Ligia Piro (Buenos Aires, Argentina, 1 de agosto de 1971) es una cantante de jazz y actriz argentina. Es hija de la cantante y actriz Susana Rinaldi y del bandoneonista Osvaldo Piro y hermana del también cantante Alfredo Piro. Eso dice Wikipedia. Agrego: casada, tres hijos. Aparece en el escenario y canta. Habla y canta. Se impone.
Ricardo Lew nació en Buenos Aires, Argentina el 4 de diciembre de 1947. Comenzó a estudiar la guitarra a los siete años con su padre y ya a los diez años debutó profesionalmente en unos espectáculos que se ofrecían en los cines entre las proyecciones de las películas llamados “números vivos”.
Ligia es una contralto (¿una mezzo? Já) con mucha, mucha técnica que no conspira contra la emoción, sino que la regula. Digámoslo así: no falla. Transmite con regulación.
Ricardo Lew es un fenómeno muy particular. Es uno de los diez, uno de los cinco, uno de los tres mejores músicos argentinos y desde los 10 años toca ese, su instrumento. Algo pasa: no se contorsiona ni se despatarra. Toca. No vende sonidos con el cuerpo sino que hace lo más difícil. Toca. Es un músico para escuchar (Este es un consejo imperativo)
En el Teatro Auditorium de Mar del Plata, bellísimo sitio arruinado por la desidia (no tiene Aire Acondicionado) en el teatro, re bautizado Astor Piazzolla, por dos jornadas de enero y otras dos en febrero, se presentó y se presentará Ligia Piro y Ricardo Lew. Acompañaron Norbi Córdoba en bajo y Sebastián Peyceré en batería después de la primera parte del espectáculo, conformado por un set de “grandes éxitos de la canción americana” donde se agregaron algunos “Beatles”. Un buen momento fue, precisamente, la reunión de una “Luna Azul”, un “Río de Luna”, un Pajarito Negro y una afirmación que suscribo: “El dinero no puede comprar amor”.
El sistema de entrada a precios realmente accesibles puede ser compatible con abrir el teatro temprano, ya que no hay entradas numeradas y -de hecho- con facilitar programas. No sucedió. Todos amontonados en los minutos previos. No tiene explicación, son empleados estatales, poco costaba “dar sala”.
Ligia & Lew llenaron. En el programa se sabrían datos del bajista. No había programa.
Ligia está en un punto Newton, esto es un punto de maduración que sirve para demostrar la Ley de la Gravedad. Se cae de maduro que hace las cosas bien, que su técnica es alta y en temas tremendos, como “Oración del Remanso”, llega a un modo de decir que impresiona, lo crea y re crea favorablemente (y no era una canción -melodía y texto-) para lograr que todos se emocionen con esa historia del pescador. No todos conocen todo. En rigor nadie.
En una antigua canción creada y protagonizada por Daniel Toro (1976, coautoría con Julio Fontana) que retomada 30 años después logró que muchos entendiesen el destrabalenguas de gerundios y viajes de ida y vuelta y “te fuiste y volviste y para que te fuiste y sin embargo volviste” Ligia convocó, con “Zamba para olvidar”, a un teatro cantándola a coro, con ese modo delicioso del unísono tribunero de los grandes grupos y así terminó por demostrar (y demostrarse) que debe insistir más con el idioma en el que se crió aunque, si hablamos del verdadero idioma de crianza ése, sin dudas, es la canción y lo sabe hablar perfectamente; debería empezar a contarnos más cosas. La Canción cuenta y ella, en lenguas romance, sabe contar muy bien.
Su versión de “Berimbau” (tema que inmortalizara Mayssa, la primera que entendió qué decía la guitarra de su autor, Baden Powell, y qué confirmaba el poema de Vinicius) una canción de verdadero sentimiento territorial, ancestral, sirvió para que mostrase hasta qué punto lo dicho, las lenguas romances, son lo suyo, aunque su registro de mezzo de conservatorio (¿o contralto?, Já) le permite ser una cantante nacida en el latín... que entiende “la sajonía” y la expresa.
A este propósito del idioma para expresar lo que dice un poema su versión de la zamba de Spinetta (“Barro tal vez”)... “Si no canto lo que siento me voy a morir por dentro” tiene en estos dos versos, los primeros, acaso la definición de “ars poetica” y el porqué de su repertorio.
Difícil encasillar a Ligia, mucho más sencillo admirar a Ricardo Lew. Ella canta lo que siente para no morirse por dentro y, de lo que se oyó, en la plenitud de sus ganas de hacerlo mucho, muchas veces, mucho y bien.
Lew se merece, apenas, un tiro en la sien, para acallar la perfección. Nota: llevo mucho y muy mucho tiempo escuchando a Ricardo Lew y mi conclusión es práctica: un tiro en la sien y ni aun así, creo, dejaría de tocar perfectamente donde quiera que vaya su cuerpo y eso que posee. Lew tiene “el don”. Listo. Chau.
Bromas aparte. Es un punto alto en un recital donde la señora Ligia Piro demuestra, pasados los 50 años de vida, que ahora empieza a mostrar todo cuanto puede y puede y puede.
Aclaremos. Antes podía, siempre pudo, pero en este verano parece que ya sabe que nada la detiene si de cantar se trata. Por eso avanza con su repertorio, tan propio que se convierte en porfía.
Solo por placer le pediría un Charly, un Fito, un Lito, una de Totó la Momposina, una de Silvio, una de Víctor, una de Nina (“mi bebé está hecho para mí”), una de Ana Prada, una de Katia Cardenal, una de las que hace Bennett, el que dejó su corazón en San Francisco, y otro Sinatra, como el tema de cierre de este espectáculo.
Pero es capricho de confianzudo. Ligia canta lo que quiere y Ricardo Lew toca todo, y todo bien. Para que cambiar lo que solo necesita el aplauso.