Cumple 20 años la última película de Marlon Brando
“Cuenta final” se estrenó el 13 de julio de 2001. Reunió al mítico actor de “El padrino” con Robert De Niro, quien también intervino en la saga de Francis Ford Coppola, pero en la segunda parte y a Edward Norton. Brando, quien falleció en 2004, a los 80 años, dejó un legado monumental. El director Elia Kazan, quien lo condujo en “Un tranvía llamado deseo” y “Nido de ratas”, lo calificó como “el mejor actor del mundo”.
Paramount Pictures Marlon Brando, quien falleció en 2004, es el actor de cine más representativo de la segunda mitad del siglo XX. Robert De Niro, lo sigue muy de cerca.
Caprichos del destino: hasta 2001, Marlon Brando y Robert De Niro no habían compartido nunca un set. Cada uno en su generación (el primero a partir de los ‘50, el segundo desde principios de los ‘70) alcanzaron la categoría de epítomes de la actuación cinematográfica. Y, a pesar de que ambos habían sido oscarizados por interpretar al mismo personaje en distintas partes de la trilogía “El Padrino” (el jefe mafioso Vito Corleone), nunca habían sido captados juntos por una cámara. El director Frank Oz decidió saldar esta deuda de la historia y los convocó para intervenir en “Cuenta final”, que se estrenó el 13 de julio de 2001, hace exactamente 20 años. Y que quedó en la historia también por ser la última película de Brando, quien falleció tres años después a los 80 años.
“The score”, tal es el título original del film, no es más que un tópico thriller sobre un robo que, con matices, va en la misma línea de “The Killing”, “Rififi”, “La jungla de asfalto” y más tarde “Fuego contra fuego”. Nick Wells (De Niro) es un ladrón veterano que (con la misma pesadumbre de los referentes del género) quiere dejar la criminalidad para disfrutar de su novia y el jazz. Pero en ese exacto punto aparece Max (Brando) para solicitarle que lo acompañe en el hurto de una valiosa obra artística con la ayuda de un joven (Edward Norton). A partir de su aceptación, en otro giro que remite a los mentados films icónicos, todo se complica por el choque de egos.
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Foto: Paramount Pictures
Opacado por el tiempo
Entre los ‘50 y los ‘70, Brando era como una especie de deidad en Hollywood. No por casualidad cuando lo entrevistó en 1957 en medio del rodaje de “Sayonara” el escritor Truman Capote tituló su artículo “El duque en sus dominios”. Más que una estrella era una especie de dragón, cuyas actuaciones se esperaban con la ansiedad propia de quien asiste a ver a una leyenda más que a un simple actor.
Los mejores registros que logró en la década del ‘50 estuvieron asociados con su aprendizaje con Lee Strasberg, cuyo método inspirado en las técnicas de Stanislavski exteriorizó de un modo acabado. Si su interpretación salvaje de Stanley Kowalski en “Un tranvía llamado deseo” le abrió las puertas al estrellato, los contrastes que le otorgó a su personificación del rebelde Emiliano Zapata y su sensible Terry Malloy en “Nido de ratas”, que contiene uno de los monólogos más imitados de la historia del cine, terminaron de esculpir la leyenda.
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En los ‘60 mantuvo su nivel con ciertas irregularidades y una creciente fama de veleidoso. Pese a todo, logró gestar algunos personajes atravesados por su característico manierismo como su enigmático Río en “El rostro impenetrable” o el íntegro sheriff Caldern de “La jauría humana”. Este último film, en el que lo secundan Robert Redford, Angie Dickinson, Jane Fonda, Miriam Hopkins, E.G. Marshall, Robert Duvall y James Fox, además de ser un sólido retrato de la degradación moral de la sociedad norteamericana, sobresale por la diversidad de registros interpretativos, con un Brando sorprendentemente austero, lejos de su habitual ampulosidad.
En los ‘70 terminó de construir su identidad como el actor más reputado de su generación (un logro notable si se toma en cuenta que James Dean y Paul Newman nacieron en la misma época) gracias a tres actuaciones modélicas: Vito Corleone en “El padrino” (1972) que aseguró su permanencia en el imaginario colectivo, el hastiado Paul de “Último tango en París” y el coronel Kurtz de “Apocalypse Now”, a quién le bastan unos minutos en escena para eclipsar las restantes tres horas de metraje.
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Duelo de titanes
En “Cuenta final”, su última película, Brando ofrece una actuación que se sustenta más en la gravitación de su trayectoria que en la labor que lleva adelante. Sin embargo, en la línea de las extravagancias que le granjearon su fama de actor complicado, rehusó a acatar las órdenes de Frank Oz, por lo cual en sus escenas debió ocupar el rol de director Robert de Niro. Es que Oz, quien comenzó su carrera en los ‘80 como titiritero junto a Jim Henson, no era tal vez para Brando un creador a la altura de los que lo habían dirigido en las épocas doradas de antaño.
Cuando resultó convocado para tener esa participación, por otra parte no demasiado amplia, en “Cuenta final”, la carrera de Brando se encontraba en franca decadencia. No había sido capaz de solventar en su veteranía intervenciones a la altura de su rutilante carrera. La irregular “Don Juan DeMarco” (1994) en la cual compartió cartel con Johnny Depp y Faye Dunaway fue la última intervención cinematográfica en la que logró demostrar cierta solidez. Antes su breve labor en “Una árida estación blanca” (1989) obtuvo el nivel suficiente para una nominación al Oscar.
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El mayor placer de “Cuenta final” se halla en la posibilidad de observar a Brando y a De Niro. Cuando están juntos desarrollan una química que nada tiene que ver con las posibilidades que les ofrece el guión. Ahí entra en juego por completo la complicidad con los espectadores cinéfilos. Cómo escribió el crítico español Ángel Fernández en una crítica publicada en El País en 2001 bajo el sugerente título “Encuentro tardío entre dos viejos padrinos”: es el “encuentro delante de una cámara de dos genios, dos leyendas”.