“En un sótano húmedo y oscuro, dominado por una luz insuficiente y opaca, un hombre compite con Dios: pretende, empecinadamente, devolverle la vida al cuerpo de una mujer delgada y de cabello rubio que lleva un vestido blanco y yace sobre una camilla, rodeada de flores. En ese mismo espacio, junto al médico, habita también una mujer que lo asiste y comparte esas largas jornadas de encierro y clausura. Tiene la misión de escribir, por lo que lleva permanentemente un cuaderno consigo”. Así arranca la obra teatral “La piel en carne viva” de Alberto Serruya, que se estrenará el jueves 19 de setiembre a las 21 en el teatro de La Abadía (Estanislao Zeballos 3074), con las actuaciones de Gustavo Bendersky y Melisa Malatesta.
“A diferencia de ciertos sectores de la intelectualidad o el arte que desdeñan la reflexión histórico-política en la construcción de lo que representa la inteligibilidad del mundo, de ese recorte epocal que nos toca transitar, siempre me interesó la articulación del arte con la Historia, sus imbricaciones y desenlaces”, señaló Serruya este medio. Pero no fue eso lo que generó este espectáculo. “Recuerdo que yo quería escribir sobre el cuerpo, sobre esa materialidad en sí misma; más precisamente sobre lo cárnico”, agregó el director.
“Atrás quedaron unas líneas, que cuando las releo todavía me gustan mucho, con pretensiones filosóficas que, finalmente, no están en el texto de ‘La piel en carne viva’. Pertenecen al campo de la literatura y no encontré la manera de incluirlas para que las dijeran algunos de los personajes. Pero el origen no fue esa afición por la Historia o la política, sino ese impulso por escribir sobre el cuerpo humano, por la carne humana”, indicó luego.
“Las experiencias que pueden motivar esa decisión, y ahora sí las voy a vincular con la Historia, más precisamente con la Historia de este país, es haber asistido en tanto lector y ciudadano, a como en Argentina durante muchos períodos históricos, los cuerpos se convirtieron en territorios de disputas, en campos de batalla, con las dolorosas secuelas y resonancias que ello conlleva”, planteó seguidamente.
“Casi a contrapelo de lo que acabo de afirmar, le he escapado, siempre que puedo lo hago, al realismo y más aún al arte ‘militante’ o arte ‘político’ mal entendido. He tratado de correrme de esas categorías que, por otra parte, no sé realmente si existen, aunque uno pueda detectar creaciones que están movidas sólo por un deseo ideológico de comunicar algo y no de generar lenguaje que dé cuenta de esos contenidos”, expresó a su vez el director.
“A esta altura, me parece, que la discusión está zanjada. Voy a citar a dos ejemplos que poco tienen que ver entre sí pero que, estimo, han resuelto la cuestión: Lenin creía que la literatura de Kipling, más allá de su reconocida filiación al colonialismo inglés, era una de las mejores fuentes para conocer las atrocidades que Inglaterra había cometido en la India; más acá, Saer sostenía que la ética está en la forma. Con ambas citas creo que queda demostrada la oblicua relación que guardan fidelidad histórica y libertad creativa entre sí”, argumentó.
“Ese sótano oscuro es una cárcel tanto como un refugio; es un espacio en el que pueden aparecer sinuosas perversiones y deslumbrantes sueños, es un formidable espacio de ficción para proyectar una obra. De eso se trató”, afirmó.
En el material de difusión de la obra, se menciona el desafío de hacer teatro en un contexto de desfinanciamiento y desprotección. Respecto a cómo se tradujo esto en la producción, Serruya subrayó: “en medio del cúmulo de obstáculos que se nos presentó en la producción de ‘La piel en carne viva’ reverdeció la convicción y la identidad. Creo que ensayamos con rabia, con furia, con el "cuchillo entre los dientes", viendo el espectáculo denigrante de los funcionarios estrangular el INCAA, el INT, el Gaumont, Tecnópolis, mercantilizándolo todo y entonces resonó adentro nuestro el ‘no pasarán’ de otras épocas. En muchos momentos de mi vida me viene a la memoria, o al oído mejor dicho, esa línea de Nina, el gran personaje de ‘La Gaviota’ de Chejov: ‘Cuándo pienso en mi profesión, no le temo a la vida’”.
En síntesis, para Serruya “La piel en carne viva” es un esfuerzo por conocer el mundo, más precisamente el espacio histórico, político y social de un momento de altísima significación para nuestro país y las tensiones que se produjeron en el imaginario de la Argentina de posguerra. “El espectáculo revisita - en clave dramática y de manera oblicua - un acontecimiento que alcanzó proyecciones de verdadero fenómeno social y generó una narrativa con proyecciones de mito, pero lo que nosotros pretendemos, lo que más nos interesa es desarrollar un espacio de ficción, eso que, como sostiene Ricardo Piglia, ‘no es ni verdadero ni falso porque no se puede verificar. Que permita ver la vacilación, la dificultad de moverse ahí porque precisamente es una experiencia con esa incertidumbre’”.
En la creación de “La piel en carne viva” participaron las artistas santafesinas Mariana Gerosa y Ana Poletti y el actor y titiritero de Buenos Aires, Román Lamas. En el diseño y confección del vestuario, se sumó Ignacio Estigarribia. A estos nombres deben sumarse los de Raúl Rivera en ambientación sonora, el de Ubaldo Ledesma en diseño y operación de luces, el de Cecilia Wilhjelm en la producción ejecutiva, el de Victoria Olivencia como community manager, el de Ricardo Serruya en prensa y difusión y el de Mauricio Centurión.
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