Vamos con lo imprescindible, que es lo menos importante: Luis Brandoni presenta, en un escenario del Complejo Brístol (sala a nivel, la central) la obra corta “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza, de lunes a domingo, con David Di Napoli. Brandoni actúa y dirige. Quien vaya a verla se encontrará con un hecho inatajable. El maestro sigue dando clase de teatro. Clases. Una por noche. Punto. Ahora vamos a los bifes.
Brandoni es culpable de pertenecer a un mundo con referentes que tienen memoria y piden que se ejerza. En la memoria los fantasmas del eterno amor. Viene un fantasma. Atájenlo.
“A la pelotita... a la pelotita... Carlos Pelegrini y Corrientes, por abajo pasan tres líneas de subterráneo y por arriba, como un monumento, han puesto El Obelisco... (la historia del flemón).
“...allá van los de la mesa 10, pero yo les tengo fe...”.
“...para pocos o muchos, no importa, lo que importa es contarla... y su pequeña historia acribillada será... otra historia para ser contada...”
El final -coral- cierre de las “Historias para ser contadas” de Osvaldo Dragún, apareció como un fantasma que no se quería ir, la noche del sábado de enero que fui a ver “El acompañamiento”.
Es difícil haber estado cerca de todo y que nadie crea que sucedió. Conozco muchachos que hacen teatro independiente “en contra del Teatro Comercial” y nacieron en el 2000. Cómo explicar lo que nadie les contó... ¿Quién les enseñó que el mundo empieza cuando llegan?. Zás, aparece otro fantasma.
Fray Mocho no fue solo un teatro, solamente un teatro, apenas eso: un teatro popular que se recuerda, el cimiento sostenido -hoy también- del Teatro Independiente en Argentina, independiente de la tiranía de los productores. Aquello fue una semilla que recorrió el país. Mar del Plata. Santa Fe. Allá fui incendiado por ése fuego antes de 1960. Llevar esas quemaduras del calor del teatro popular (aquel Ferrigno... ¿Norma?... otros...) son medallas y cicatrices, los vi, estaban, fueron la puerta que se abrió. Hay mas fantasmas.
Teatro del Pueblo. Boero y Asquini. Aquel Brecht. La diagonal, esa sala y su humedad militante. Já. Fantasma múltiple. El Barletta de Propósitos, 8 páginas, salía cuando podía. Lo comprábamos, esas noticias no tenían fecha de vencimiento. Veo un jovencísimo Laplace. El que después crecería hasta “Un día en la muerte de Joe Egg”. Haydée Padilla. Lovero. Alcón. Ufff.
Estoy citando a pura memoria, es el homenaje a aquellas bibliotecas populares donde prestaban los libros y una vida sin algoritmos y la interconexión virtual. Todas con “teatros vocacionales”. Lectura.
En el 1962 debuta “el Beto”. Nacido en 1940. Cuentas elementales, debuta y llena en el 1962, con 22 años.
La obra “El acompañamiento” tiene cara: Carlos Carella. El Negro. El compañero Carella. Quisiera recordar su discurso cuando retomaron el Podestá, en La Plata. No lo recuerdo, al texto lo perdí. El gesto no.
Brandoni hace un homenaje a aquel cantorcito, el Negro Carella. El mejor homenaje, lo crea diferente, nuevo y posible, creíble. Es Tuco y Sebastián y es lo mismo, pero es el 2022, y esto viene del 1981. Epa... son 40 pirulos, que homenaje, che, que homenaje. No a Carella, a Teatro Abierto. El mismo juego de pasión, locura y libertad. La obrita es perfecta, sólo hay que hacerla bien, muy bien.
Hoy confunden todo y está bien que se confundan, son recuerdos, “Todo está guardado en La Memoria”, sostiene Gieco.
Carlos Gorostiza, el de “El pan de la locura” el canoso, buen mozo, hermano de Analía Gadé, aquella bella que se fue, escribe para el paquete que oferta Teatro Abierto en 1981 esta obra corta, recontra corta, pero básica. Todos escribían sobre la libertad y esta obra es -justo, justo, justo- sobre la libertad. Un modo de rescatar al hombre. Redondo mensaje.
El Teatro Independiente entronca con el último proyecto de país integrador: Frondizi, 1958... si querés, el que tira las ideas del 60, las últimas ideas “resumidoras”. Ya estaba Perón en el exilio (18 años).
La otra Gesta Popular es 1981/82/83. Teatro Abierto (1981) está ahí, ahí de los 12 recitales de la Negra Sosa blanqueando a los rockeros y los perseguidos cada noche del Gran Rex, en el 1982. Es la otra Gesta de la Cultura como referencia de la sociedad.
No se puede ir a ver “El acompañamiento” y mirar solamente a Brandoni dando una clase de teatro. O sí, sí se puede, claro, sí, sí... si se es joven y lo que se quiere es ver un maestro y una clase... magistral.
Brandoni es la demostración que el magisterio se puede demostrar en las clases... y también en las actuaciones. Brandoni da una clase de 50 minutos que sería imperdonable, para los que aman el teatro y sienten esa adicción inatajable, que la perdiesen. Uy, uy, más fantasmas.
Aparece Cortázar y la carta de La Maga, cito otra vez de memoria: “...porque en un barrio dan ‘Potemkin’ y hay que verlo aunque se caiga el mundo...”. Por eso, por eso hay que ver a Brandoni aunque se caiga el mundo. Es único “Potemkin”, como esta oferta de cada noche, sin ninguna vuelta ni torcedura, eso le escribe La Maga a Rocamadour, para que la perdone.
Estas notas van firmadas, son crónicas de espectáculos y los que me conocen saben dónde duermo la siesta y en qué lugar amanezco del campo popular. Bueno, para caminar el sendero que sea lo peor es la ceguera, la sordera, el silencio, los tres monitos que entorpecen la tarea de muchos críticos de café sobre Brandoni. Arranca la melodía y Brandoni desenfunda su pijama y su guitarra y toca.
Duda. Duda tremenda. Yo también fui de la barra brava de Don Osvaldo. El se dio el gusto: “al Colón, al Colón” le gritábamos a Pugliese. El lo presentó cuando fue cierto. Jorge Vidal antes, muy antes, fue uno de sus cantores. La mejor versión de “Viejo Smoking” es Vidal con guitarras. Brandoni debe responder por eso. El, como Vidal, canta “viejo esmoquin de los tiempos en que yo también tallaba, cuánta papusa garaba, en sus solapas lloró...”. Beto:¿Qué quiere decir garaba?