Entrevista con la autora rosarina de un libro que propone puntos de partida hacia decenas de narraciones sobre viajes, relatadas por reconocidos autores y por personajes ficcionales por igual, desde la antigüedad de los primeros homo sapiens a la actual carrera espacial.
La comunicadora y docente rosarina Andrea Calamari sacó del horno en febrero de este año el primer libro de su autoría: “Volver para contarlo: una historia literaria del viaje. De Ulises y Marco Polo a la carrera espacial”.
Calamari es editora y escritora en la revista española Jotdown, y ha colaborado en otros medios escritos de ese país y de Argentina. Su libro ya se encuentra en las librerías rosarinas. Un compendio erudito y multicultural, editado por Paidós, que será presentado en marzo en Ciudad de Buenos Aires y que promete tener su presentación rosarina también entre marzo y abril.
A través de una narrativa ágil y llena de detalles deliciosos, la autora comparte y enhebra su cosmovisión “como una manta crochet o un patchwork”, todos los “cuadraditos” de lecturas de su vida. Así calificó su obra, ya que se trata de un convite fragmentario que revisita las voces de muchísimos protagonistas de la Historia, la biblia judeocristiana, la arqueología y la mitología oriental, desde la primera narración en las islas Célebes de Indonesia hace 44 mil años con el arte rupestre, hasta la actual ambiciosa búsqueda de Elon Musk de seguir conquistando los confines del universo.
“De alguna manera, un viaje no está terminado hasta que no lo contás, y hoy el registro está en las fotos y subidas a las redes. La experiencia del viaje no es total hasta no ser relatada”, explicó Calamari en un confidente diálogo con Mirador, para dar a entender el concepto de este libro en el que las historias son siempre sobre la exploración de mundos nuevos, la cual sólo guarda sentido en el relato posterior.
El libro busca ser un paseo, un compendio interminable, atemporal y des-generado (porque son muchos los géneros que lo habitan), un catálogo de descubridores que salieron a enfrentarse a lo desconocido y volvieron a sus escritorios para contar lo vivido. Sucede que “el mundo solo se revela a quienes lo recorren de a pie”, citó Matías Bauso a Werner Herzog en la introducción del libro de Calamari. Es decir, a quienes le prestan atención como hizo la comunicadora en estos tres años de trabajo en su libro viajero, el cual “esculpió” durante un taller de clínica dictado por Bauso.
Mientras escribía, la autora pensó en el viaje propio, y entendió que partía desde su lugar en el mundo, en la pampa húmeda, que “sería diferente si alguien lo escribiera desde otra ciudad, desde Roma, ponele”. Entonces estableció: “Escribo desde acá porque en algún momento un Calamari inmigró y labró esta tierra de pastizales, ríos y llanura”. Desde las crónicas de Juan Díaz de Solís sobre la pampa en la que ella posiciona su viaje, en esta llanura eterna donde “los árboles no eran sombra sin nombre ni épica, algo con lo que cortar apenas la monotonía del cielo sobre la tierra”, en sus palabras tomadas de un fragmento del libro.
El recorrido ecléctico pasa por los caminos de Ulises en la Odisea y la Ilíada como comienzo de narrar los viajes de la civilización, pero viajó también más atrás en el tiempo, los registros de los jeroglíficos de los sumerios con los viajes de Gilgamesh, hace unos 4 mil años. Mucho más acá, los paseos retoman a decenas de voces autorizadas, como Franz Kafka, Anton Chéjov, Baudelaire, Julio Verne, el Robinson Crusoe de Daniel Defoe, Ernst Hemingway, Joseph Conrad, Dante Alighieri, Constantino Cavafis, Mark Twain, Jonas Mekas, Rebecca Solnit Joan Didion y Anne Carson, por mencionar solo algunos. Más sobre nuestras tierras se puede leer a Belgrano, Sarmiento Mansilla, Cortázar, Witold Gombrowicz y Hebe Uhart.
En este siglo que pasó, desde los años ‘60 se erigió, y en este nuevo siglo se continúa erigiendo, la carrera por explorar el universo entre las potencias mundiales. Y a pesar de que es una industria de inversiones millonarias, Calamari manifestó su sorpresa al notar la ausencia de relatos en todos estos años de excursiones espaciales y conocimiento científico sobre agujeros negros, galaxias remotas, planetas habitables y exoplanetas.
“Cuando busqué relatos de esos viajes de astronautas, no encontré, porque esos viajes son promovidos desde la ciencia, y los viajeros son solo un engranaje más, y aunque entiendo que fueron viajes que movilizaron a la humanidad, no dejaron registro personal de esos viajes”.
El encantamiento de Sherazade en un vasto índice fragmentario
La propuesta del libro de Calamari es lúdica, quizás como en el clásico Las Mil y una noches, en que se puede buscar en el índice alguna de sus tantas historias, para hacer zoom a esta historia puntual, sin necesidad de leer el libro de corrido.
Es por eso que este libro es de una lectura fragmentaria, porque así también fue construido: “Fui echando mano de cosas que leí y que volví a buscar para seguir narrando, y cuando entro en cada historia, lo hice construyendo literariamente (no historizando). Por ejemplo, escribí lo que pensó Odiseo cuando construyó el caballo de Troya. No es que fui describiendo resúmenes de las historias sino reescribiéndolas, un poco como Sherazade en cada apartado. De chica en mi familia no nos transmitieron sus historias, quizás por necesidad, como Sherazade yo me las fui narrando”.
Es que, desde sus recortes literarios, Calamari confesó: “Me gusta pensar la literatura como una sola trama que se ha ido tejiendo a lo largo de la humanidad”.
El acercamiento a la escritura desde la docencia
Volver para contarlo es el primer libro propio de Calamari, aunque ella precisó a esta cronista que en realidad es su segundo libro, ya que el primero es “¿Qué pasa que no está la radio encendida, qué pasa?”, escrito a cuatro manos junto a Clara López Verrilli, por la UNR Editora, a partir de un trabajo realizado con alumnos en su materia de Producción Radiofónica (de la carrera de Comunicación Social en UNR), donde entrevistaron a sus abuelos para conocer cómo era su vínculo con la radio durante su juventud.
Dando clases tantos años, cayó en la cuenta que la diferencia entre realidad y ficción es que la ficción son los textos y la realidad los hechos, y en ese sentido, aseguró: “Me interesó problematizar la escritura desde la creación, y por eso he dictado un taller de lectura y escritura, y di un seminario de Audio creativa en el que trabajamos crónica, que es la narrativa de hechos reales”.
En su pasaje en la transición de la escritura facultativa a la literaria, reconoció que “estaba sujeta a la formalidad académica (que la sentí un corset por deber sujetarme a la formalidad de las citas por ejemplo), por lo que siento que es muy reciente esto que hice de ´salir del closet´ para contar estas historias de otra manera”.
Pero ¿cómo surgió la idea de enhebrar en un libro toda su indagación sobre narraciones de exploradores? La pregunta amerita una narración en su propia voz, que tan bien supo afilar en su libro: “Se puede pensar que la pregunta surgió con una investigación que realizaba en 2020 en Comunicación, donde analizaba cómo se narran los viajes actualmente en la era del Instagram en comparación a cómo se contaban antes. Esa fue la pregunta madre de todo el proyecto. En una carpeta virtual fui apuntando algunas cosas cada vez que encontraba algo interesante. Fui para atrás y me encontré con cómo fueron hallados los primeros relatos de la humanidad. El archivo fue creciendo, fui sumando más historias con distintos tipos de viajes y en muy diversos modos de narrarlos. En pandemia comencé el taller virtual de edición de libro con Matías Bauso, y fuimos intercambiando pareceres con los compañeros, que se fascinaban con algunos segmentos que les leía, otros les parecía que no funcionaban. El proyecto era un archivo infinito hasta que Bauso me dijo que tenía un libro en mis manos, y le propuso el proyecto a la editorial”.
Y en el proceso de escritura durante estos tres años, precisó que estuvo mucho tiempo buscando libros de viajes en las librerías de usados, donde encontró el diario de Cristobal Colón y de Solís en sus crónicas de América. “Me sirvió ver no sólo lo que contaban sino cómo porque es su cosmovisión. Es una idea gastada pero es real eso de que uno viaja con los libros, sale de su visión microscópica y acotada cuando lee otras culturas, y lo central de un viaje es cuando surge el conflicto con lo nuevo y ajeno”.
Los varios aprendizajes de la autora al leer a Marco Polo
En la búsqueda de escribir diversos protagonistas le resultaba ineludible indagar en los viajes de Marco Polo, ya que no lo había leído, y entonces se sorprendió en varios aspectos: “Descubrí que muchos de los viajes en realidad los hicieron su padre y su tío. Entonces entendí una gran diferencia: lo que hizo Marco Polo fue dejarlo por escrito, lo que quedó registro a perpetuidad por esa tarea”.
De Polo también tomó otra práctica: “Me gustó mucho la idea de inventario que se usaba en esos tiempos de la antigüedad que hacían listados. Analicé cómo describían, y se puede ver cómo veían ellos el mundo también. Entonces hice en varias partes del libro esto de enumerar cosas. Polo hizo un atlas del mundo, sin gran vocación narrativa, sino mas bien descriptiva, partiendo siempre de dos protagonistas, él como relator y el Gran Khan como su oyente”.
Otra cosa que entendió en su lectura sobre los viajes de Polo es la cuestión de la verdad. “Como pasó con la mayoría de los narradores de otros tiempos, las historias eran tomadas por verdad, por más que hoy las veamos evidente que no lo eran (porque por ejemplo ya sabemos que no existen los unicornios)”.
Como Marco Polo narraba monstruos inexistentes, los egipcios que narraban a los dioses de animales en los que creían. Y la cultura occidental es heredera de los dioses de los griegos, que “son como humanos pero con mas poder, y por eso la Ilíada y la Odisea son un parámetro al que yo siempre he regresado”. Entonces comprendió: “La pregunta por la verdad o mentira del relato durante siglos no existió”.
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