Ignacio Andrés Amarillo
Ignacio Andrés Amarillo
El proyecto Noche Escandinava nació en 2002: fue una idea de Tarja Turunen cuando, en la era gloriosa de Nightwish, hizo un parate para estudiar en la Escuela Superior (Hochschule) de Música de Karlsruhe, Alemania. Mientras la ex alumna de la Sibelius Akatemia filial Kuopio se formaba en lied alemán y música de cámara, trabó amistad con otras estudiantes, como las sopranos Marjut Paavilainen (finesa como ella) e Ingvild Storhaug (noruega). De la mano de la pianista japonesa Izumi Kawakatsu, también alumna de la casa, armaron una pequeña gira sudamericana que les dio el nombre en castellano; la referencia a Escandinavia salió del repertorio, que incluía autores noruegos, junto a los fineses y alemanes. Dos años después, con el barítono Juha Koskela reemplazando en el trío a Storhaug, giraron como Noche Escandinava II y grabaron un disco en Buenos Aires.
Desde entonces pasaron 14 años y mucha agua bajo el puente, especialmente en la carrera de Turunen. Pero luego de presentar otros proyectos sinfónicos y camarísticos junto a su carrera en el rock decidió convocar a Juha y Marjut (ahora Kuhnhenn después de casarse) y sumar a Anu Rautakoski (una pianista formada como acompañante de solistas vocales en Karlsruhe). Con esa formación 100 % finlandesa pasaron por el auditorio Fundación Astengo de Rosario (en medio de un tour que arrancó en Mijas, España, con paradas en Córdoba, Buenos Aires y Santiago de Chile) para interpretar un programa basado en compositores míticos y modernos de su país, junto a figuras de los países a visitar, como Manuel de Falla y Carlos Guastavino.
Melancolía
La velada comenzó con el ingreso de la pianista junto a Koskela, quien abrió el programa con “Illalle” Op. 17 Nº 6 de Jean Sibelius, siguiendo con una interpretación fluida y romántica de “Muistellessa” Op. 11 Nº 2 de Oskar Merikanto, uno de los compositores fineses que el trío suele abordar (y promocionar fuera de las fronteras de su país).
Kuhnhenn llegó en vestido de gala para abordar “Kevätlinnuille eteläsä” Op. 11 Nº 2 del mismo autor, tras la introducción de Rautakoski, una acompañante con pasta de solista. La cantante se presenta como soprano pero abarca bastante del timbre de mezzosoprano, con graves profundos y un estilo elegante. Ese tramo dedicado a Merikanto cerró con “Illansuusa” Op. 11 Nº 1.
Turunen hizo su primera entrada, de vestido largo negro y saco, y saludó en español: “Muy buenas noches, Rosario. Muchísimas gracias por venir y por esta oportunidad. Noche Escandinava es un proyecto de amigos, y estamos muy contentos de estar aquí. Sobre un piano que se abrió en arpegios etéreos hacia la intensidad, Tarja encaró una versión de “Säv, säv. susa” Op. 36 Nº 4 de Sibelius, llena de matices; performance que se extendió en “Den första kyssen” Op. 37 Nº 1. “Una de las características de las canciones finlandesas es la melancolía”, explicó, “pero también tenemos canciones alegres”. Cerró su pase por Sibelius con “Var det en dröm” Op. 37 Nº 4, “bien arriba” como se dice ahora.
Colores ibéricos
La melancolía volvió a entrar junto con Koskela, con su porte de barítono heroico, y su lectura de “Merellä” Op. 47 Nº 4 de Merikanto, donde Rautakoski pudo dar rienda suelta a su toque romántico, decimonónico en los pasajes de piano solo.
Ahí la pianista cambió su toque para uno de los momentos más intensos del show: la interpretación de Kuhnhenn de dos de las “Siete canciones populares españolas”: su rendición de la “Nana” estuvo llena de salero ibérico, espíritu que se prolongó en “El paño moruno”.
De a dos
Llegado el primer bloque de duetos, dedicados a Merikanto, se les cambiaron las partituras, así que primero Tarja hizo “Kansanlaulu” Op. 90 Nº 1 junto a Juha, una danza entre las voces y los colores de barítono y soprano dramática. En segundo lugar vino el cruce femenino en “Onneliset” Op. 15, con Marjut cantando por debajo de Tarja como una mezzo (es una obra que a veces interpretan dúos mixtos): la gracias está en la relación de ambas voces para conformar la melodía.
Turunen introdujo la obra del compositor contemporáneo Einojuhani Rautavaara, de la mano de dos de los “Three Sonnets of Shakespeare”: “That time of year” y “Shall I compare”. Sobre las disonancias en el piano la solista desafió la exigencia de la partitura, que demanda moverse entre pasajes recitativos e intensos momentos melódicos.
Sabor argentino
Koskela volvió para una de sus performances más melodiosas y sensibles, con “Mein Sehnen, mein Wähnen”, de la ópera “Die Tote Stadt”, composición del alemán Erich Wolfgang Korngold.
Ese fue el aperitivo para otro de los puntos fuertes del concierto: la relectura de Turunen de cuatro de las “Canciones Argentinas” de Carlos Guastavino: “Hermano” (con Rautakoski tocando como si fuera una pianista argentina) honró la letra de Hamlet Lima Quintana, para acceder a la elegancia folclórica de “Bonita rama de sauce”. Llegó la vigorosa presentación de “Pampamapa” y su aire de huella, para rematar con una versión profunda y sentimental de “La rosa y el sauce”.
Emociones
Koskela volvió al repertorio finés más clásico de la mano de la intensidad de “Elämälle” Op.93 Nº 4 y la fluidez de “Annina” Op. 51 Nº 2, un remanso musical. Pero ahí nomás pudo explotar su veta operística, de cantante spinto, compartiendo con Kuhnhenn “Lá ci darem la mano”, el dúo de amor de la ópera Don Giovanni de Wolgang Amadeus Mozart. Especializados en el lied, demostraron que están en condiciones de interpretar la picardía que la obra requiere (y el aplauso se los hizo saber).
El tramo principal del concierto terminó con “Oi kiitos sa Luojani armollinen” Op.62 Nº 2 de Merikanto, una obra sacra que abordaron a tres voces.
Humor y sentimiento
Para los bises las dos damas salieron con orejas de gato para interpretar el “Duetto buffo di due gatti” de Gioachino Rossini, que combinó la ductilidad vocal con el humor en las inflexiones felinas y terminó con la pianista corriéndolas como a dos gatos que se pelean en el techo.
La última obra, también con los tres cantantes juntos fue un tango finlandés: “Satumaa” (“Tierra de cuentos de hadas”), un clásico de Unto Mononen. “Nosotros en Finlandia amamos cantar tango, bailar tango, es muy importante para la cultura finlandesa”, lo presentó la diva que atraviesa los géneros. Con esa canción transcultural se despidió este proyecto de amigos, con la esperanza de algún día volver a cruzar los caminos para honrar la música de dos continentes.