¿Quién hace tu ropa? Ese es el interrogante que sirve de punto de partida para el libro que publicó recientemente Editorial Prometeo y que incluye estudios sobre la industria de la indumentaria en Argentina. Es, en palabras del investigador Martín Schorr, “una radiografía pormenorizada de la situación actual, las perspectivas y los desafíos” del sector. Elaborada por varios investigadores coordinados por Andrés Matta (Doctor en Ciencias Económicas, docente e investigador en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba) y Jerónimo Montero Bressán (investigador del Conicet en el IDAES de la Universidad Nacional de San Martín) analiza las condiciones de informalidad y superexplotación de los trabajadores; los cruces entre la migración y los talleres clandestinos y la problemática de género y salubridad. Pero no se queda en los guarismos, sino que a la vez explora distintas estrategias para actuar sobre esas problemáticas, desde instrumentos financieros y de capacitación, hasta una mesa para generar políticas basadas en el consenso de todos los actores que intervienen en el campo de la indumentaria. Andrés Matta contó más detalles a este medio a través de una entrevista.
-Hubo dos hechos trágicos en los últimos 15 años, en Buenos Aires. La tragedia de la calle Viale, donde el incendio de un taller textil clandestino dejó seis víctimas fatales. Y la de la calle Páez, donde murieron dos chicos. Ambas tuvieron cobertura mediática pero no dieron pie a cambios estructurales, como sí ocurrió en otros ámbitos ¿Cómo se explica eso?
-Tiene que ver con la cantidad de dimensiones que configuran la estructura del sector. Convergen factores económicos, sociales y laborales. La situación de mucha gente que tiene necesidad de trabajar, la manera en que está configurada la industria y las cuestiones normativas y legales. Hay algunas actividades en las cuales, corrigiendo marcos normativos o aumentando la fiscalización, se pueden reparar daños y corregir situaciones. Pero cuando hay por detrás una serie de problemas económicos, productivos, tecnológicos y sociales, en corto tiempo se vuelve a la situación inicial. Las estructuras se resisten a cambiar. Un ejemplo: si hoy el Estado quisiera controlar mejor a los talleres, sería materialmente imposible. Son tantos y están tan ocultos, incluso en casas de familia, que se necesitaría una orden de allanamiento para cada uno. En un momento se calculó que, en Buenos Aires, había entre cinco y seis mil talleres. Realmente, si uno quisiera cambiar la situación, tendría que cambiar estructuralmente la forma como se organiza la producción, modificando leyes que hoy permiten que haya altos niveles de tercerización y subcontratación en varios anillos de la cadena.
Promover un desarrollo genuino
-Uno de los datos que ponen de relieve en el libro es que en el circuito productivo vinculado con la indumentaria el 70% del trabajo es informal. ¿Qué acciones y desde qué espacios se podrían llevar adelante para empezar a revertir esta situación?
-Dedicamos un capítulo completo del libro a explorar distintas estrategias, muchas basadas en cosas que se han hecho en el país, pero en pequeña escala. Lo primero tiene que ver con la protección de la industria de la competencia internacional, que en muchos casos es desleal e ilegítima. Si no hacés eso, directamente lo que vas a lograr es que la industria desaparezca o que las condiciones precarias se sostengan. Ese sería un marco. Planteamos entonces que una línea de trabajo es promover un desarrollo industrial genuino. Promover la innovación, el aumento de la tecnología, la automatización, el trabajo con nuevos materiales. Que las empresas puedan acceder a instrumentos financieros y no financieros, de capacitación. Eso es algo que nunca se hizo. Parecen cosas obvias, pero siempre se trató de sostener a la industria sólo con la protección. Nunca hubo una política de desarrollo. Esa línea de trabajo, que tiene que ver con las grandes marcas pero que también podría beneficiar a los emprendimientos de diseño, que son muy dinámicos, tiene que tener sí o sí un segundo eje, el trabajo de fortalecimiento de las instituciones que protegen los derechos de los trabajadores. Es uno de los sindicatos que tiene menos representación en el país. Y una tercera línea tiene que ver con el desarrollo de prácticas sustentables, tanto desde lo social como desde lo ambiental. Apoyar la economía social, el consumo responsable y el uso de materiales que sean compatibles con el medio ambiente. Uno de los problemas de esta industria es que no solamente es nociva desde lo social y laboral, sino también desde lo ambiental. Esas son las tres grandes líneas. Además, pensamos que cualquier solución tiene que ser en un espacio de discusión de políticas donde participen todos los afectados. Una mesa con empresarios, trabajadores y el Estado.
📚✨ ¿Quién hace tu ropa? Estudios sobre la industria de la indumentaria en Argentina 📚✨ ⚡¿Quién hace tu ropa? Estudios... Publicado por Editorial Prometeo en Miércoles, 17 de febrero de 2021
-Una instancia de crisis económica como la que trae aparejada una situación como la pandemia ¿Cómo influye en un sector tan inclinado hacia la informalidad?
-En el marco de ese trabajo de consenso y de construcción de políticas multidimensionales y multilaterales, hay una cuestión que señalamos en el libro: este es un sector que, por su flexibilidad, es de los que más cae durante las crisis. Eso se vio en la crisis de 2001 y 2002. Y ahora, es uno de los sectores que más cayó durante la pandemia. En Argentina, se calcula que la producción cayó entre un 33% o 34%. Pero, por las mismas razones, es un sector que tiene una gran capacidad para rebotar en los momentos de crecimiento. Si la economía se empieza a recuperar, es altamente probable que se recupere con mayor informalidad. De hecho, la tragedia de la calle Viale en 2006, la asociamos a una etapa de crecimiento. En esa época hubo una explosión de trabajo Por eso, quizás este es un buen momento para prevenir lo que puede llegar a pasar cuando la industria y la economía en general se restablezcan.
Fast fashion vs. Slow fashion
-¿Cómo podemos, desde nuestro rol de consumidores de indumentaria, colaborar para que la problemática no empeore?
-Cuando mencionaba que todos los afectados tienen que estar sentados en una mesa para discutir políticas para el sector, debo agregar que hay países en el mundo en los cuales los consumidores también están organizados y tienen gran capacidad para incidir. Obviamente el caso más notable suele ser el de los países europeos. Allí, han sido muchas veces los consumidores los que han iniciado campañas para mostrar estos problemas. Aquí, en general, los consumidores no estamos organizados. No tenemos esa responsabilidad ciudadana. Desde el momento en que no estamos organizados, se hace mucho más difícil poder cambiar estas situaciones solamente a título individual. Hay una asimetría entre lo que puede hacer el Estado, los empresarios y los sindicatos, frente a consumidores que operan individualmente. Dicho esto, el nombre del libro busca despertar la conciencia. Cada vez que compramos ropa, debemos mirar la etiqueta, ver donde se produce y pensar en las prácticas que estamos promoviendo. Hay una serie de nichos de mercado responsable que se han ido generando en el mercado, que tienen que ver con la cantidad de tiempo que se usa la ropa. Estamos inmersos en el fast fashion, esta idea de la moda rápida, ropa que se compra, se usa pocas veces y se tira. Entonces debemos fomentar prácticas de reciclado de la ropa, el uso más extensivo, el slow fashion. Los consumidores organizados pueden hacer mucho más que las conductas individuales, aunque todo eso sume.