El diario marplatense, La Capital, dice en su sección espectáculos: “Este verano llegará a la ciudad ‘Eva y Victoria’ una obra de Mónica Ottino que podrá verse desde este miércoles en el complejo teatral del Provincial. Está protagonizada por María Valenzuela, Sabrina Carballo y Belén Romano y subirá a escena todos los miércoles y jueves de la temporada...”.
Actrices como China Zorrilla, Soledad Silveyra, Luisina Brando, Norma Pons, Leonor Benedetto, Graciela Dufau, Andrea del Boca, Mónica Ayos, Emilia Mazer... y varias de puestas provinciales y regionales, actuaron en esta obra.
“Eva y Victoria” no es un texto fácil y -de hecho- no es una comedia de verano, se presenta también en Buenos Aires. Es casi-casi de “teatro leído”, una forma tradicional del teatro, que lleva al énfasis en la palabra antes que el cuerpo y la acción que su desplazamiento desempeña en el escenario. Si alguien dice algo mal, bajo, tenue, fuera de tiempo, no hay corporalidad que salve. La monotonía suele ser el peor enemigo del teatro de texto... leído.
Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo fue una escritora, intelectual, ensayista, traductora, editora, filántropa y mecenas argentina. Resumen: Victoria Ocampo. Participó desde su juventud en las primeras manifestaciones de los movimientos feministas, intelectuales y antifascistas argentinos, lo que la llevó a fundar en 1936 la Unión Argentina de Mujeres (Todas referencias Wikipedia).
Agregado indispensable: Hoy, de no mediar factos como esta obra, su existencia en la memoria, en la evocación, en el reconocimiento, es un largo olvido o, como dice Chandler: un largo adiós.
“Eva María Duarte, también llamada María Eva Duarte de Perón y más conocida como Eva Perón o monónimamente como Evita, fue una política y actriz argentina, primera dama de la Nación Argentina”.
“Eva Duarte de Perón, llamada Evita Perón; Los Toldos, Argentina, 1919 - Buenos Aires, 1952) Política argentina. Hija ilegítima de Juan Duarte y de Juana Ibarguren, vivió pobremente en su pueblo natal hasta que a los dieciséis años huyó a Buenos Aires. En la capital argentina trabajó como actriz en pequeños locales y en la radio... En tales circunstancias conoció al coronel Juan Domingo Perón, con quien inició una relación íntima y se casó en 1945...” (se tomaron, los datos, de Wikipedia).
La obra de Mónica Ottino refiere a estas dos personas y fue una idea importante. Hoy cabe preguntarse este punto: Evita sobrevivió y es una leyenda con muchas aristas. Victoria solo sirve como esquema, como arquetipo simplista de una sociedad. Ella, por si misma, obliga a lo dicho: un largo adiós (Chandler). El voto femenino, argumento y desarrollo en el texto, hoy no tiene aquella fuerza. Sobreviven las dos miradas sobre la sociedad.
Si Evita adquiere importancia luego de 1946 y muere en el 1952 esa llamarada socio política es la de alguien nacida en el 1919. Un hallazgo que sea alguien joven quien la represente. Necesita, esta versión, mas énfasis en ese punto: alguien con lenguaje y recursos muy diferentes a los de su interlocutora. La obra se desarrolla en el 1947.
Podría decirse que la Carballo es joven, pero no habla tan fuerte ni tan tajante como hablaba Evita (cierto, hay pocos datos reales, Castiñeira de Dios, Prilutsky Farny, Nélida Baigorria, Nelly Omar, todos fallecidos) según las pocas referencias sobre su vida fuera del protocolo donde se movió hasta su muerte.
Si Victoria es una mujer con mas años la diferencia debe notarse y la Valenzuela es útil a la fortaleza del lenguaje, a la presencia en un escenario aligerado (no es totalmente “teatro leído”) pero si el juego, buena parte del juego escénico es el texto y si, además, dicho texto tiene componentes filosóficos, sociológicos, que apuntan a definir el perfil de los personajes el trabajo con la Carballo debería profundizarse y la marcación con la Valenzuela... también.
La obra se resuelve en los dichos de dos personas, arquetípicas por decisión de la autora. Una es absolutamente personal: Evita; la otra definitivamente funcional a una caracterización del sector de la sociedad que la Ottino decidió que la Ocampo representase.
La obra, se insiste, no es un “rejunte del verano”, enfáticamente se sostiene lo contrario. Es una obra de teatro que repone un pasado (la Ocampo) y presenta un perfil de una leyenda y/o arquetipo referencial, aún reverenciado de un modo simplista pero presente (Evita).
La Valenzuela puede ser Victoria Ocampo porque es una exageración para caracterizar a un grupo social y a eso apunta su trabajo.
La Carballo puede ser Evita por la necesidad de un físico joven, pero sostiene una pelea tan injusta como infinita. ¿Quién puede hacer el papel de Evita? Si es una personalidad vigente, con tantas facetas como un poliedro social activo quiera y pueda imaginarla hoy, aún hoy...
Esta obra es un rescate de la mirada sobre dos mujeres que supieron el “cómo insertarse” en un mundo definitivamente masculinizado.
Es necesaria para rescatar lenguajes, posiciones, dichos arquetípicos, exagerados, claro está, pero que hacen eso: rescatan un país que debemos mirar (el de ayer) para no equivocar el presente y repetirlo.
No hay Victoria ni hay Eva en el siglo XXI y la obra sirve para, al confrontarnos con lo que fueron, demostrar que su copia y/o reposición es un imposible que ni el teatro logra totalmente.
Podrán existir algunas “Victoria’s”. Evita hubo una sola. En este punto la obra es utilísima. Recomendable.