Juan Ignacio Novak
Juan Ignacio Novak
“El mago de los sueños” fue escrita en 1972 por Olga Zanoqui y Alberto Balzanelli, con música compuesta por el maestro Balzanelli. Consultado sobre la ubicación de “El mago...” dentro de su obra, Balzanelli señaló que no es casual que la haya compuesto ese año, a poco de ingresar al mundo de la ópera en el Teatro Colón. “Anteriormente escribí coros profanos y sacros a capella y música de cámara. Posteriormente están mis etapas ‘americanas y gregorianas’ y actualmente la simbiosis de ambas con fuentes de cantos indígenas y de pájaros”, apuntó.
—¿Por qué decidió presentarla en Santa Fe?
—A fines de 2014 recibí una invitación de Marisa Anselmo, actual directora del Instituto Coral de la Provincia, para que le propusiera alguna obra mía a realizarse en 2015, ya que deseaban que volviera a Santa Fe para trabajar con sus coros. Recordé que ya en la época de mis visitas musicales a Santa Fe en los ‘90 con la entonces directora, la recordada e inefable Pampi Boero, de tan rica historia para bien de la cultura en la provincia, habíamos soñado, después de aquellos inolvidables “Hänsel y Gretel”, estrenar “El Mago de los sueños”, proyecto que nunca pudimos concretar. Fue entonces cuando salió a la luz aquel sueño que ahora, con la incansable labor de Marisa y sus colaboradores, se pudo plasmar.
—¿Qué aspectos valora de la Orquesta Sinfónica de Santa Fe? ¿qué es lo que más recuerda cuando dirigió al organismo en “Hänsel y Gretel” en 1992 y 1993? ¿Y de su directora actual, la maestra Alejandra Urrutia?
—Más allá de los valores musicales, reconocidos a través de una larga trayectoria, la actitud generosa y profesional de una orquesta no habituada a bajar al foso para tocar ópera, y que gracias a su desempeño transformó esas funciones en una fiesta del espíritu para cientos de niños que gozaron asombrados del buen teatro musical. La maestra Urrutia tiene antecedentes firmes en su formación y lo está demostrando al frente de la Sinfónica con programas de gran envergadura. Me siento muy honrado de que haya aceptado incluir “El Mago de los sueños” en la temporada de la Orquesta y que gracias a su decisión se concrete un sueño que esperó casi cuarenta años. Nuestras horas compartidas en las audiciones para elegir a los cantantes y el trabajo en común para intercambiar ideas sobre ensayos y realización, tuvo de entrada la naturalidad que sólo se da en personas que hablan el mismo idioma musical.
—Usted se perfeccionó en interpretación renacentista y barroca ¿Por qué eligió profundizar en estos períodos?
—Como muchos de mis colegas directores, nuestros comienzos juveniles en los coros parroquiales nos puso en contacto con el canto gregoriano y los motetes de Palestrina, Victoria, Monteverdi o Bach, música sublime que prácticamente ha desaparecido de las ceremonias de la Iglesia. Aquella experiencia me marcó; y años más tarde, sentí la necesidad de profundizar en su conocimiento y en los secretos de su interpretación.
—¿Cómo fue actuar junto a profesionales talentosos y tan populares como Domingo, Pavarotti, Carreras y Barenboim?
—Común a los cuatro excelentes músicos que nombra fue apreciar al lado de sus dotes excepcionales, su sencillez y calidad humana. Carreras era un joven que hacía sus primeras armas cuando debutó en el Colón en 1973 con La Traviata y recuerdo su asombro cuando sintió la inmensidad del Teatro. Con Pavarotti hicimos juntos La Bohème y un Festival Lírico en el Luna Park, ante una multitud enfervorizada y agradecida. Con Plácido Domingo compartí su debut en el Colón con La forza del Destino en 1972 y, años después, su memorable versión de Otello y finalmente Tosca. Artista superior, de gran formación musical, nos unió una cordial amistad en esos años de gloria. La Novena Sinfonía de Beethoven con Barenboim, también en un Luna Park colmado y conmovido, tiene una anécdota peculiar que me permito recordar: en medio del ensayo general y queriendo el Maestro comprobar personalmente el balance entre solistas, coro y orquesta, me pidió que tomara la batuta y ensayara un fragmento. ¡Se trataba nada menos que de la Staatsoper de Berlín! Nunca olvidaré ese gesto del genial Barenboim y los crescendos increíbles de los violoncellos... y además su bonhomía inmediata de hacerme sentir en un minuto como compañeros de toda la vida.
-¿Cómo ve en la actualidad al público argentino respecto a la música académica?
—No hay tanta diferencia como se cree a simple vista entre la música académica y la popular. Todo depende del nivel cultural. El interés por la ópera y la música sinfónica y de cámara sigue vigente en el gusto del público, pero sería muchísimo mayor el número de adherentes si la educación musical recuperara valores de formación que han desaparecido de la currícula escolar. La Traviata era música popular en su época en la península itálica; y cuando Italia no tenía aún su himno nacional, el pueblo entonaba fervoroso el Va pensiero... del Nabucco de Verdi, que cuando murió fue homenajeado y despedido como un héroe. Reflexione el lector quién canta hoy nuestro Himno Nacional Argentino tal cual fue escrito por sus autores y tendrá también una complementaria respuesta a su pregunta. Lo que es nocivo es la invasión cultural que se hace con la música vulgar, que está muy lejos de la popular o académica.
Como una reliquia
En su carrera, Alberto Balzanelli tuvo la posibilidad de perfeccionarse con maestros como Robert Shaw y Alberto Ginastera. “Los cursos con Shaw fueron un antes y un después en mi labor de director. Su sabiduría en método de ensayos, análisis y recursos para la dirección causaron una revolución en los jóvenes directores que tuvimos el privilegio de conocerlo y asimilar las enseñanzas de uno de los directores corales más famosos del mundo”, recordó.
Su contacto con el maestro Ginastera se remonta a su preparación de la ópera “Bomarzo” y las “Turbae Gregorianas” en las temporadas del Teatro Colón. “Fue entonces que viajé a Ginebra, donde vivía, y trabajamos dos semanas comparando nuestras obras y analizando las diferentes técnicas de composición contemporánea. Guardo como una reliquia ambas experiencias, por su valor musical y humano”, marcó.
Con el Bolshoi
La preparación y dirección de más cien óperas y conciertos al frente del Coro del Teatro Colón forman la vasta trayectoria de Balzanelli. Consultado al respecto, recordó especialmente el estreno de “Peter Grimes” de Benjamin Britten y el “Benvenuto Cellini”, de Héctor Berlioz. “Pero, sin duda, el trabajo más excitante e inolvidable fue la primera versión en ruso de ‘Boris Godunov’ de Mussorgsky, con el elenco de solistas del Bolshoi de Moscú”, rememoró.