"¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!": la profecía distópica que inspiró "Soylent Green"
La obra de Harry Harrison, recientemente reeditada, ofrece una visión sombría del futuro en una Nueva York superpoblada y escasa de recursos. La trama, que aborda la desigualdad social y la degradación ambiental, mantiene su relevancia en la actualidad.
Fotograma de la película “Soylent Green”, inspirada en la novela de Harrison. Foto: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
Charlton Heston, en su época la mayor estrella de cine viva, fue el ejecutor de frases que todo cinéfilo conoce. “¡Lo han destruido! ¡Yo los maldigo a todos, maldigo las guerras, los maldigo!”, del mítico final de “El planeta de los simios” (1968), es una de ellas. “El día que caiga Roma, resonará un grito tan grande de libertad como jamás se haya oído hasta entonces en el mundo”, de la monumental versión de “Ben-Hur” (1959) dirigida por William Wyler, es otra.
Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
Pero la más impactante de todas es la que pronuncia al final de “Soylent Green” (1973), debido a sus implicancias: “¡Soylent Green es la gente!”. Esta película de ciencia ficción distópica, una de las más famosas de los años '70, está inspirada en un libro recientemente reeditado por Minotauro Esenciales titulado “¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!”, de Harry Harrison.
La trama está ambientada en 1999, en una ciudad de Nueva York donde 35 millones de seres humanos sobreviven hacinados. Una buena parte de ellos no tiene donde guarecerse y duerme directamente en las calles. El petróleo está agotado, igual que los alimentos. En ese contexto sombrío, el policía Andrew Rusch debe investigar los crímenes que ocurren cotidianamente, pero su principal preocupación es reprimir a las multitudes que reclaman comida y agua.
Minotauro Esenciales
No es casual que Harrison haya elegido este tono para una novela sobre el futuro. Ya en 1966, cuando escribió la novela, las cosas pintaban mal para la humanidad. Habían pasado dos Guerras Mundiales, la Guerra Fría estaba en su apogeo y empezaban a aparecer en escena preocupaciones que antes no estaban en agenda, como el medio ambiente y la falta de recursos vitales para sustentar a todas las naciones.
El principal eje que aborda la novela es la superpoblación y las (malas) respuestas del Estado frente a ella. La escasez de recursos, derivada de esa cantidad abrumadora de gente, es otra preocupación central en la novela. Todos luchan por conseguir suficiente comida y agua, y los recursos son racionados estrictamente. A diferencia de la película, Harrison no pone énfasis en un alimento artificial como "Soylent Green".
La novela también aborda los efectos de la degradación ambiental y el impacto del cambio climático, que curiosamente siguen en agenda medio siglo después y no han encontrado todavía un cauce que convenza a todos los actores necesarios para lograr políticas a largo plazo.
Archivo
Por supuesto (“el hombre es el lobo del hombre”, diría Thomas Hobbes), Harrison destaca la desigualdad social y económica que deriva de todo ese cuadro de situación: los ricos y poderosos todavía tienen acceso a más recursos y comodidades, mientras que la mayoría sufre en la pobreza. El principal aliciente, más allá de lo oscuro del tema, es la descripción que hace el autor de las dificultades diarias y las tensiones sociales que surgen en un entorno tan abarrotado.
Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
No hay en el libro una revelación tan impactante como la que propone su adaptación cinematográfica “Soylent Green”, pero la lectura vale la pena. El trabajo de Harrison es digno continuador de los escritores que gestaron las distopías modélicas como George Orwell (“1984”), Aldous Huxley (“Un mundo feliz”) y Ray Bradbury (“Fahrenheit 451”).
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