrar, aparece lo que estaba un poco más abajo. Hay algo de como entendimos la tierra, la olvidamos, la trabajamos y cómo el sistema productivo devuelve la historia”, agregó Sousa.
“En la novela solo se lo menciona, pero hay mucho material sobre este pueblo. Es una historia muy impresionante, poder borrar así, de un plumazo, todo un pueblo. Que además formó parte de un proyecto de país que estaba montado en la idea del tren que iba al interior del país y fundaba pueblos. Ese proyecto de poblar, muchas veces sin planificación y al azar. Y dependiendo siempre de quienes son los dueños de la tierra y los que van decidiendo. Es un tema para muchísimo más. En la novela funciona con la trama, pero es algo del orden de lo real que me parece súper interesante”, precisó Luciana.
“Me fui hasta la Pampa, para ver si ese paisaje, ese territorio, podría integrarse a la trama para darle algo más que no fuera solo un lugar donde transcurren las cosas, sino que tuviera que ver con la historia de lo que se hereda, de lo que cambia", expresó Luciana. Foto: Gentileza de la autora
El tema de la identidad
La figura sobre la cual se configura la novela es la abuela de Ana, quien desde su situación ambigua de deterioro interpela a los demás personajes. “No quería centrarme en una enfermedad ni generar un diagnóstico. Pero sí empezar a ver esa idea de cierto deterioro. Ella comienza a tener desvaríos, pero nada que se ve en los estudios. Esa ambigüedad lleva a pensar que ella no está en pleno uso de su conciencia cuando le pide a Ana que, de alguna manera, la ayude a morir. Me parecía que caracterizarlo con una enfermedad como el Alzheimer, era determinarlo, manifestar que es una persona que que padece determinados trastornos entonces ya está condicionada a que lo que digan no sea tomado en serio”, explicó la escritora.
Para construir a la abuela, Luciana se basó en situaciones que vivió y observó en adultos mayores, donde la ambigüedad es el rasgo decisivo. “Ella tiene días mejores, otros peores. Empieza a confundir nombres o historias, pero en otros momentos puede encontrar datos muy precisos del pasado. Ese lugar de indeterminación era una situación ideal donde ella podía empezar a tener miedo al futuro y a fantasear con la muerte”, puntualizó Sousa.
La cuestión de la identidad es también clave en la novela. Y no está presente sólo en los universos del pueblo Miró, de Ana y de su abuela. También está presente en el personaje de Mara, que es la pareja de Ana, que es adoptada, no conoce bien sus orígenes. Y en la madre de Ana, que habla de la abuela en pasado con la abuela presente. “Hay ciertas búsquedas que no son necesariamente de la abuela”, cerró la escritora.