Lunes 13.2.2023
/Última actualización 10:29
Los estudios Disney formularon en estos días un anuncio que no dejó indiferentes a los que aman el cine: que están en pleno desarrollo dos nuevas secuelas de las franquicias “Toy Story” y “Frozen”. La primera tuvo, desde 1995, cuatro entregas más el reciente spin-off titulado “Lightyear”. La segunda, cuya primera parte vio la luz en 2013, obtuvo un rendimiento tan bueno que dio pie a una secuela en 2019, más exitosa aún. ¿Cuáles son las claves que podrían haber convencido al estudio de expandir estos universos?
Cuando, en 1995, Pixar desarrolló la primera entrega de “Toy Story”, la película se convirtió en un clásico instantáneo. No solo por los logros técnicos, innovadores para la época. Sino también porque, como en el buen cine, la sustancia y la forma iban de la mano. Es decir, a la cuidada animación, los guionistas le añadieron una historia de fuste, sobre un grupo de juguetes que atraviesan dilemas existenciales diversos. Woody, el vaquero, descubre que su lugar de favorito de su dueño Andy tambalea. Buzz, el astronauta, se da cuenta de que tan solo es un juguete y que no llegará nunca “al infinito y más allá”. Esas cuestiones están, obviamente, matizadas por una divertidísima aventura.
Con matices, en las entregas que siguieron (1999, 2010 y 2019) la estructura fue similar, con personajes que llegan, otros que se van, pero siempre hay una búsqueda o un problema que los juguetes deben resolver todos juntos, superando diferencias. Un aspecto de la franquicia que la vuelve más cautivante es la vigencia que logró sostener a pesar del paso del tiempo. Que es, además uno de los temas que se abordan (en mayor o menor medida) en todas las entregas. Es que Andy, el dueño de los juguetes, tiene 6 años en la primera entrega, pero en las posteriores crece, de modo que Woody y sus amigos deben adaptarse a las nuevas circunstancias.
“Deja mi infancia en paz”
La decisión de los estudios cosechó, también, una catarata de voces en contra. Que, desde las redes sociales, apuntaron los dardos hacia la alarmante falta de nuevas ideas por parte de la usina de dibujos animados. “‘Toy Story 5’ está en desarrollo por Disney. Súper innecesaria, por cierto la plataforma ha perdido 2.4 millones de usuarios y me alegro. Ya está bien de secuelas, remakes y refritos a franquicias innecesarios. Creen, innoven, hagan historias nuevas, que sabéis”, expresaron desde la cuenta de Twitter cinéfila @SitoCinema.
¡ES OFICIAL 🔴! 'TOY STORY 5' esta en desarrollo por #Disney.
Súper innecesaria, por cierto la plataforma ha perdido 2.4 millones de usuarios y me alegro.
Ya esta bien de secuelas, remakes y refritos a franquicias innecesarios.
Creen, innoven, hagan historias nuevas, que sabéis. pic.twitter.com/UwzrTp3Lce
— SitoCinema (@SitoCinema) February 8, 2023
@VELARYXNS fue mucho más contundente y escribió “Leave My Childhood Alone”, cuya traducción al castellano podría ser “Deja mi infancia en paz”. El proyecto anunciado por Disney también dio pie a elucubraciones respecto a los giros que podría tomar la historia de Woody y sus amigos. @hematocritico, por ejemplo, expresó en su cuenta de Twitter que “en Toy Story 5 toda la humanidad ha muerto salvo los juguetes”. Fundadas o no, las distintas reacciones sólo demuestran la centralidad que todavía tiene el mencionado estudio en el campo de la animación.
Heroínas de estos tiempos
¿Por qué, más allá de la enorme maquinaria publicitaria de los estudios, “Frozen” logró trascender tanto que llegó a dos premios Oscar y a permanecer incólume en la memoria del público? Los motivos son varios. En primer lugar, podríamos señalar su origen literario. La película está basada (muy libremente) en el relato “La reina de las nieves”, de Hans Christian Andersen. Así, al igual que “Blancanieves”, “La Cenicienta”, “Pinocho” y “La bella durmiente”, cuenta con esa suerte de red de contención, desde la cual experimentar sin riesgos de caer al vacío.
Otro logro es que tiene, muy bien dosificados, todos los ingredientes que el público promedio espera de un producto generado por Disney. Hay magia (el poder congelante de Elsa, dicho sea de paso, brinda la posibilidad de crear secuencias de una belleza arrebatadora), muchísima acción (basta recordar la lucha con el monstruo de hielo creado por Elsa), diversión (gracias al infaltable personaje bonachón, en este caso Olaf, el muñeco de nieve) y hasta un licuado romance.
Pero lo que realmente hace de “Frozen” una experiencia distinta y hasta reflexiva, es la cuidadosa construcción de los personajes femeninos protagónicos. Tanto Elsa (la reina de las nieves, que vive su don como un castigo) como Ana, su hermana menor, son heroínas muy diferentes a las princesas de la vertiente clásica de Disney. Ambas son independientes, emprendedoras, temperamentales y casi no necesitan ayuda de terceros para resolver sus tribulaciones. Esta tendencia se venía observando ya desde principios de los ‘90 (“La sirenita” y “La bella y la bestia”) pero aquí alcanza un punto alto. Habrá que ver qué giro encuentran los guionistas para mantener viva la historia en la tercera parte.