Sábado 20.2.2021
/Última actualización 12:02
En enero de 1938, a la salida de un cine, un desconocido se acercó al dramaturgo Samuel Beckett y lo acuchilló en el pecho, cerca del corazón. En las audiencias preliminares del juicio, Beckett le preguntó a su agresor por la causa del ataque. “No sé” respondió él. Beckett no presentó cargos. Ese hecho, real, es el punto de partida que eligió 80 años más tarde el escritor Luciano Lamberti (nacido en San Francisco, Córdoba en 1978) para construir un retrato de Beckett en la biografía novelada “Los abetos”, de reciente publicación.
El autor mezcla realidad y ficción mientras bucea en la amistad que el escritor irlandés cultivó con su compatriota James Joyce, en su participación en la resistencia, su relación con las mujeres, sus exilios, sus problemas de salud y la decisión de cambiar de lengua para escribir. “Lo que hice fue usar lo real como punto de partida y después inventar e imaginar, que creo que es una de las funciones de la literatura” aseguró en una entrevista.
China Editora-¿Cómo es que un argentino llega a proyectar una biografía novelada de Beckett que se llama “Los abetos”? Eso mismo tiene algo de beckettiano.
-Es raro. Es un escritor de otra época. Yo no puedo leer inglés ni francés. Y me pongo a escribir una biografía. En realidad, es una especie de investigación. Escribir la novela fue una excusa para investigar y utilizar algunos datos. Y otros inventármelos. Llegué a Beckett por la anécdota de que lo habían acuchillado a la salida de un cine. Encontré una veta de creación para escribir y a partir de ahí surgió toda la novela.
-¿Qué aspectos de la vida del escritor y dramaturgo te resultaron más sugestivos al rastrear datos para tu libro?
-Me interesaron algunos aspectos que confirman lo beckettiano, eso que uno ve en sus obras de teatro. En sus personajes. Como la increíble capacidad que tenía de quedarse callado. Hacía un uso del silencio muy interesante que era como el reverso de Joyce, que fue su maestro. Donde Joyce agregaba, él quitaba. Cuentan que era capaz de quedarse callado con otra persona durante una hora y después se levantaba y se iba. Era una persona muy particular. Me interesó lo que contradice ese mito, como el hecho de que fuera un gran deportista y pudiera caminar distancias realmente muy largas. Había caminado mucho con su padre de chico y esa costumbre quedó. Era una persona increíblemente atlética. También me interesó que haya sido un diletante toda su vida, hasta un punto. Que más o menos está ubicado después del acuchillamiento, pero eso es algo medio arbitrario. Y que haya pertenecido a una familia de clase pudiente, lo cual es raro y al mismo tiempo comprensible.
-¿Cuáles fueron las fuentes que utilizaste? ¿Todo lo que consta en ‘Los abetos’ está documentado o te tomaste libertades con el material?
-Hay una biografía de Anthony Cronin que se llama “El último modernista”. Es la única que hay de él en español, es muy larga y exhaustiva. Hay un montón de material y de documentales en Internet. Y están sus obras. De cualquier manera, desde el principio sabía que no iba a poder abarcar toda su vida y toda la verdad. No iba a poder recorrer la novela marcando los puntos que serían verdad y los que no, porque directamente no la iba a poder escribir. Entonces lo que hice fue usar lo real como punto de partida y después inventar e imaginar, que creo que es una de las funciones de la literatura.
-¿A qué hace referencia el título de tu obra?
-El título hace referencia a esos árboles que había en el magnífico parque que tenía Beckett alrededor de su casa, a los cuales se subía y desde los cuales se tiraba cuando era niño. Sin ninguna clase de justificación, porque era una persona muy particular. Además, me gusta la idea de pensar a los personajes como árboles, detenidos, esperando. Esta noción de Beckett de la espera infinita, que lo puede emparentar con Kafka.
-¿Para armar cada uno de los capítulos te basaste en el estilo literario de Beckett o trataste de darle tu impronta, independientemente del personaje sobre el que se centra?
-No quería ni siquiera tratar de escribir como Beckett. Porque no me sale y yo no soy Beckett. Quería darle liviandad, trabajar el libro como una comedia, sobre todo porque son personajes graves y dramáticos, entonces me interesaba abordar eso con un tono completamente distinto a lo trágico y lo dramático. Sí hay algunas situaciones que se podrían llamar beckettianas, pero porque su vida en gran medida era beckettiana. Por las cosas que sueña en el hospital, algo que está tomado de “Film”, el guión que escribió para un cortometraje en el cual sale Buster Keaton, que puede verse en Youtube y que es como una prefiguración de David Lynch.
-Algo que aparece en el libro, esta idea de que podés haber sido uno de los escritores más importantes del siglo XX y terminar tus días solo en un geriátrico es muy sugestiva ¿Trataste de dejar algún mensaje con esto o simplemente trataste de ser fiel a los acontecimientos?
-Creo que todos los escritores son escritores fracasados. Todos los artistas en general. Esa cuestión sublime que los rodea, si nos ponemos a ver sus vidas, se vuelve más bien trivial. Con ese final, del libro, con un estudiante de secundaria que investiga a Beckett y se pregunta ¿Quién es este viejo?, completamente ajeno a su importancia, me interesaba mostrar lo efímero de la gloria. Y que todos los trabajos, tan densos y difíciles del escritor, al final terminan en nada. No es una idea optimista, pero es lo que hay.
-¿Cuáles son tus próximos proyectos literarios?
-Voy a sacar un libro en Random que se llama “Gente que habla dormida” y que está formado por tres libros de cuentos, dos que ya fueron publicados pero circularon poco que se llaman “El asesino de chanchos” y “El loro que podía adivinar el futuro”. Y uno nuevo e inédito que va a salir ahora, que se llama “Pequeños robos a la luz de la luna”.