A casi 30 años de su estreno, “Pulp Fiction” regresa a las salas de cine. Es un ejercicio formal difícil de clasificar a través del cual el director Quentin Tarantino, luego de estrenar “Perros de la calle”, terminó de depurar su estilo.
Miramax, Band Apart, Jersey Films John Travolta Samuel L. Jackson en uno de los planos más conocidos del film, hoy parte de la cultura popular.
En un laboratorio cinematográfico que se realizó en el marco del Festival de Sundance (uno de los bastiones del cine independiente en Estados Unidos) de 1991, un veinteañero desconocido presentó un cortometraje en el prevalecían las tomas largas, donde el suelo o el inodoro ocupaban una porción significativa de la pantalla. Este recurso estuvo lejos de obtener el beneplácito de los directores que tenían a su cargo el taller. Solo uno, el ex integrante Monty Python, Terry Gilliam, confió en sus aptitudes y le brindó un apoyo decidido, que el joven fue capaz de aprovechar para su primer largometraje, que se estrenó en 1992 bajo el título “Reservoir Dogs”. De modo que Gilliam se convirtió así en uno de los responsables para el surgimiento de Quentin Tarantino, que en 30 años hizo necesario un adjetivo nuevo (“tarantiniano”) para definir su forma, muy particular de pensar el desarrollo de las películas.
Esta semana, más concretamente el jueves 24 de marzo, se volverá a exhibir en las salas argentinas de cine “Pulp Fiction”, de 1994, la obra que terminó de pulir el estilo del director. Así, quedó establecido que lo “tarantiniano” tiene que ver con esas tomas largas y rebuscadas que defendió Gilliam, pero también con estructuras narrativas alejadas de lo lineal, buenas dosis de violencia (más o menos visceral, según las circunstancias), personajes verborrágicos sin más profundidad que la que requieren los giros de la trama y montones de referencias que convocan sin disimulos la potencial cinefilia de los espectadores y que a veces colocan al director en un laberinto: es tanto lo que quiere mostrar que a veces se pierde en esos fuegos de artificio que desvían la atención.
Esa ejercitación cinéfila, que se extiende también a los planos musicales y televisivos, se produce en “Pulp Fiction” (que en Argentina se conoció bajo el título “Tiempos violentos”, tal vez por la incapacidad de los traductores de encontrar una figura en castellano que diera cuenta del sentido que quiso dar Tarantino, vinculado a la literatura barata de entretenimiento) sin un orden preestablecido, en un pastiche en el que conviven los dramas de Douglas Sirk, los cerrados vínculos masculinos de Howard Hawks, los monólogos extensos, la comedia delirante, el uso de la estrategia del MacGuffin al estilo de Hitchcock con el famoso maletín y hasta la filosofía oriental. En este sentido, “Pulp Fiction” es apoteósica.
Miramax, Band Apart, Jersey Films D.R
Foto: Miramax, Band Apart, Jersey Films
Superficial, pero con fuerza
En la decisión, sostenida a capa y espada por el director, de poner hincapié en lo formal (como dice el crítico Jonathan Rosembaum, en “la superficie, ampulosa y llena de garra”) son fundamentales las interpretaciones de los actores, que brindan a sus personajes una levedad que los aleja de cualquier intento de reflejar cambios o experiencias vitales. No hay un recorrido a lo largo de la película, no cambian ni se redimen a partir de los hechos, algunos tremendos, que les toca transitar. Son más bien perfiles, poses, figuras. Esto se reitera tanto en los matones vestidos de negro que encarnan John Travolta (que renació de sus cenizas cual Áve Fénix con este film) y Samuel L. Jackson; en el boxeador torturado de Bruce Willis; en la negligente Mia Wallace que compone Uma Thurman y sobre todo en el Señor Wolf de Harvey Keitel, que valora el sabor de un café y hace chistes mientras resuelve, con profesionalismo, cómo cubrir las huellas de un asesinato.
Miramax, Band Apart, Jersey Films D.R
Foto: Miramax, Band Apart, Jersey Films
Aunque sin la exacerbación que mostraría después en filmes como “Kill Bill” (2003), “Bastardos sin gloria” (2009) y “Django, sin cadenas” (2012), en “Pulp Fiction” hay efectismo. Tanto la sobredosis de Mia y su resucitación de adrenalina como la violación de un hombre en un sótano que parece salido de una película gore de los ‘80 y la historia que cuenta Christopher Walken sobre las estrategias desarrolladas por el padre de Butch para conservar su reloj de oro en una cárcel vietnamienta pretenden (y vaya si lo logran) desagradar. Sin embargo, esto forma parte de las intenciones del director. Cuyo aura se extendió tanto durante las décadas que siguieron que hasta directores consagrados como Martin Scorsese parecieron llevar algo de su producción hacia esos territorios tan estimulantes como peligrosos. Basta revisar para corroborar esto algunas secuencias de “Pandillas de Nueva York”, “Los infiltrados” e inclusive “El lobo de Wall Street”.
Miramax, Band Apart, Jersey Films D.R
Foto: Miramax, Band Apart, Jersey Films
Abrir caminos
Más allá de las críticas (Tarantino es tan ponderado como denostado) hay un aspecto incuestionable: “Pulp fiction” contribuyó en forma decisiva para abrir una veta comercial para cine de autor. En una nota que firmó en 2019 en la revista Vanity Fair, Juan Sanguino lo describió en forma cabal: Sin ‘Pulp Fiction’, quizá habrían existido igualmente la violencia cool e hiperestelizada de ‘El club de la lucha’ y ‘Sin City’, la narración fragmentada de ´Memento’ y ‘Eterno resplandor de una mente sin recuerdos’ o la insolencia de ‘Scream’, una película que, como ‘Pulp Fiction’, era consciente de que era una película y te lo recordaba constantemente. Pero lo que quizá no habría ocurrido es la apertura mental del público a la hora de consumirlas. Pulp Fiction mostró que otro cine era posible y adscribió la subversión al mainstream hasta que lo antisistema acabó volviéndose el sistema”.