La Compañía Coral de Santa Fe, dirigida por Pablo Villaverde Urrutia, y la Cámara Argentina de la Construcción Delegación Ciudad de Santa Fe realizaron una nueva edición de su tradicional velada lírica, con las actuaciones de la mezzosoprano Guadalupe Barrientos y el tenor Gastón Oliveira Weckesser. El programa tuvo una primera parte centrada en la música de cámara, y un segundo tramo dedicado a arias, dúos y coros de ópera.
La Compañía Coral en pleno, con Villaverde Urrutia: un ensamble vocal en continuo crecimiento. Foto: Manuel Fabatía
El domingo, en el Paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral, se realizó una nueva Gala de Ópera organizada por la Cámara Argentina de la Construcción Delegación Ciudad de Santa Fe junto a la Compañía Coral de Santa Fe, dirigida por Pablo Villaverde Urrutia: contó con las actuaciones centrales de la mezzosoprano porteña Guadalupe Barrientos y el tenor bonaerense Gastón Oliveira Weckesser (en su segunda y tercera visitas, respectivamente). En esta ocasión, tras dos años con Mario Spinosi como pianista, fue el juvenil Franco Broggi (quien viene participando con eficiencia en galas de ópera y lírica de cámara) el responsable de dar sustento a una velada de lucimiento vocal.
Amores y abandonos
El programa, recordando las “Canciones de amor y de añoranza” de la Gala del año pasado, abrió con dos de las “Chansons des bois d’amaranthe” (“Canciones de los bosques de amaranto”) de Jules Massenet, sobre textos de Marc Legrand. El piano marcó el tono melancólico de “Cheres fleurs” (la N° III de la colección), para que el coro entonara a capella, con profundidad piadosa: “Queridas flores, no se dejen engañar / por el viento que las roza con su ala! / Habla demasiado del amor fiel: / El amor fiel habla menos”. Luego, con presteza, las teclas acompañaron a las voces femeninas del orfeón en “Oiseau des bois” (N° II del catálogo), que abordaron con tono ligero y pícaro eso de “Pájaro del bosque, pequeño tímido, / dime ¿por qué hoy tu canción / me toca más de lo habitual? / Escuchándote mi alegría es tal / que desearía tener alas / y hasta Dios mi corazón te seguirá”.
A continuación, sobre el lateral izquierdo del escenario (en el primer tramo del concierto los solistas eligieron estar cerca del piano) se hizo presente Barrientos (rotunda, enfundada en una túnica color ladrillo y escote dorado). Protagonista del instante, recurrió a toda la profundidad y dramatismo de su voz para “Après un rêve”, una de las “Trois mélodies, Op. 7 de Gabriel Fauré; pieza que los barítonos (la otra voz intermedia, en el lado masculino) aman cantar, y que se ha adaptado a instrumentos como el cello y el trombón. Así entonó aquello de “Soñé la felicidad, el ardiente espejismo”, para pedirle a la noche “devuélveme tus mentiras”, en las que el ser amado estaba “irradiando como un cielo iluminado por el amanecer”.
A continuación, la Compañía abordó sin acompañamiento del francés-venezolano-alemán Reynaldo Hahn (nacido en el XIX pero con desarrollo en el XX), con letra del poeta barroco Agrippa d’Aubigné, que une la pérdida del amor con el diálogo con la naturaleza: “Lloren conmigo, tiernas flores, /traigan, olmos, / el rocío de sus bellas flores / como lágrimas entre mi afligido llanto (...) de un amor por el que no puedo llorar / tanto como angustia tengo”. Se pudo notar el crecimiento de agrupación, tanto en la capacidad interpretativa como en el orgánico.
En ese momento se produjo el ingreso del otro protagonista de la jornada: Oliveira Weckesser llegó para “L’alba separa dalla luce l’ ombra” (“El alba separa la luz de la sombra”), del ítalo-británico Francesco Paolo Tosti, figura de la canción de cámara para voz y piano decimonónica, sobre un poema de Gabriele D’Annunzio. El tenor hizo gala de sus sobradas condiciones técnicas, entonando la melodía cantabile, fluida, que crece en dramatismo en la parte B de la canción: “Enciérrame, oh Noche, en tu seno materno, / mientras la tierra pálida se moja de rocío. Pero haz que de mi sangre nazca la aurora, / ¡y de mi breve suelo el sol eterno!”. Haciendo parecer fácil lo difícil, el oriundo de Pellegrini explota en el intenso fiato de su fortissimo final.
La Compañía se remontó musicalmente a Alemania, con la interpretación “Der Abend” (“La noche”, Op. 64, N° 2), de Johannes Brahms, sobre un poema de Friedrich Schiller. Sobre un escueto acompañamiento pianístico, entró a la propuesta romántica y pagana, con el juego entre las voces femeninas y masculinas. Comienza con el paso de Febo, dios solar, “resplandeciente”, por los campos “sedientos de rocío refrescante”, hasta ver el saludo de la ninfa “Tetis, la divina”, que le sonríe !desde las ondas cristalinas del mar”. Cupido sostiene las bridas del carro de Febo, para que se produzca el encuentro: “Llega la noche llena de aromas; le sigue el dulce amor”.
La mezzo visitante volvió para “L’Esprit Saint” (“El Espíritu Santo”), la penúltima de las 20 Mélodies (Opus 21) de Georges Bizet. Broggi aportó una interpretación fluida e intensa para la pieza, en la que la solista desplegó la potencia de su voz pero trascendiendo la mera técnica, para conmover con el viaje espiritual del texto: “¡Dios de la claridad, te doy gracias! / Veo huir al espíritu oscuro; / La Fe en mi corazón toma su lugar: / ¡Todos mis deseos son para los cielos!”. Una acertada elección para su repertorio.
Guadalupe Barrientos mostró su amplia paleta expresiva y sus dotes para la interpretación de los personajes. Foto: Manuel Fabatía
Dolores íntimos y colectivos
Así concluyó la parte del concierto dedicada a las composiciones camerísticas, para dar lugar a los fragmentos operísticos. De nuevo fue la Compañía la encargada de abrir el segmento, con “L’ Asia in faville è volta” (“Asia se ha vuelto en llamas”), el “Quartetto pastorale” del acto 2 de la ópera “Aureliano in Palmira”, ópera de Gioachino Rossini con libreto de Felice Romani. Los pastores esperan la libertad del asedio romano. El piano inició con notas de picardía (ya tendría segmentos instrumentales para lucirse) el canto esperanzado de los campesinos llanos: “Asia se ha vuelto en llamas. / Combaten los poderosos. / Solo entre los pastores y los rebaños / la discordia no sabe entrar”, que termina clamando “¡Libertad!”.
El barítono invitado volvió para mostrar su solvencia operística de la mano de Giacomo Puccini (un compositor al que ha estudiado largmente) y “Recondita armonia”, del acto I de “Tosca”. Bajo la estructura de una romanza (que suele cantarse como obra independiente, como en este caso sin los contrapuntos del Sacristán), el personaje de Cavaradossi compara la belleza de su amada y la de una pintura de la Magdalena “ Es morena Floria, mi ardiente amante / Y tú, belleza desconocida, coronada con dorados cabellos, /Tienes ojos azules, / ¡Tosca los tiene negros! / El arte, en su misterio, funde las dos bellezas y las confunde... / Pero mientras pinto este retrato, Mi único pensamiento, Mi único pensamiento, / Tosca, eres tú”.
Broggi comenzó con elegancia e intensidad (el acompañamiento de ópera es un terreno donde se mueve con holgura) “Norma viene”, del acto I de “Norma” (Vincenzo Bellini). “Norma viene; ciñe sus cabellos / la sagrada verbena de los misterios; / en su mano, cual luna creciente, la hoz de oro difunde su resplandor”, entonó la Compañía, en la piel del coro de druidas.
Oliveira se hizo cargo de “Porquoi me réveiller?”, el aria más conocida (y exigente) de “Werther” de Jules Massenet (libreto de Édouard Blau, Paul Milliet y Georges Hartmann, sobre novela de Goethe), que fuera interpretada por un experto en esa ópera, Alfredo Kraus, como por sus “archirrivales” Luciano Pavarotti y José Carreras. Esta aria del acto III se mueve entre el registro grave y etéreo y la intensidad, demandando “colgar” y sostener extensas notas en el registro más agudo; en ese tramo final que reza: “Mañana, en el valle / Vendrá el viajero / Recordando mi primera gloria / Y sus ojos en vano / Buscarán mi esplendor/ Ya no encontrarán más / ¡Qué pena y miseria! ¡Ay! / ¿Por qué despertarme? / ¿Oh aliento de primavera?”.
Broggi inició la sensualidad de la “Habanera” (“L’amour est un oiseau rebelle”) de “Carmen” (ópera que conoce bien: en 2019 acompañó a la también mezzosoprano Rocío Arbizu en el concierto “Escenas de Carmen”); en la que Barrientos se dejó llevar por la intensidad de su personaje y ganó el frente del escenario (algo no exento de cuidados, dado el desnivel en el mismo). Así entonó la tesis de la cigarrera española creada por Bizet: “El amor es un pájaro rebelde, / que nadie lo puede enjaular, / y es inútil llamarlo / si él no quiere contestar (...) / que nunca conoció ley alguna, / si tú no me amas, yo te amo, / y si yo te amo, ¡Ten cuidado!”. Se permitió también meter en la escena a Villaverde, al frente del coro, que replicó a la volátil fabriquera devenida en bandolera; personaje que la solista entiende y sabe plasmar con picardía y fluidez técnica.
Uno de los aportes de Giuseppe Verdi a la democracia desde el arte fue la introducción de los pueblos en los coros de sus óperas, retratando el sufrimiento de la gente común, de los pueblos y sus patrias, algo que le valió el reconocimiento durante la unificación italiana. Una de estas piezas es “Patria opressa”, de la ópera “Macbeth”: que el coro abordó con recogimiento doliente, con mucha intensidad en sus voces masculinas: “¡Patria oprimida! ¡No, el dulce nombre / de madre no puedo darte, / ahora que toda tú, para tus hijos, / te has convertido en un sepulcro!”.
Gastón Oliveira Weckesser hizo gala de su y potencia, su solvencia técnica en un repertorio exigente. Foto: Manuel Fabatía
Cumbre y despedida
Entonces llegó el momento estelar de la noche, con la gran escena de Amneris de la ópera Aida de Verdi. Barrientos se metió en la piel de Amneris, hija del rey de Egipto, para “L’aborrita rivale a me sfuggia” (“Mi odiada rival se ha escapado”): Su amado Radamés, que eligió a la esclava Aida antes que a ella, “espera que los sacerdotes /le condenen como traidor”; y dice: “Quisiera salvarlo. Pero ¿cómo? / ¡Lo intentaré!”. Oliveira ingresó como el capitán egipcio, afirmando que “Los jueces no oirán / nunca mis disculpas; / ante los dioses y ante los hombres / no me siento ni vil ni reo”. A partir de allí, el dúo se vuelve un tour de force, con la mezzo haciendo gala de una paleta expresiva y el tenor explotando su registro heroico.
Para el final, Broggi abrió con aire romántico el “coro popular” por antonomasia de Verdi: “Va pensiero”; parte del acto III de “Nabucco”, canta la historia del exilio hebreo en Babilonia tras la pérdida del Primer Templo de Jerusalén; pero, como dijimos, fue de gran importancia en ciertos momentos de la historia italiana (y regresa en cada era de tribulaciones).
Así, la agrupación vocal encaró de manera casi sacra ese lamento con un dejo de esperanza: “Al igual que el destino de Sólima / canta un aire de crudo lamento / o que te inspire el Señor una melodía, / que infunda valor a nuestro padecimiento, / al padecer, ¡valor!”. Para ellos también representa un canto de tribulación y esperanza, puesto que en el aciago abril de 2020 (en el momento más duro de las cuarentenas) la Compañía Coral de Santa Fe realizó una versión virtual, grabada “at home”, de esta pieza, a modo de exorcismo de ese mal invisible que acechaba y los distanciaba.
Como bis, y tras los agradecimientos finales de Villaverde, solistas y coro se unieron en ánimo festivo, con el “Brindis” (“Libiamo ne’ lieti calici”) de “La Traviata”, del propio Verdi: aquel que invita a beber “alegremente de este vaso / resplandeciente de belleza / y que la hora efímera / se embriague de deleite”: una celebración del momento presente, evanescente, ya que “el amor es rápido y fugaz / Es una flor que nace y muere”.
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