“El divorcio” plantea una cena entre dos parejas de amigos, una de ellas -que viene de remontar la relación tras varios meses de separación- comparte con la otra los secretos de esta famosa “terapia” que utilizaron para lograr su reconciliación. Todo indicaría que es un método de probada eficacia...el punto es que no todas las parejas son iguales... a partir de aquí se suceden un sinfín de situaciones que con mucho humor convertirán a esta obra en la comedia más divertida del verano.
Eso dicen las notas /gacetillas sobre la pieza.
Ya había datos de la obra que llega al Teatro Mar del Plata luego de varios “ensayos pagos”, “estrenos out sider” o “avant premiere en el off”, como se quiera mencionar el hecho de una gira previa para acomodar las cargas con la obra en movimiento.
“El divorcio”, obra que vuelve sobre el tema recurrente de amigos y parejas, se estrenó en Rosario y allí se dijo: “La pieza escrita y dirigida por Nelson Valente cuenta con las actuaciones de Luciano Castro, Natalie Pérez, Pablo Rago y Carla Conte. Se conoce este fin de semana en el Broadway y en el verano se verá en Mar del Plata
Con un elenco convocado por el productor Javier Faroni, los actores protagonizan esta comedia, escrita y dirigida por Valente que, como la mayoría de las comedias mainstream del presente, esta también transcurre en una cena-encuentro compartida por dos parejas de amigos.
“Todo indicaría que es un método de probada eficacia; el punto es que no todas las parejas son iguales. A partir de aquí suceden un sinfín de situaciones que, con mucho humor, convertirán a esta obra en la comedia más divertida del verano”, adelantaba el parte de prensa.
Eso dice la nota del diario El Ciudadano, de Rosario, donde además se avisa que se divorciarán en Mendoza, Montevideo y Neuquén. Son muchos sitios, hay muchas ganas de divorciarse en público.
Algunas cosas es necesario indicarlas sin rubor alguno. Es agradable (me resulta agradable) la planta de hombre, lleno de bíceps y gestos así, hombrunos, de Luciano Castro. No es el Hugo Arana de “Matrimonios y algo más,” pero es un machote fuerte. Se insiste: linda planta de hombre y se re afirma: hay que decirlo sin ruborizarse. Lo miran y eso es importante.
Pablo Rago no ha perdido aquel desparpajo inicial, ha ganado algunos kilos pero es teatro, no competencia atlética.
Natalie Pérez y Carla Conte (no interesa aquí el Leticia Brédice si, el Leticia Brédice no, quien trabaja, quien está es Carla Conte) son bellas niñas, jóvenes señoras, sonrientes, iluminan el escenario con sus paseos, lo visten de sencilla sensualidad, con evidente referencia a su vida televisiva que les abre el reconocimiento en la platea. La pieza es lo que está cada noche en cada función y esos son los actores y los que dicen el texto del autor.
Hay un parentesco entre ese tanque: “Laponia”, pieza que se pasea por el mundo y esta obra que se paseó por el país para venir al verano marplatense. Quien dirige aquella es quien escribe y dirige esta. Nelson Valente. Como en muchas familias, se menciona el parentesco pero, realmente, pero... cuando se levanta el telón no hay parentesco excepto en lo mencionado.
Otro punto que es necesario señalar es que las dos parejas son... digámoslo así: clásicos matrimonios de una convencional sociedad que está reperfilándose y autopercibiéndose diferente pero que eso, que sucede fuera, no sucede en el escenario donde los perfiles son de trazo grueso pero firme.
Ellos se perciben como lo que son y ellas también. Aclara las cosas y permite entender un texto que intentan llevar y llevar, hasta llegar a los remates cómicos de cada escena.
El tercer punto es la suma de antecedentes. Si Luciano Castro hace un gesto y en la platea hay risas ya la obra tiene una puerta abierta. Si sucede lo mismo con Rago, después con Carla Conte, finalmente con Natalie Pérez aquello que se imaginaba antes de presentar la pieza sucede y eso es el prontuario de “te queremos”, “ te aceptamos”, “vinimos a verte”, “vinimos a verlos” que funciona como meta texto o, si se quiere, como la garantía para ese misterio que sucede cuando -en cada actuación- se levanta el telón.
Las risas permanentes, sostenidas, de las personas en las plateas (este cronista escucha tantas de esas risas felices en cada verano desde, pongamos, la década del ‘70 y aquellos galanes que ya sabe, sin abrir los ojos, que lo que sucede en el escenario dejará conformes a todos en la platea) esas risas, se insiste, indican que no hay divorcio. Es un misterio. A veces sucede y hay que aprovecharlo. A veces termina y chau. Miraba el teatro Mar del Plata, verdaderamente grande. Aprovechar el misterio es una buena opción en estos tiempos, donde tanta gente se divorcia de un día para otro y lo peor: sin avisar.